La promesa del corazón

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Aunque tuviera pánico a las alturas, Hux no pudo evitar seguir a Rose hacia la cima del árbol más grande del bosque. Verla escalar tan concentrada con un aspecto aparentemente tranquilo y confiado, le dio fuerzas para no rendirse y llegar a su lado para trepar juntos hacia arriba en lo que sentían sus pelajes despeinarse por el viento que suavemente los azotaba.

Jamás creyó que subir un roble fuera tan divertido y emocionante.

—¡Muy bien, petirrojo! —le felicitó entre ronroneos, restregándose contra su costado una vez estuviera a su lado en la rama más gruesa del poderoso tronco. Hux se permitió aspirar su aroma y hundir el rostro en su hombro pequeño y esponjoso —¡Sabía que lo lograrías!

—¿Qué te puedo decir? Tuve una gran Maestra —le guiñó el ojo, galante y conquistador. Ella rió y le pasó la punta de su cola moteada sobre su lomo, acariciándolo lentamente.

—Si lo pones así, entonces, sí, tuviste una espléndida Maestra —presumió, ganándose por su parte un burlón maullido sonoro.

—Qué modesta —ironizó, irguiéndose y mirándola fijamente a los ojos.

Esos ojos marrones, hermosos, deliciosos cual castaña de admirar, de halagar. No creía que hubiera ojos más preciosos que los suyos. La envolvió con la cola en un abrazo sorpresivo que rápidamente se tornó a uno posesivo y protector. Rose respingó cuando sintió su aliento cálido en la punta de una de sus orejas paradas.

—Te amo, motas —su gesto fue reforzado, apoyando el mentón sobre su cabeza e impidiendo que se apartara. Necesitaba tenerla cerca, sentirla temblar y acomodarse luego contra la espesura de su pelaje rojizo —. Te amo, te amo… eres lo más preciado en mi vida.

—Huxie… —relajó los músculos y se refugió en él cuando sintió su lengua aplanar el pelo alborotado de su nuca y parte del lomo.

Tierno, suave, cariñoso y delicado. El guerrero tenía facetas que nadie más que ella podía ver y disfrutar. Él era suyo, así como ella era de él.

—No permitiré que nada malo te pase, ¿está bien? Como que me llamo Armitage Hux —prometió en su oído, arrullándola y meciéndola.

Aún no se olvidaba de Snoke y sus planes malvados. Cuando la batalla empezara, seguramente él ordenaría atacar a matar, a capturar y torturar. La sola idea de imaginar a Rose sufriendo le causaba una repulsión que deseaba con el alma evitar más adelante. Prometió cuidarla, protegerla incluso de sus pesadillas. Y él cumpliría cada una de las palabras que le juró cuando se confesaron sus sentimientos irremediablemente correspondidos.

Hux pelearía por lo suyo, por eso y por el futuro que anhelaba en demasía formar a su lado.

La guerrera lo sintió tensarse de repente y lamió con ternura el pelaje de su pecho rojizo en un intento exitoso por calmarlo. Él se agachó a su altura, solo un poco para no golpearla o incomodarla, y pegó la nariz en el medio entre sus orejas bajas.

—¿Petirrojo?

El aludido gruñó mientras la abrazaba hacia sí, no de la furia o el enojo, sino del esfuerzo por mantenerla quieta. No quería que lo mirara a la cara y descubriera sus lágrimas.

—Nada, mi cielo —susurró, envolviéndola con sus zarpas ferozmente —. Solo pensaba en lo mucho que te amo y necesito para vivir.

—Oh, Huxie —restregó la mejilla contra su corazón acelerado, ronroneando, maullando de la dicha —. No quiero que sufras. Nunca más, ¿me oíste? Yo me encargaré de hacerte feliz hasta el final de mis días.

El final de sus días. Le asustaba que ese día llegara pronto. En la guerra todo podía pasar, y la vida ahí era algo tan frágil que fácilmente uno podía perder…

Star Paws: A New WarriorWhere stories live. Discover now