Capítulo 10

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Juliana se quedó estática, se notaba en exceso la rigidez corporal que había ocasionado mi cuestión, ahora con los ojos cerrados con más fuerza de la necesaria, se fue alejando lentamente de mí, apreciar ese momento me producía un dolor inefable, percibir la existencia de un inmenso sufrimiento en su cara, ocasionado nada más y nada menos que por mi gran bocota, era suficiente para saber que tal vez había arruinado todo para siempre. Aún sin emitir palabra alguna ella se dio media vuelta y suspiró. Paso un ratito más antes de que se recompusiera, en el cual no volví a decir palabra alguna para no seguir regándola.

"Se hace tarde Valentina, es hora de irnos, ten lindo día" dijo en un tono bastante neutral, seguía dándome la espalda. Intenté alargar mi mano para tocarla y pedirle disculpas, como si supiera lo que haría a continuación, simplemente tomó sus cosas y salió a toda velocidad.

"Tú y tú gran bocaza Valentina" me regañe a mí misma, agarré mi mochila que se encontraba a un lado para terminar de guardar mis pertenencias.

Iba caminando por el pasillo, aprovechando el tiempo que me quedaba, dando un pequeño tour por las distintas áreas del hospital, antes de encontrarme con mi papá para al fin irnos a casa, justo cuando llegué a las escaleras de emergencia porque no quería tomar el elevador, escuché un ligero hipido que llamó mi atención, no pude evitar entreabrir la puerta a fin de averiguar qué era lo que lo provocaba.

Juls en realidad estaba llorando amargamente, los pequeños sonidos de los que me percate segundos atrás, eran sus intentos bastante fallidos de que nadie la escuchara. Mi yo empático interior me decía que entrara y le diera un abrazo con unas muy buenas disculpas incluidas en el paquete. La parte racional en cambio me decía que no me acercara a ella en esos precisos instantes, lo que menos quería era seguir causándole mayor incomodidad y por supuesto intuía que yo no era la persona adecuada que esperaría le diera consuelo. Decidí darle su espacio, por lo que me regresé a tomar el ascensor.

Las cosas que ocasionaba mi curiosidad, tanto tiempo sin interactuar en verdad y el día que se presenta la oportunidad, lo arruino todo, yo que tanto criticaba a Eva por no tener filtros al hablar, al parecer era cosa de familia.

Ya en la oficina principal, esperaba paciente a que papá terminara sus asuntos para poder retirarnos. Lucho ya me había mandado la hora en la que iría a recogerme a mi casa, todavía debía avisarles a mis padres sobre el dichoso evento.

"Ya hija, perdón por hacerte esperar, estos imprevistos necesitaban mi atención inmediata."

"No te preocupes, estuve rondando por todo el hospital para no perderme en las próximas ocasiones" me situé a su lado.

"Que buena idea cariño, vámonos entonces" nos enfilamos directo a las escaleras, se me olvidaba que él prefería hacer su cardio del día de ese modo, de nada servía el gimnasio que se había montado en casa. Lo único rescatable era que mis hermanos y yo si lo utilizábamos con frecuencia. Yo solo iba rezando con todas mis fuerzas porque no nos encontráramos a Juliana, sería demasiado para su día que el director del hospital de igual forma la viera en ese estado en el que la había dejado.

Por primera vez en mi día y posiblemente en mi vida, mis plegarias fueron escuchadas al menos en parte, porque el trayecto por las escaleras si estuvo desierto, lo que no pudimos evitar fue toparnos en la salida con una camioneta donde iban la Dra. Miranda y una aparentemente dormida Juliana, ella se despidió agitando la mano mientras cruzábamos por el frente del coche, gesto que devolvimos. Estaba naufragando en el mar de mis pensamientos sobre la extraña relación entre ellas, cuando alguien chasqueo los dedos frente a mí. Regresé de inmediato a la realidad por ese sonido.

"Valentina, ¿Te encuentras bien?"

"Si, fue un día pesado. Solo quiero llegar a casa y descansar" estaba exhausta en todos los sentidos posibles.

Cuando te vasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant