Desperté al sonido de la ducha abierta. Me desperecé y luego rodé hacia el lado contrario de la cama, que daba al baño. Me senté en la orilla con todo mi pesar, pues una ola de frío azotó todo mi cuerpo, asiqué me encaminé con prisa hacia la puerta entornada.
Al entrar, el cálido vapor de agua me envolvió, apartando el frío de hace un momento.
-Que bien, - exclamó Severus – tendré compañía. ¿Quieres una ducha o aún no te has despertado y prefieres un baño?
-¿Hay tiempo?
-A no ser que retomemos lo de anoche, de sobra.
-En ese caso prefiero el baño – bostecé.
Mientras el terminaba de llenar la bañera, aproveché para hacer mis necesidades.
-Ya está – sentenció él cerrando el grifo, poco después de que yo hubiera tirado de la cadena.
Con cuidado metí los pies en el agua, y una vez que Severus ya estaba recostado sobre la porcelana, me tumbé cuidadosamente sobre él.
-Se está genial – comenté.
-Contigo a mi lado siempre.
-Eres un cursi.
-Para una vez que me salen cosas así… - bufó – Luego no te quejes.
-Yo no me quejo de ti. Si me quejara de verdad seguro que me hubieras mandado hace mucho a tomar viento, con ese carácter tuyo. Si alguna vez te he incordiado ha sido para hacerte rabiar.
-Gracias por desvelarme tu secreto, así te tengo fichada para la próxima.
-De nada, cœur.
-Mmm… Es la primera vez que te escucho hablar en francés – acarició mi espalda –. Tienes una pronunciación muy bonita.
-No te acostumbres mucho, no me gusta usar el francés a no ser que sea necesario, es decir, cuando voy o viene la parte de la familia francófona de visita.
-Bueno, en el fondo parte de mi familia también es francesa.
-Tú de francés no tienes nada, aunque bueno, también eres la persona con la que hago excepciones de todo.
-Tú tienes aritmancia, ¿no? - cambió de tema.
-Así es.
-¿Y cómo se te da?
-Bastante bien, no me puedo quejar.
-¿Me dejas ponerte a prueba?
-Inténtalo.
-Bien, a ver si descifras: 7x-9i >3(7x-7u).
-Eso es muy fácil, a ver déjame pensar.
Empecé a hacer cuentas en mi cabeza, y al final llegué a i<3u, una de las abreviaturas de “te quiero”.
-Sigo pensando que eres un ñoño – sentencié.
-Apática.
-Por cierto, yo también te quiero.
Después de las clases y antes la cena, estaba tranquila haciendo los deberes junto a Copeland cuando mi hermano interrumpió en la Sala Común junto con sus amigos, acompañados por una estridente risa. Hablaban algo sobre un “cara rajada” y los dementores.
-Ly – me llamó James llamando mi atención y sentándose a mi lado –. necesito que me hagas un favor.
-Dispara, luego ya veremos – contesté.
-Bueno, tú eres buena en pociones, ¿verdad?
-Ajá.
-Es que resulta que no consigo ver la manera de como averiguar de antemano el resultado final de una poción.
-Veamos, de entre todas las cosas que tienes que encontrar las más destacables, por ejemplo, entre muchos ingredientes encontramos un alto porcentaje de contenido en extracto de remolacha, azúcares, abundante líquido, ajenjo y vitaminas como la C o la K. Intenta decir uno a uno para lo que sirve cada uno.
-Veamos… Los hidratos de carbono sirven para aumentar la reserva energética del organismo, al igual que el ajenjo y… ya no sé seguir.
-Con lo que me has dicho podrías ya deberías ir descartando algunos.
-Pues sigo sin ver nada.
-¿Sabes para que sirven las vitaminas C y K? – él negó –La primera ayuda a la absorción del hierro, que es muy abundante en la remolacha, y la K es coagulante.
-Ah… Poción reabastecedora de sangre.
-Claro – dije con obviedad –, quizás si tuvieras algo más de conocimiento en fisiología no tendrías tantos problemas. Y si te bloqueas intenta ir al siguiente e ir completando poco a poco los diversos elementos para el tratamiento de un determinado cuadro clínico.
-Entonces, si tengo por ejemplo ingredientes ricos en calcio y vitamina D, ¿podría ser la poción Crece-huesos?
-Es muy probable.
-Perfecto. Muchas gracias, me has salvado la vida – dicho esto se fue.
-Últimamente hay gente que solo se te acerca si tiene dudas de pociones, parece que te han visto cara de Snape 2.0 – comentó Cope divertida.
-Ja, ja, que graciosa estás hoy. Eres una aprovechada, has ido al chiste fácil, ya no te cuento más cosas.
-Oye, no te pongas así, era una broma y nadie más lo ha escuchado. Y si lo ha hecho alguien no sabe a qué me refería. Pero hay que admitir que se te ha pegado un poco de él.
-¿De verdad? – pregunté más preocupada.
-Últimamente te noto más fría y cortante con los demás.
-Intentaré llevar más cuidado. ¿Nos vamos ya al Gran Comedor?
-Vale, pero prométeme que mañana te pondrás a explicarme las cinco reglas de Daworth-Granger.
-Sin problema, puedes contar conmigo.
Al día siguiente me volví a despertar con las agujetas de días anteriores, a pesar de que anoche nos limitásemos a andar a paso rápido por los terrenos del castillo.
Durante el desayuno recibí una carta con una caligrafía pulcra y alargada que rápidamente reconocí como la de mi padre.
Aquella correspondencia trataba sobre unos arreglos de un juicio. Los motivos exactos no se decían, solo se hablaba de algo relativo a mi hermano y de una “bestia peligrosa para los alumnos”. Si había sucedido algo, yo no me había enterado.
Quizás a la noche le podría preguntar a Severus si sabía algo.
Salí del comedor junto a mi mejor amiga, para luego dirigirnos a la clase de Defensa, que compartíamos con los Gryffindors y donde Copeland se sentada con George y yo con mi mejor amigo, Fred.
Este último año notaba que mi relación con Fred se había enfriado un poco. Antes pasábamos mucho tiempo juntos y ahora es raro que nos veamos fuera de clase, aunque nuestra manera de comportarnos el uno con el otro no hubiese cambiado en nada.
Durante casi toda la clase mi cabeza estuvo dándole vueltas al asunto y cualquier otro tema que se me pasara por alguna u otra razón.
Por muy buenas y didácticas que fueran las clases del profesor Lupin, me aburría en ellas por ser demasido sencillas, y eso él lo notaba.
-Tienes un grado de dominio de séptimo, no hace falta que vengas a clase, no tendrás ningún problema en pasar los exámenes – dijo el castaño cuando solo quedaba yo en su aula.
-Gracias, pero no quiero destacar, demasiado es ser una Malfoy.
-También me he fijado en que no tienes complejo de pureza de sangre.
-Es usted muy agudo profesor. No, no comparto esos degradantes ideales, a diferencia de varios miembros de mi familia.
-Eres una persona bastante curiosa, pareces incluso sacada de un libro idelaizado.
-Me tomaré eso como un halago.
-Por supuesto, todo va con buena intención.
-¿Sabes? Aunque me aburra en las clases tengo que admitir que tienes maña para esto, de momento eres el segundo mejor que visto.
-¿Se puede saber quién es el primero?
-No, pero te puedo asegurar que nunca ha enseñado DCAO.
-Interesante…
-Ahora si me disculpa profesor, debería irme ya o llegaré tarde a clase de Aritmáncia.
-Claro, siento retrasarte. Me gustaría poder hablar más contigo algún día.
-Cuando quiera – le di una sonrisa cordial y salí de ahí con prisa.
Tras la rara cena, consistente en varios trozos de wraps de pavo con queso y verduras y algo de helado de limón, bajé directamente hacia las mazmorras, donde entré en el despacho de Severus.
Tuve que esperar un rato a que este llegara.
-¿Llevas mucho esperando? – escuché una grave voz detrás de mí.
-Algo, la verdad.
-Ve a tu habitación a ponerte algo cómodo y abrígate.
-¿A dónde me vas a llevar?
-A dar un paseo nocturno por los terrenos, ahora ve a cambiarte.
-Tardo cinco minutos.
Me fui con paso rápido a la habitación y me cambié el uniforme por unos confortables pantalones harem de chándal, una camiseta de manga corta y una chaqueta por encima.
Salí pasando desapercibido entre toda la gente que había en la sala común y me encaminé hacia el despacho, donde el “murciélago de las mazmorras” me esperaba sentado sobre su escritorio y cambiado de atuendo.
-¿Nos vamos? – preguntó seco.
-Claro.
Salimos de allí a un paso rápido que intenté seguir toda la caminata. Recorrimos como la mitad de los terrenos, rodeando todo el lago negro y dando algunas vueltas alrededor y en las cercanías del campo de Quidditch.
Cuando llegamos de nuevo a su despacho caí rendida sobre el sofá como una pesa cual caída libre.
-Cómo no me lleves tu a mi cuarto no va a haber quién me mueva de mí - me quejé en voz alta.
-Por mí podrías quedarte, pero no me hace mucha gracia que pasemos tantas noches juntos en el castillo. Sé me hace raro e incómodo el tener que estar escondiéndose y siento, a la vez, que estamos abusando de la libertad que nos ha dejado Albus haciéndose “el ciego”.
-Pues ya sabes, mañana déjame en el cuadro de los dormitorios y no me traigas hasta aquí.
-Tienes cara de cansada.
-Cuando menos te lo esperes voy a tener los ojos cerrados.
-Está bien, por hoy pasaré las contradicciones de mi cabeza por alto. Anda, vamos a dormir.
-No puedo moverme… - me quejé.
-No seas floja o te vas a tu cuarto.
Me puse lentamente de pie y lo seguí hasta su habitación.
Me quité la chaqueta y los pantalones y me tiré en la cama. Poco antes de quedarme dormida noté como Severus se acomodaba a mi lado y besaba mi frente.
Una suave y fría brisa golpeaba mi rostro y desordenaba mi cabello. Todo a mi alrededor estaba destruido, había muchos ladrillos rotos por el suelo.
Notaba algo húmedo bajando por mis mejillas, estaba llorando. “¿Por qué?” me pregunté aun a sabiendas de que no iba a conseguir respuesta alguna.
Comencé a andar y todo a mi alrededor me empezaba a sonar, estaba en Hogwarts. Entonces, a lo lejos en la puerta vi una figura familiar y no pude evitar caer de rodillas llorando y contemplando un anillo de oro con un pequeño detalle en el centro que brillaba intensamente con un blanco muy levemente azulado.
Cerré los ojos y cuando los abrí me encontré con los oscuros ojos de Severus.
-Si quieres ducharte, levántate ya o te perderás el desayuno.
Eso me hizo ponerme rápidamente de rodillas en la cama casi de inmediato.
-Tampoco hace falra que te pongas así, hay tiempo de sobra para que nos duchemos los dos.
-¿Juntos o separados?
-Había pensado en separados, pero si te supone un gran inconveniente haré un enorme sacrificio y me ducharé contigo.
-Vamos exagerado – le extendí la mano.
-Ya voy, cabezona insufrible – agarró mi mano y se incorporó de la cama.