Tiempo para sanar

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Pese a haber sido uno de los primeros en enfermarse, Poe fue el único que logró sanarse a tiempo y salvarse de que su tos empeorara. Lastimosamente, él no podía decir lo mismo de Rose y Kaydel, quien se le había unido poco después de contagiarse. Ellas en verdad lucían mal, y los demás guerreros no dejaban de especular que solo era cuestión de tiempo para que más sucumbieran al malestar.

Y en efecto, así fue. A solo dos días tras el refrío intenso de la joven guerrera rubia, más jóvenes cayeron derribados por la enfermedad. Un veterano había fallecido ya, junto a un cachorro de la Maternidad.

Nadie nunca podría olvidar el llanto desconsolado de la reina en desgracia. Nadie se salvaba del sufrimiento, y menos aún los curanderos, quienes día a día se esforzaban por mantener a los compañeros que les quedaban con vida todavía.

Luke no había sido exiliado al ser el único junto a Rey que podía tratar contra la enfermedad. El Maestro y la aprendiza se desvivían por el Clan, centrándose en sus amigos, procurando que ellos comieran y no perdieran la fuerzas que necesitaban con urgencia.

Todo parecía ir mejorando en cierto punto de su desdichada historia, hasta que la Líder demostró síntomas de resfriado.

Primero una fiebre leve, luego una tos que la dejaban sin ganas de comer y, finalmente, una descomposición del cuerpo total que la obligaba a no levantarse de su lecho en lo más mínimo.

Leia era visitada constantemente por su hermano y aprendiza, pero ellos nunca podían quedarse el tiempo deseado al tener que ir a atender a los demás agraviados.

Holdo era la única que permanecía a su lado sin moverse, a menos claro que fuera para llevarle agua y una que otra presa para que se alimentara. Poe también asistía a su guarida, aunque no mucho debido a lo demandante que se había vuelto su título de Lugarteniente.

A falta de un Líder que los guíe, el Lugarteniente deberá tomar su lugar con honor y valentía.

A Poe no le gustaba liderar sin Leia, se sentía vacío y solo, perdido en un mar bravo y profundo. Cuánto deseaba que mejorara y regresara a su lado.

—¿La Fuerza nos habrá abandonado?

Era la pregunta que el Lugarteniente y muchos más se hacían cada que veían a un nuevo guerrero adentrarse en la guarida del curandero enfermo y cabizbajo.

Durante la noche, el descanso era algo que los curanderos no podían darse simplemente el lujo de tener. A veces cuidaba Luke primero y luego Rey lo sucedía con el mismo agotamiento que él poseía.

La aprendiza no sabía qué más hacer con sus compañeros. No tenía cabeza para nada más que plantas y plantas. Además de que Rose no mostraba señales de mejoría y ya se estaba comenzando a desesperar.

Quería gritarles a las estrellas por su injusticia, por el sendero que los llevó a todos hasta el desfiladero de la muerte irremediable.

Esa noche no durmió ni comió bien. No importaba que tanto le rogara su cuerpo un descanso, ella simplemente no podía pegar el ojo.

Afortunadamente, las pesadillas ya no la acechaban como antes, aunque las palabras del misterioso gato de ojos azules que le habló en sueños aquella vez aún persistían en su mente desde que las oyó.

“Cuando la Oscuridad se alza, la Luz lo alcanza…”

¿A qué se refería siquiera? Le encantaría compartir eso con alguien, pero su Maestro no era una opción.

Rompiendo su concentración por no dormirse, Luke apareció de la nada para avisarle que Leia quería hablar con ellos en su guarida. La joven aceptó y lo siguió, no sin antes despedirse de Rose con un lametazo amistoso en la frente.

Star Paws: A New WarriorOnde histórias criam vida. Descubra agora