Capítulo 78.

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Observo mi cara delante del espejo: mi máscara corrida, mi pelo despeinado y mis ojos hinchados. ¡Parece que he atravesado el ojo de un huracán!

El camino hacia mi casa se hizo en un silencio absoluto. Me he quedado enterrada en el asiento del Aston Martin viendo las calles de la ciudad desfilar por la ventana, pensativa. ¡Qué noche!

Cojo una toalla y enrollo mi pelo en ella, después me quito la ropa mojada. Cuando atravieso el salón para coger algo de ropa limpia, Matt está sentado en el sofá mirando algo en su móvil. Paso despacio por delante suya, observándole.

— ¿Quieres que te prepare un baño caliente? —me mira desde arriba, con voz suave.

— No, estoy bien. Voy a buscar algo de ropa seca.

Asiente con una inclinación de cabeza antes de volver a su trabajo. Una vez delante de mi armario, me cambio de ropa interior, ya que la que tengo está mojada, a una de encaje y me pongo una camisa holgada. Me quito la toalla y seco suavemente mi pelo volviendo al salón de nuevo.

Si algún día me hubieran dicho que el gran Matthew Carter se encontraría sentado aquí, en mi pequeño departamento no me lo hubiera creído.

Pero sin embargo, es verdad. El chico de oro de Nueva York, el más sexy del mundo, está aquí, en mi casa. Por segunda vez.

Es surrealista.

Deja su teléfono sobre la mesa y me hace una señal para que me acerque, abriendo sus brazos. Dejo la toalla en un taburete de la cocina y camino hacia él.

Alger está despierto y nos lo da a conocer con un gruñido característico.

— No es nada. Es mi hámster. —me mira fijamente esperando a que termine. — Lo siento. Mi apartamento es muy pequeño y vas a tener que aguantar los ruidos nada discretos de Alger.

Mientras me siento sobre su regazo, con los brazos alrededor de su nunca, inclina una comisura.

— Tú apartamento está muy bien. Yo también tenía un hámster cuando era pequeño.

— ¿En serio?

— Si, se llamaba Looping. Era un pequeño roedor absolutamente insoportable que pasaba todo su tiempo devorando todos mis cables eléctricos.

— Mmh... Alger prefiere probar mis recetas.

— Hay gustos lujosos.

Me rio. Es cierto que lo tengo muy bien acostumbrado. Salvo que ahora está obeso el pobre.

Matt acaricia mi pierna desnuda mientras me mira con más profundidad a los ojos. Dios mío, en estos momentos no hay nadie más que él, podría perderme en ese gris hipnótico.

— Mi equipo de informáticos avanza. Pronto tendrán algo más. Tengo una reunión con ellos mañana por la tarde.

— De acuerdo...

Mi mirada se pierda en la tela del sofá, por alguna razón que desconozco esa noticia me deja indiferente, creo que estoy demasiado conmocionada como para asimilar nuevas informaciones. Como si Matt leyera mis pensamientos, sacude suavemente sus rodillas. Le dirijo una mueca.

— Hey. Confía en mi. Todo se va a arreglar. Jamás dejaré que te hagan daño, ¿de acuerdo?

Suspiro pesadamente sin dejar de mirar al vacío, no debería prometerme lo imposible. Matt me besa en la sien.

— ¿Tienes hambre?

— No...

— Tienes que comer... —no tengo ganas de abandonar sus brazos, este momento de simple intimidad. Necesito esta calma después de la tempestad y antes de la siguiente, así que me acurruco más contra él en respuesta. — De acuerdo...

Predecible ©Where stories live. Discover now