Capítulo 62- Especial

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En los deportes extremos vives sumido en la adrenalina que te proporciona, te crees capaz de lograr cualquier cosa que te propongas, siempre al borde del peligro y a pesar de ello olvidas que puedes resultar gravemente herido.

Participé en el peor y más riesgoso de los deportes extremos: amar.

¿Por qué nadie nos dice la similitud entre ambos?

Amar te mantiene en la nube color rosa, dándote la sensación que puedes contra todo y todos, que vas a lograr grandes cosas. Pero el peligro se mantiene, de que la persona que amas te utilice, traicione o engañe. Entonces sales herido de gravedad, casi arrastrándote por el fango, física y mentalmente.

Bueno, estoy muriendo de amor. O por la falta de este. O tal vez por el amor no correspondido. No lo sé.

Hace tiempo me sumergí en un océano de agua fresca y clara. Vi diferentes colores, probé nuevos sabores y sucumbí ante las emociones.

Pase de estar cerrada al amor, a amar nuevamente.

De la felicidad a la tristeza.

Conocí las tonalidades del azul y ahora vivo en negro.

He caminado por las calles de París, viendo los besos coloridos y abrazos suaves que comparten las parejas, envidiando las historias de amor que inician o evolucionan aquí en la ciudad del amor.

Hoy vi una cabellera castaña ondear frente a mí, la seguí a paso rápido, creyendo que eras tú, que equivocada estaba.

Porque por mucho que quise huir de tu recuerdo, termine en el lugar más irónico. Me encanta el sarcasmo y el humor negro.

Aquí entre las cuatro paredes de mi habitación supe a que sabía el alcohol. Perdí la noción del tiempo, la memoria y la consciencia debido a ello. Simplemente quería opacar el dolor por algunas horas. Borrarte de mi memoria.

Y de pronto me di cuenta que giré en el camino equivocado para sobrellevar la situación. O tal vez fue el miedo cuando amanecí tirada en una calle cualquiera sin saber como llegué hasta allí.

Decidí salir delante de una manera más certera. Te encerré en el baúl de los recuerdos, como el más maravilloso y a la vez el más tormentoso.

Le di un giro a la vida, enfocándome en lo que quería.

Sanar.

Llovió a cantaros dentro de mi casa, me dije que sería la última vez que lloraba por ti.

Entonces soñé que nadaba en un mar profundo, lleno de peces y corales. En el fondo, un cofre del tesoro lleno de nuestros recuerdos: el primer beso, el primer viaje, el primer te amo.

Al levantarme me sentí en paz, libre de lágrimas y de dolor. Y supe que estaría bien.

Iba a estar bien.

Valentina no fuiste mi primer, sin embargo te sentiste así.

Valentina te perdono. Perdóname igual a mí, por haber dado mucho por sentado.

Val, hasta luego.

Hasta que nos volvamos a encontrar.

Un año y medio después la ruptura...

Manejé más de media hora para encontrarme con el doctor Rodrigo, el director del hospital donde quería realizar mi especialidad. Para que al final me dijera que tuvo un problema personal, por lo que cancelaba la cita.

"¿Ahora qué?" desperdicio de tiempo. Miré una pequeña cafetería enfrente de las oficinas a las que acudí. Se veía agradable, así que dirigí mis pasos en su dirección.

Una vez dentro, quite la chamarra que empezaba a acalorarme más de lo debido. Me acerqué a la caja para ordenar.

"Bonsoir, un thé glacé s'il vous plait (Buenas tardes, un té frío por favor)" le sonreí a la chica que atendía.

"Bien sur, dans un instant" (Por supuesto, en un momento)" respondió amable, cobrándome por el té.

Ocupe una mesa cercana a la caja registradora, dando la espalda a las personas que entraban y se acercaban a ordenar. Bebí tranquila, disfrutando de mi bebida. Observé la decoración del lugar, un lugar hogareño. Una chimenea al fondo, los muebles y mesas discordaban. No había dos iguales.

En realidad, no estaba tan lejos de donde vivía. Pero evitaba salir, por preferir encerrarme en mi departamento y estudiar, así que conocía pocos lugares.

Fue mi mejor terapia después de ella... di un suspiro.

Ciertamente los primeros meses costaron, hasta que tuve la suficiente fuerza para poner un parche y volví a sonreír.

Terminé mi té con nostalgia. Último sorbo, délicieuse (delicioso).

Iba a ponerme de pie cuando un aroma conoció llegó a mí. Fresas. Me paralicé. Segundos después, escuché una voz que me recordaba a alguien... ¿podía ser posible?

"Salut Mary (hola Mary)" dijo llena de alegría "un cappuccino et une tranche de mon gâteau, s'il vous plait (un capuchino y una rebanada de mi pastel, por favor)."

"je ne t'ai pas vu le matin, je pensais que tu ne viendrais pas (no te vi por la mañana, pensé que no vendrías)" respondió la encargada.

"Et mince, je suis toujours ici (tonterías, siempre estoy aquí)" exclamó la otra persona.

"Je sais, mon client le plus fidèle (lo sé, mi clienta más leal)" el dinero fue dado cuando escuche el sonido típico de la cajas "ici tu as (aquí tienes)."

" Merci, je te vois demain (gracias, te veo mañana)" se despidió, seguí su espalda por el rabillo de mi ojo.

Sin pensarlo mucho, me deshice de mi vaso y la seguí.

Camino por dos cuadras hasta que llegó a un edificio que supuse era donde vivía. Mantuve mi distancia. La vi buscar sus llaves con tranquilidad. El sudor me recorría la espalda ante la espera. Una vez que las encontró, se quedó parada sin moverse más. Esperé paciente a que siguiera caminando por olvidar algún mandado.

Seguía allí de pie. Sin inmutarse nada.

¿Estaba esperándome? Imposible, fue discreta.

Ante la falta de acción de ambas, tome la iniciativa. Fui acercándome lentamente, mantenía la cabeza inclinada hacia abajo.

Cuando estuve lo suficientemente cerca, el aroma volvió a inundarme. El impacto del reconocimiento me golpeo fuerte, mareándome un poco.

"Es de mala educación perseguir chicas de esa forma Elizabeth" dijo sin moverse "creí que Miranda te había enseñado eso" me regaño.

Empecé a temblar, mis ojos empañándose lento, ella seguía sin voltear a verme. Esperando algo de mi.

Sin poder evitarlo más, coloque una mano sobre su hombro y la gire.

Era ella.

"Realmente eres tú" la voz me tembló. Las lágrimas brotando sin parar, sin permiso.

"Han pasado algunos años ¿no?" sonrió, de inmediato se le formaron unos hoyuelos en las mejillas.

Quedé muda ante sus palabras, su presencia. Todo.

"¿Quieres pasas?" preguntó con los ojos verdes brillándole intensamente "supongo que vamos a tener una larga charla. Existen preguntas sin responder."

"Me gustaría saber las respuestas" murmuré incapaz de hablar más alto.

Abrió la puerta, invitándome a pasar. Fue detrás de mí de inmediato.

Escuché cuando cerró la puerta.

Esto era algo que necesitaba.  

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