Decepciones

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—Un buen curandero —empezó Luke, paseándose a su alrededor con la cola arriba, solemne y serio —controla sus emociones por el bien de su Clan. Se niega a ciertos placeres que los demás gatos pueden darse, pero no por eso dejan de ser recompensados por la Fuerza y sus estrellas.

Rey no entendía del todo bien esa parte del supuesto reglamento que un curandero seguía al pie de la letra. ¿Qué de bueno podía tener cerrarse a sentir, a querer, a las emociones en general? No creía que la contención fuera una solución viable para los problemas que un curandero podría tener. ¿Acaso ellos no se desahogaban, no sentían ira? Muchas preguntas llenaban su mente cada que Luke le explicaba lo mismo una y otra hasta el cansancio.

—¿Y cuáles recompensas exactamente? —si había algo bueno tras todo lo malo, que se lo dijera porque ella no lo veía a simple vista tal y como él parecía hacerlo.

—Un curandero hace mucho más que sanar —la ignoró, siguiendo con su enseñanza. Rey se reprimió las ganas de sisear —. Interpreta los mensajes que las estrellas les manda, guía a sus compañeros cuando estos se sienten perdidos y no tienen a nadie confiable a quien acudir —esa parte la conmovió, pues ayudar a los suyos era lo que más quería —. Somos más que plantas viejas y apestosas, Rey, somos el soporte, la columna rocosa que mantendrá a nuestro Clan siempre sano y fuerte frente a la adversidad. Un Clan siempre necesitará de su curandero, y viceversa.

—Entonces, ¿la Fuerza es exclusiva de los curanderos?

Según le había dicho Rose una vez, Mitaka, el curandero del Clan Oscuro, no era sensible a la Fuerza, no como su Líder ni Lugarteniente, que podían usarla a su favor siempre que la necesitaran. Luke arqueó una ceja.

—No. La Fuerza les pertenece a todos, a cada ser vivo que esté por nacer, por crecer—informó, deteniéndose por fin a su izquierda y sentándose con la cola enroscada sobre las patas.

—Ya veo.

Quería concentrase, centrarse únicamente en sus enseñanzas y no en los recuerdos traicioneros que la asaltaban en su propia mente. La imagen de Ben persiguiéndola y atrapándola para luego ambos terminar rodando por toda la hierba, la tenía perdida y a la vez embelesada.

Todavía recordaba el vacío que sintió cuando él había desaparecido de su lado apenas abrió los ojos en la mañana.

—¿Rey?

—¿S-sí, Maestro Skywalker?

—Extiéndete.

Parpadeó, confundida. Estaba sobre una planicie rocosa y alta, ¿cómo le iba a pedir que se estirara cuando lo que menos quería era caer por desequilibrio? Sus garras se agarraron a la dureza bajo sus zarpas.

—Quiero que me digas que sientes, que ves —pidió, mirando al horizonte. Su canoso pelaje rubio relucía contra la luz brillante del Sol matutino —. No uses tus ojos, usa tus demás sentidos.

Titubeante, respiró hondo y estiró una de sus patas blancas hacia adelante. Cerró los ojos e intentó nuevamente concentrarse. Un hormigueo en sus dedos extendidos la hizo respingar.

—¡La siento!

—¿En serio? —escuchó su asombro. Rey supuso que lo estaba haciendo bien —¡Increíble!

—A qué sí, ¿verdad? —antes de que pudiera ronronear de la felicidad, un hincón la regresó a la realidad, obligándola a abrir los ojos bruscamente —¡Ay! No creí que la Fuerza fuera tan dolorosa.

Luke la miró fijamente, incrédulo. Pronto la joven cayó en cuenta que su orden no había sido del todo literal.

—Lo volveré a hacer. Estaba vez lo haré bien.

Star Paws: A New WarriorWhere stories live. Discover now