Recuerdos pasados

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—¿Qué haces aquí tan solita, cariño?

De no ser porque la sostenía con su cola con fuerza poderosa, Rey habría brincado asustada al oír su voz profunda prácticamente acariciarle la oreja. Había estado tan concentrada mirando fijamente la cerca de madera frente suyo, esa que alguna vez sirvió de barrera entre su antiguo hogar y el bosque, que no había reparado ni en su presencia ni peligrosa cercanía.

—¡Ben! —le reprendió, fallando al querer liberarse de su agarre y atinarle un zarpazo. Él solo rió más alto, deleitándose con sus facciones arrugadas por el fastidio —¡me asustaste, tonto!

—Lo lamento, conejito. Te veías tan linda concentrada que me dolía mucho interrumpirte —se excusó, encogiéndose de hombros y dándole un rápido lametazo en la frente, entre sus orejas que se agitaron de la vergüenza —. Apropósito, ¿qué haces aquí tan sola? ¿olvidas acaso que Palpatine y sus sombras podrían estar sueltas por ahí? —miró a los lados, ofuscado, reforzando su ya de por sí protector agarre sobre ella —No quiero que te secuestren o algo parecido. Ese es un lujo que solo yo puedo darme.

Rey rodó los ojos, levantándose y dándole nuevamente la espalda. Sí había algo que amaba de Ben en demasía, era definitivamente lo cambiante que podía ser. De tierno a atrevido, de enfadadizo a meloso, no había faceta de él que no disfrutara.

—Oh, cariño —se paró a su lado, deslizando la cola otra vez sobre su lomo y atrayéndola contra sí para protegerla del frío que reinaba en esa noche tan peculiar —, ¿acaso se te olvida también que puedo leer mentes? Aunque déjame decirte que adoro bastante lo que piensas de mí.

—Tonto, cerebro de ratón, cabeza de paja —lo insultó entre murmullos, causando que él solo volviera a reír y a llenarle el rostro de dulces y feroces lametazos. Ella trató de contener sus ronroneos, pero falló en cada uno de sus mimos dedicados.

—¿Ya vas a decirme lo que te trae por aquí, dulzura? Hace mucho frío y no me gustaría que pescaras un resfriado —explicó su preocupada insistencia, hundiendo la nariz en el pelaje lacio de su hombro y aspirando su aroma.

—Solo... recordaba —se sinceró, sintiéndose un poco apenada respecto a eso.

Después de todo, muy en el fondo, ella seguía siendo una mascota.

El joven Líder se apartó lentamente para mirarla a los ojos, entre asustado y dudoso. ¿Acaso ella extrañaría su antigua vida hasta tal punto de querer irse sin despedirse? La sola idea de imaginarla lejos, demasiado lejos de su alcance, hizo que su corazón se detuviera en seco.

—¿Ben? —su silencio la dejó de piedra, pero fue la tristeza plasmada en sus preciosos ojos ambarinos lo que la hizo preocuparse. Jamás lo había visto tan afligido, como si hubiera perdido algo que sabía que nunca más recuperaría —¿qué tienes, corazón?

—¿T-te irás?

No quería que se fuera, no quería que lo abandonara y dejara a su suerte, no como su familia había hecho en el pasado con él, no como sus amigos de antaño que en más de una ocasión le dieron la espalda cuando más los necesitaba.

Inconscientemente, arañó el suelo, dolido y angustiado. ¿Qué habría hecho esta vez para que ella quisiera irse y dejarlo? El miedo le cegó, haciéndole girarse y evitar su bello y encantador contacto visual.

Rey comprendió su temor, yendo rápidamente frente a él para tomar asiento y encararlo. Con la almohadilla de su zarpa, le acarició la mejilla. Ben buscó calor en su tacto, consuelo que lo ayudara a sobrellevar lo que probablemente vendría.

—Oh, Ben, mi bello y resplandeciente Sol —maulló en voz baja, pegando su frente contra la suya, accediendo momentáneamente a su mente y leyéndola —. Somos uno, ¿recuerdas? Donde tú vayas, yo iré; donde tú estés, yo siempre te acompañaré.

Star Paws: A New WarriorWhere stories live. Discover now