Capítulo 18.

20.2K 1.2K 124
                                    

Me estoy montándo películas. No veo el porqué iba a estar interesado de repente en mí y solo en mí. Pero Carter continúa su discurso como si nada hubiera pasado.

— Como decía Einstein la palabra "progreso" no tendrá ningún sentido mientras haya niños infelices. —el anciano coloca una mano sobre el hombro de Carter, visiblemente afectado por sus palabras. — Este es el sentido que me anima desde hace años. Y los invito a ser generosos con nuestra fundación para apoyar el trabajo que hacemos a largo plazo. Les deseo una excelente velada y agradezco al museo Guggenheim por darnos la bienvenida una vez más, este año. Gracias por vuestra atención.

Su discurso ha sido largamente muy aplaudido. Él simplemente hace un movimiento de cabeza por el aprecio y baja del atril. Después de finalizar, las palabras de los invitados vuelve a elevarse. Me congelo por un momento con el cóctel en la mano, sorprendida por su discurso.

Observo a toda la multitud que deambula de un lado para otro en un murmullo casi ensordecedor. Esto no está mal. En realidad me gusta estar en lugares donde haya muchas personas. Nada me da más miedo que la soledad.

Una camarera me ofrece una copa de champán, cojo una copa cuidadosamente de la bandeja, dejando el otro vaso vacío y le sonrío. Los camareros ya están ocupados destapando los aperitivos de su protector de plástico.

Avanzo como un inspector de una obra, para comprobar que todo se ha hecho como había dispuesto. Y en efecto, todo está como dije. Todo se ve tan verdaderamente delicioso que comienzo a salivar. Decido sacar mi teléfono para tomar algunas fotos del buffet para después ponerlo en mi blog, después de todo he tenido algo que ver con esto.

— Evans.

Esa voz, que ahora conozco tan bien... Esa que me hace sentir millones de temblores en todo mi cuerpo. La de Carter. Me doy la vuelta y me mira de un modo imperceptible, con una leve sonrisa en los labios.

— Buenas noches, señor. 

— Gracias por haber venido.

— Gracias a usted por haberme invitado. Y gracias por... El vestido.

Echa un breve vistazo a todo mi cuerpo, arqueando una ceja.

— Es suyo.

— ¿Está de broma?

— En absoluto.

— Señor, no puedo aceptarlo.

— Está hecho a su medida. ¿Qué quiere que haga con el si me lo quedo? Vestirme de mujer no está precisamente dentro de mis actividades favoritas.

Le miro inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado.

— ¿Hay algo que a usted se le pueda rechazar?

Él simplemente me dedica una sonrisa traviesa.

— Por otra parte le queda muy bien. Sería tonto si no aprovechara otra oportunidad para verla llevarlo.

Me ruborizo al instante. ¡¿Por qué cuando se trata de él todos mis sentidos se vuelven salvajes?! No me sentí así cuando Lawler o Han me han hecho sus cumplidos.

— ¿Que le ha parecido el discurso?

— Ha sido todo un éxito. Parece que usted conoce bien al director del museo...

— Le conozco desde hace años. Forma parte de las personas con la que puedo contar en esta ciudad para apoyar las acciones de la fundación. ¿Admirando su trabajo? —frunzo el ceño, no del todo segura de entender lo que quiere decir. — El buffet. —aclara ante mi repentina confusión.

Predecible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora