Supocisiones erradas

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—¡No inventen! —exclamó, súper sorprendida por lo que sus amigos le acababan de confesar —¿Es enserio?

Phasma estaba que no podía con la sorpresa. Ambos machos habían ocultado tan bien sus romances, sus gustos hacia lo prohibido, que nunca lo notó por más que fueran cercanos. Ahora todo cobraba sentido. Sus escapadas nocturnas, sus suspiros anhelantes y ansiosos. Todo era por ellas, las hembras que se habían robado sus corazones.

Agitó la cola de un lado a otro, impaciente por que le contaran más sobre su reciente revelación. Tener a sus dos serios amigos enamorados es algo que jamás pensó que vería.

Sus lealtades no residían en el Clan, sino en sus corazones, en las gatas que yacían en ellos.

—¡Phas, Phas, baja la voz! —pidió Hux, levemente apenado. No le gustaba nada la mirada inquisitiva de su amiga. Lo ponía muy nervioso —Nadie debe enterarse de esto, ¿entiendes? De lo contrario, ¡nos cortarán la cola!

—No exageres, petirrojo —Kylo rodó los ojos en un intento por aparentar tranquilidad. En realidad, se moría de los nervios. La punta de su larga cola no dejada de moverse inquieta sobre el suelo.

—Entonces, entonces —continuó Phasma, extrañamente emocionada. Tenía dudas, demasiadas al respecto de sus escapadas de noche.

—Lo que quieras, Phasma, pero por favor baja la voz —el Lugarteniente desvió la mirada, avergonzado. Entendía sus ganas de saber todo, pero debía controlarse si no quería que los descubrieran.

Seguían en las fronteras, compartiendo una que otra pieza de carne fresca. El resto sería para sus compañeros cuando regresaran, si es que algún día lo hacían porque Phasma le había dejado muy claro que no los dejaría ir hasta que hablaran.

La guerrera gris se acicalaba una zarpa en lo que los observaba con fija atención a cada uno. Sus ojos azules como el mismo hielo reflejaban curiosidad, igual a la de un cachorro recién salido de la Maternidad.

—¿Por eso había veces que no pasaban la noche completa aquí? —ambos machos irguieron las orejas, alarmados. Intuían por donde iba el asunto, pero aun así esperaron a que terminara —¿Estaban con ellas, con Rey y Rose?

Hux fingió una tos y Kylo miró a sus patas evitando el escrutinio de la hembra. El pelirrojo fue el que rompió el peculiar silencio, ladeando la cabeza un tanto incómodo.

—Podríamos decir que sí —nervioso, jugó con las plumas de yacían en sus zarpas tensas —. Aunque, al menos en mi caso, no siempre era de noche. A veces motas y yo nos veíamos en la tarde, cuando las patrullas se marchaban después de vigilar.

—¿Motas? —el guerrero se mordió la lengua. Se había acostumbrado tanto a llamarla así, que no se percató que incluso lo hacía cuando se refería a ella.

—Sí, motas —aceptó, carraspeando de nuevo —. Mi motas es Rose.

—¿Tu motas, petirrojo? —arqueó una ceja, divertida y burlona —Vaya, cada día me sorprendes más. No sabía que podías ser dulce y gruñón a la vez.

Hux hundió el rostro en sus zarpas en un ruego mudo de desaparecer. Su cuerpo entero temblaba de la pena. Él no era dulce. No. Él era un guerrero serio, uno que no se inmutaba con nada de nada.

—¿Y tú, Ren? —el aludido tragó en seco. Su turno de quedar en ridículo había llegado —¿cómo hiciste para verte con tu guerrera si ella estaba de viaje? Porque a mí no me engañas. Esa vez que regresaste con el pelaje mojado…

—Eso es privado, Phas —el tono que usó sonó más a un chillido tímido que a un gruñido reprobatorio. El vínculo que él y Rey compartían era de ellos, nadie más debía enterarse —. Sí, estuve con ella. Pero, lo que pasó esa noche, se queda en esa noche.

Star Paws: A New WarriorWhere stories live. Discover now