Una nueva amistad y misión

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Por mucho que las heridas le escocieran, que los músculos le dolieran, que su cuerpo prácticamente le rogara que se rindiera, Kylo se concentró especialmente en que la Fuerza no lo reclamara durante su inconsciencia. Había perdido mucha sangre y ahora sentía sobre sus cortes una telaraña impidiendo que perdiera más. Agradecía que Mitaka se hubiera tomado el tiempo de tratarlo, pero en realidad le hubiera encantado que alguien más estuviera allí animándolo a seguir en pie.

Recordaba la delicadeza con la que le limpió las heridas, la calidez que lo embargó con el ligero roce de su pelaje contra el suyo. Sus ojos verdes tampoco nunca los podría olvidar, ni mucho menos el brillo salvaje y determinado que estos reflejaron intensamente.

¡Fuerza! Cuánto la extrañaba. En todo eso tiempo corto que se trataron, Rey se había vuelto rápidamente en un parte esencial de su vida. Pese a que ella ahora formaba parte del Clan Luminoso, él la seguía anhelando incluso más desde que se enteró que existía.

La Fuerza vibraba en sus sentidos cada que la proyectaba en su mente a modo de ensoñación. Podía estar mal quererla, pero se sentía tan bien hacerlo, como si uno hubiera nacido para encajar perfectamente con el otro.

¿Cuándo se había enamorado tanto que ahora no podía simplemente olvidarla? Su rostro, su naricita rosada… eso y su carácter fuerte que le impulsaba a descubrir más, a conocerla, a enamorarla y atraerla.

Tú caminas en mis sueños, guerrera de mis estrellas.

Fue lo último que susurró mentalmente antes de despertar, de encontrarse nuevamente en la comodidad de un lecho de musgo en su totalidad.

—Al fin despierta, Lugarteniente Ren —Mitaka sonó aliviado mientras hacía presión en una de sus vendas hechas a base de telarañas y algunas hojas. Kylo solo asintió, aliviado también que aún respirara.

Todavía tenía mucho que hacer, y una de esas cosas era su más importante misión personal: encontrar a su guerrera y atraerla a su lado.

—¡Ben!

Lo que Kylo ignoraba, era que sus pensamientos no eran del todo propios después de todo. Donde Rey estaba, gracias ellos, despertó de una inconsciencia que lo pudo haber consumido más de un día.

—Ben, Ben…

Ella buscó a su alrededor alguna señal de dicho gato. Juraba sentir aún el sabor metálico de su sangre en la boca.

Rezaba por que su compañero de Clan lo hubiera encontrado a tiempo y salvado.

—Tranquila, ya estás salvo.

Al verla despertar sobresaltada y perdida con su entorno, Rose acudió a su lado de un salto y le ofreció amablemente semillas de adormidera. Estas la relajarían, la ayudaría a dormir y apaciguar su estrés. Sin embargo, aunque insistió sutilmente, Rey, apenas las miró frente a sus zarpas, las rechazó. Ni parecían comestibles.

—Te harán bien —la recién consciente la ignoró, tratando de levantarse. Cayó irremediablemente sobre su lecho y Rose tuvo que reprimir un ronroneo. Sí que era terca.

—¿Dónde estoy? ¿Y Finn?

Ya no estaba en el húmedo campo de batalla en el que se enfrentó a cientos de guerreros enfurecidos. Este nuevo lugar lucía tranquilo, lleno en cada esquina con un pequeño montón de hierbas apiladas. Distinguió la romaza y la cola de caballo entre ellas. A lo mejor ahí era una especie de veterinario para gatos salvajes.

—Tu amigo está bien —le indicó, gentil, señalando hacia más adentro con la punta de su zarpa —. La herida de su lomo es profunda, pero sanará si descansa lo necesario.

Star Paws: A New WarriorWhere stories live. Discover now