Capítulo 83.

6.3K 302 60
                                    

Esta mañana revuelvo la bolsa del té con la cabeza en las nubes y con una sonrisa estúpida en los labios... El agua tiene que estar fría a la fuerza.

Desde hace una semana, floto algunos metros sobre el suelo. Ya le he comunicado a Allison nuestro compromiso y le he contado los detalles de nuestra estancia en París, —no todos obviamente— e incluso hemos tenido sacado algo de tiempo para organizar la boda, ya tengo en la cabeza vestidos de novia, la ceremonia, mi futuro con Matt...

Me ha pedido que viva con él en un nidito de amor que quiere que elijamos los dos. ¡Simplemente estoy encantada! Tiene razón, ¿por qué esperar? La vida puede detenerse de repente, de hoy para mañana.

Con Matt sé que voy a vivir una vida llena de pasión y de descubrimientos, sé que no me aburriré jamás. Pero también sé que tendremos tormentas que atravesar. No me hago ilusiones sobre el hombre con el que me he comprometido. He aceptado las reglas de juego. Pero le acepto como es, con sus cualidades y sus defectos.

De repente una especie de arcada sube por mi estómago. Intento detenerla pero el estómago se retuerce. Voy corriendo al fregadero de la cocina a vomitar, pero no sale más que saliva.

Me quedo debajo del chorro del agua fría, esperando que esa desagradable sensación se vaya como ha venido. Después de uno minuto, me muevo con dificultad hasta el sofá, la cabeza me da vueltas y mis piernas me están fallando. Me tumbo un instante para recuperarme, coloco una mano sobre mi frente. Está fría.

Cuando me siento un poco mejor, vuelvo a la cocina a servirme un vaso de agua con azúcar. Quizás es sólo una bajada de tensión. Pero rápidamente vuelve la misma sensación pero esta vez con espasmos.

— ¡¡Oh, mierda!!

Voy corriendo rápidamente al fregadero y vomito el agua que acabo de tomar. Titubeante, vuelvo a tumbarme en el sofá. Es realmente extraño porque me sentía muy bien hace apenas unos minutos.

Cojo mi teléfono y envío un mensaje a Matt para decirle que no voy a ir por la mañana. De repente me asalta una duda horrible.

¿Vértigo, vómitos...? Mi cerebro empieza a calcular como un paciente.

Calculo mi ciclo con los dedos de la mano... Y constato que, si mis cálculos son buenos , llevo una semana de retraso. Y añado además, que desde ayer mis senos están más dolorosos, como cuando voy a tener la regla, salvo que esta mañana, no tengo nada.

— ¡No, no! ¡No puede ser verdad!

Mi corazón se encoge en mi pecho y es la adrenalina, la que me da fuerzas para llegar al baño. Abro cajones en busca de un viejo test que compré hace un año cuando tuve otra relación. Lo había guardado por si alguna vez lo necesitaba.

Finalmente encuentro mi viejo test en el fondo de mis cosas. Espero los resultados en el salón mordiéndome las uñas. Son los tres minutos más largos de mi vida.

Los codos sobre las rodillas y las manos sobre la boca, me siento en esa posición para comenzar a rezar en silencio. No tengo ninguna duda, no quiero ningún niño ahora. Este no es un buen momento.

Cuando el tiempo ha acabado, cojo el test que está en medio de la mesa. Me tiemblan las manos y mi corazón late muy deprisa. Cuando aparecen las dos barras rosas sobre el indicador, contengo la respiración. Y aunque una es un poco borrosa, es bien visible, parece ser que no hay ninguna duda.

Predecible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora