Capítulo 65.

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Al final de la tarde me reúno con Allysa como estaba previsto en el bar donde la conocí por primera vez. No he elegido este lugar al azar. Aún no ha llegado, lo que hace que mi estrés aumente aún más. Me he imaginado varios escenarios posibles y ninguno termina bien.

Recibo un mensaje de texto en el móvil: ¿Se ha echado para atrás? Ese podría ser su estilo: dar rienda a su odio de forma anónima en un blog.

Pero no, es Allison, que me pregunta si estoy libre esta noche. Le respondo con una sonrisa en los labios. "Si, sólo tengo un asunto que atender. ¡Tengo que contarte muchas cosas!"

Dejo el teléfono en mi bolso y coloco mis brazos sobre la mesa. Cuando veo llegar al objeto de mi enfado, mi cuerpo se tensa e intento contenerme todo lo que puedo. No quiero desatar las hostilidades inmediatamente, pero lo que me ha hecho es tan desagradable...

— Hola, Bridget. Siento el retraso.

— No pasa nada.

La miro. Tiene esa actitud de clase, de poder. Ni un solo gesto que no sea elegante.

— ¿Has pedido?

— No. Te esperaba. —mi tono es más frío de lo que me gustaría y apenas puedo disimular mi mal humor. — ¿Que te apetece?

— Un cosmo.

Claro. ¿Que otra cosa podría tomar?

Me levanto y voy a pedir, lo que me permite recuperar un poco la tranquilidad.

Y también poder escupir en su cosmo.

Sé que debería adoptar una actitud normal y relajada, pero cuando regreso, dejo las bebidas con un deje de brusquedad. El silencio se instala entre nosotras durante unos desagradables segundos y finalmente es ella la que rompe el hielo.

Bueno, es una forma de hablar.

— Siento que hayas oído mi conversación con Matt... Espero que hayáis podido hablar después.

Oh, ¿de verdad?

— No puedo decirte que haya sido fácil. Hubiera preferido enterarme de otra forma.

Ella me mira de una forma tan falsamente disgustada que solo puedo aplaudir en mi mente. ¡Pero qué talento tiene! Seguramente habrá tomado clases de actuación de niña.

— Mi hermano ha tenido varias historias complicadas. No es nada personal, ya lo sabes.

¿Estoy flipando o se está riendo abiertamente en mi cara?

A duras penas contento mi furia contra ella, pero por ganas le arrancaría los ojos.

— Hemos hablado mucho y para él, no soy como las demás. Y yo le creo.

— Si... Siempre está convencido de que ha encontrado a la mujer de su vida... Y luego, todo se acaba. —me mira obsequiándome con una inocente mirada que me irrita aún más. — Me hubiera gustado que todo hubiera sido diferente.

¡Pero qué perra! ¡Está disfrutando torturándome!

Pero ahora que sé todo, no sé lo voy a permitir.

Bebo un sorbo, no sin nerviosidad. Sé que cuando pose de nuevo el vaso en la mesa, las cosas se van a acelerar. Una especie de malsana excitación se apodera de mi. No me gusta eso. Me conozco, y voy a explotar y decirle cosas de las que quizás me arrepienta después.

— Es extraño...

— ¿El qué?

— ¡Podría pensar que casi eres sincera! ¡Por favor!—me mira perpleja. Atención, se sujetan los perros en tres, dos, uno... — De hecho, ¿por qué Perséfone? —esta vez sus ojos se agrandan como dos platos. Si, querida, ¡lo sé! — Al principio, te confieso que con ese seudónimo pensé que eras un tipo que quería hacerse el interesante. El tipo de persona con un poco de cultura y que se siente obligado a utilizar una pésima referencia griega. Pero no... Sólo eras tú. Una pequeña mierdecilla que se tira pedos más altos que su culo y que se cree con derecho a todo.

Predecible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora