El plan para ese día era pasar la tarde en la casa, concretamente en la piscina, y luego, salir por la noche a cenar y dar una vuelta por la playa.
Después de un rato mirando la televisión muggle desde el sofá fui a la habitación a cambiarme y ponerme uno de los varios biquinis que me había llevado. Finalmente, me heché la toalla al hombro y salí de ahí.
Severus se había quedado dormido en el otro sofá y, sinceramente, se veía tan relajado que no quería despertarlo. Apagué el televisor y besé su frente antes de salir al jardín.
Lo primero que escuché tras dejar la toalla fue un silbido de parte de Nikolaj, quien ya estaba en la piscina.
- ¿En serio? ¿Era necesario? - respondí molesta.
- Lo siento ha sido la costumbre, pero también es que ese cuerpo lo merece.
- Eres un idiota - dije antes de tirarme de cabeza a la piscina.
- Y dime - escuché al salir del agua -, ¿cómo te va con el hermano del idiota? - dijo con un tono bromista.
- Pues mejor de lo que me hubiera imaginado jamás, no pensaba que fuera tan cariñoso. Aunque a veces tenemos algunos choques de opiniones, pero si todo fuera perfecto acabaría aburriendo, por mucho que quieras a esa persona.
- En el fondo es una buena persona a la que le ha faltado compañía en su vida, al contrario que a mí.
- Lo sé, es una gran persona, pero...
- Pero no deja que casi nadie atraviese su dura coraza de frialdad - me interrumpió y quitó las palabras de la boca -. Siento el pequeño numerito que te monté en Navidad, yo no soy así y de verdad que me agradas para él, solo me dejé llevar por el miedo, no quiero que un ser querido salga malherido.
- No te preocupes, no eres el único que se preocupa por él.
- ¿De qué estáis hablando vosotros dos? - preguntó una tercera voz, correspondiente a un pelinegro, el cual se sentó en el borde de la piscina, mojando solo sus pies.
- De la cuñada tan enrollada que tengo - respondió su hermano -. Eres un jodido con suerte.
- Lo sé - replicó con una falsa superioridad, aunque a su vez diciendo lo que de verdad pensaba.
Pasamos la tarde jugando y hablando allí en la piscina y el jardín, para luego entrar a la casa cada uno a ducharse.
Estrené el "plato" de ducha con mi pareja y nos bañamos en un tiempo record para estar los dos juntos. Mientras yo terminaba de arreglarme, lo que llevó unos escasos minutos, Severus se quedó leyendo sentado en un cómodo sillón que había en la habitación.
- Severus - me acerqué a él -, ¿va todo bien entre nosotros?
- Eso creo yo, ¿por qué?
- Hay una cosa que es imposible quitarme de la cabeza, aun no queriendo pensar en ello.
- A ver si adivino, ¿tu "prometido"? - asentí -. La verdad es que a mí también me preocupaba al principio, aunque no lo quisiera mostrar, quería hacer el fuerte ante ti, pero después de mucho pensarlo - me cogió las manos - es alguien con quien, conociéndote como te conozco, tu no querrías estar nunca y de todos modos ahora está en paradero desconocido, cuando haga acto de presencia ya pensarás en eso. Yo sigo teniendo los mismos sentimientos hacia ti, y no volvería atrás para cambiar nada.
- ¿Sabes? A veces eres muy cursi. Cambiando de tema, ¿salimos ya? Nikolaj debe estar esperando.
- No te preocupes por él, tarda el triple que tú en alistarse. Además, ahorra toda la fuerza que puedas, esta noche te hará falta.
- ¿Harás algo indecente conmigo?
- No, solo tendremos una noche no apta para menores de 17 - acarició mi pierna.
- Creo que me gusta el plan - le sonreí pícaramente mientras tomaba entre mis dedos uno de los mechones de su pelo negro.
Llamaron a la puerta.
- ¿Estáis visibles? - preguntó el menor de los Snape abriendo la puerta y tapándose los ojos con una mano.
- Sí - le contesté.
- Perfecto - se quitó la mano de los ojos -, ¿nos vamos ya?
- Claro - dijo Severus poniéndose en pie.
Antes de salir de la casa el pelinegro se me acercó mientras el castaño intentaba abrir la puerta con su varita. "Vas preciosa", susurró en mi oído.
Salimos fuera y vi un automóvil muggle. Miré a Severus con confusión, pero el solo se encogió de hombros y se montó en el asiento del copiloto. Me senté en el asiento central de los traseros.
Nikolaj comenzó a conducir y en unos diez minutos aparcamos en un recinto privado al lado de la playa. Bajamos y comenzamos a andar hasta una terraza, donde nos sentamos.
- Aquí no hay lugares apartados, por lo que la única manera era venir en coche - explicó el conductor una vez que leyó la carta -. Mi hermano sabe también conducir, pero no por la derecha, por lo que si se tercia él conduce en Inglaterra y yo aquí.
- ¿Enserio? - miré a Severus, quien se limitó a encogerse de hombros - No me lo esperaba.
Nik se encargó de pedir toda la comida, ya que él era el que conocía mejor la gastronomía de allí. Sin duda lo mejor de todo fue el jamón curado.
Después fuimos a dar una vuelta por la playa. Me puse la chaqueta que llevaba atada en la cintura, ya que hacía un aire bastante frío.
Me descalcé y fui por la orilla, mientras llevaba los zapatos en la mano. En los pies sentía la combinación de la arena fría y el agua caliente de haber estado todo el día al sol.
Ellos dos iban un poco delante hablando y yo disfrutaba del sonido de las olas, la tranquilidad, la oscuridad y el viento en la cara. Mis huellas se marcaban en la húmeda tierra a mi paso, mientras que segundos después el océano se encargaba de borrarlas.
Cuando llevábamos un tiempo decidimos volver, pero por el paseo que había asfaltado e iluminado. Me sacudí bien los pies en un apartadero, me puse los zapatos y seguimos el camino.
Muchas veces se me abría la boca y los dos me miraban de reojo riendo.
- ¿Ya estás cansada? - preguntó Nikolaj - Que poco aguante.
- No, pero a partir de cierta hora siempre comienzo a bostezar, es como una alarma de mi reloj biológico.
- ¿Seguro? - preguntó Severus - Es la primera vez que te veo bostezar tan seguido.
- Seguro, es que este paseo tan lento que mi cuerpo se viene abajo.
- Pues marca tú el ritmo - propuso Nikolaj -, nosotros nos adaptaremos.
- Está bien.
Aumentamos el ritmo mientras íbamos los tres hablando, ellos delante y yo unos milímetros por detrás, entre ambos.
A mitad del camino ellos se quedaron parados, provocando que yo también lo hiciera.
- ¿Chicos? - dijo una voz femenina proveniente de una mujer muy bella delante de nosotros - ¿Qué estáis haciendo aquí? Por Circe, hace siglos que no nos vemos, que casualidad - se acercó y le dio un beso y un abrazo a cada uno -. Puede que no sea de mi incumbencia, pero ¿qué hace una chica tan bella con dos tipos tan idiotas? - preguntó mirándome y luego a los hermanos.
- Gracias por preocuparte Ellen, estamos estupendamente bien - dijo irónicamente Nikolaj.
- Pero mírate Nik - le puso la mano en las mejillas -, estás tremendo. Estos dos años desde la última vez te han sentado de maravilla y Severus... - se quedó unos segundos mirándolo - a ti hace más tiempo que no te veo, pero has mejorado mucho físicamente, ¿alguna razón en especial?
- No es de tu incumbencia - respondió indiferente.
- Tiene novia - añadió su hermano.
- ¡¿En serio?! - respondió feliz - ¿Ya has conseguido sacar de tu corazón a esa asquerosa pelirroja?
- Sí, a las dos, y deberías tener un poco de respeto con las personas.
- Si tú lo dices... ¿Nadie me va a presentar a vuestra amiga?
- Ella es Lyra, mi pareja - contestó Severus mirándome y con una pequeña sonrisa en los labios.
Si él me presentaba como su novia ante alguien es que tenía que ser una persona que gozara de su absoluta y total confianza.
- Oh, no me lo esperaba, pega más con el pequeño Nikolaj, pero bueno, ha hecho una gran elección - le guiñó un ojo a Severus -. Yo soy Ellen Brooks, antigua compañera de curso de tu novio - me tendió la mano.
- Encantada - se la cogí durante unos segundos -. Pareces mucho más joven.
- Gracias - respondió alagada y con entusiasmo.
- ¿Y qué te cuentas? - le preguntó Nikolaj.
- Pues el otro día me encontré en El Ministerio con Lucius, hice cómo si no lo viera, pero él me vio y se acercó para charlar un rato - suspiró.
- ¿Sigues igual? - preguntó Severus.
- Sí, creo que nunca se me pasará. Seguimos igual que hace dieciocho años, contándonos las penas el uno al otro - se rio sin ganas - A ti no te lo diré Severus, pero Nik, cuando quieras algo mis puertas están abiertas, ya sabes donde vivo.
- Ellen ha sido amante de los dos - me explicó Severus, soltando la bomba.
- No te preocupes, solo hemos tenido tres o cuatro polvos, nada serio, y si alguna vez te cansas de su buena polla, también estoy abierta a experimentar con mujeres - de reojo vi a Severus suspirar, estaba demasiado tenso con todo esto.
- Gracias, pero estoy muy bien tal y cómo estoy - respondí mientras Nikolaj reía por lo bajo.
- Bueno, más que amante de los dos - intervino el castaño - deberíamos decir de los tres.
- ¿Quién es el tercero? - pregunté curiosa.
- Lucius - respondió animado y divertido Nikolaj.
- Fue antes de salir con tu madre - aclaró rápidamente Severus.
- Espera... ¡¿has dicho madre?! ¡Severus Snape, explícate ahora mismo! - entró en la conversación Ellen alterada.
- ¿De verdad que tú no has podido reconocer a Lyra Malfoy? Estás perdiendo facultades - intervino Nik, a quien le seguía divirtiendo todo el asunto.
- Pero si no se parece en nada a sus padres - reclamó indignada.
- Literalmente en nada, Lyra es única - añadió Severus.
- Eres un romanticón - le miró Ellen con una mirada pícara.
- Más bien un cursi - añadí.
- Oye - se quejó Severus -, siento te que ofenda mi sinceridad.
- Volviendo al tema, ¿qué hacéis aquí? - preguntó Ellen más calmada.
- Hemos venido a pasar unos días de vacaciones, hay una casa sobre los acantilados a nombre de los Prince - respondió Nikolaj - ¿y tú?
- He venido con unas compañeras unos días, mejor eso que estar sola y aburrida en casa en vacaciones.
- Y yo que te iba a decir que te vinieras esta noche.
- No te preocupes, solo tendría que avisarlas.
- Pues vamos - Nik la cogió de la mano y tiró de ella.
- Es hacia el otro lado.
Cambió de dirección y me quedé un poco detrás con Severus, a esa distancia ellos ya no podrían oírnos.
- ¿Te molesta? - me preguntó con cierta preocupación.
- Debo admitir que al principio me sentí algunos celos, pero no, no me molesta, solo no me esperaba encontrarme alguna vez a alguna de tus anteriores aventuras.
- Solo fueron eso... aventuras.
- Y te creo. Parece muy amable, me gustaría conocerla mejor.
- Créeme que es mejor que no, es demasiado pesada.
- ¿Y yo? ¿Soy demasiado pesada?
- Para nada, ¿de dónde has sacado eso?
- Era simple curiosidad.
El camino de regreso a la casa fue tranquilo. En el coche Severus y yo íbamos detrás, cada uno pensando en lo suyo, pero con las manos rozándose sobre el asiento central, mientras en los asientos delanteros Nikolaj y Ellen tenían una conversación muy animada, pero que a la vez me sonaba muy distante.
Entré en la casa con cansancio y me fui directamente a la habitación, donde me tiré a la cama. Severus entró minutos después, cerrando la puerta con un hechizo.
- ¿Estás cansada?
- No.
- ¿Cómo es que no te has cambiado?
- Estaba esperando a que me quitaras tú la ropa - sonreí.
- Eres increíble - dijo negando con la cabeza.
Se sentó en el borde de la cama y se descalzó, para luego quitarme también los zapatos. Luego se subió sobre mí, sujetándose con sus brazos para no poner todo su peso sobre mí, y colocó su frente contra la mía.
- Eres preciosa - nos dimos un beso lento y largo.
- Idiota - le robé un corto beso -, te quiero.
- Y yo a ti, amor.
Sus manos recorrían mi espalda por debajo de la camisa hasta llegar hasta el broche del sujetador, el cual desabrochó para luego quitármelo sin quitarme la camiseta.
- Estás juguetón hoy,
- Digamos que disfruto mucho más con los preliminares.
- Ya somos dos.
Iba a hablar, pero lo callé con un beso y noté como sonreía bajo mis labios. Él pasó a besar mi cuello y a quitarme con cuidado los pantalanes cortos mientras le acariciaba el pelo y con una de mis piernas acariciaba el bulto que se empezaba a formar en su entrepierna.
Él tenía mucha ropa, asique comencé a desabotonar su camisa de manga corta, ajustada a su delgado y delicado cuerpo.
Con un mordisco en mi cuello me encendió un poco, me senté sobre él mientras me quitaba la camiseta, que dando en bragas. Él también se incorporó, terminando de quitarse la camisa.
Nos miramos con lujuria y el deseo contenido durante todo un mes. Sus manos me aferraban contra su torso, donde mis pezones se pusieron erectos ante el roce constante con su piel.
Nos besamos y le empuje para que se quedara tumbado en la cama, Poco a poco fui recorriendo su torso con un camino de besos, hasta que llegué a su pantalón, donde "mordí" por encima de la tela su erección para luego morder su cinturón, para que él se lo quitase.
Al dejar de sentirme moverme se alzó un poco para luego volver a caer, desabrochando el cinturón, el botón y bajando la cremallera. Se lo terminé de quitar y saqué su pene del bóxer sin quitárselo.
Lo masturbé un poco con mi mano para luego lamerlo y finalmente metérmelo poco a poco en la boca. Notaba como estaba medio incorporado para verme y también su respiración entrecortada y algunos gemidos roncos que se escapaban de su laringe. Al poco de empezar le quité el calzoncillo porque estorbaba.
Terminó en mi boca, bueno, mejor dicho, garganta. Me levanté relamiendo mis labios y cuando menos me lo esperaba me tiró a la cama, invirtiendo las posiciones. Me hizo exactamente lo mismo que yo hice con él, solo que usaba sus manos y su boca a la vez conmigo.
- ¿Algo más ante de que entre? - dijo mientras frotaba su pene.
- Déjame probar encima - le pedí.
- ¿Segura?
Asentí ante su pregunta.
Él se sentó en la cama por un momento para luego ayudarme a levantar y posicionar.
- Abre las piernas... - iba diciendo - Así, bien... - acomodó su glande en mi entrada - Ahora ve bajando despacio.
Sus manos en mi cintura me iban ayudando a adaptarme, hasta que me sentí capaz de moverme con libertad por mí misma.
Lo tiré de vuelta a la cama, apoyé las manos sobre su pecho y comencé a cabalgarlo, hasta que llegó un momento que Severus no aguantó más y me tumbó bajo él para tomar las riendas y marcar un ritmo más rápido y fuerte.
Terminé un poco antes que él con unos gemidos que se lo avisaron, pero sus movimientos, ya erráticos, anunciaban su inminente venido.
Salió de mí y se desplomó a mi lado. Ambos cuerpos estaban cubiertos de sudor.
- ¿Te quedan fuerzas? - comentó un Severus que intentaba recuperar el aliento.
- Algunas, ¿por?
- Coge tu varita - la saqué de la pulsera -. Ahora apunta a tu vientre bajo - me cogió la mano y la guio -. Aquí. Ahora di "Inibere fusio".
- Inibere fusio - sentí una fría corriente similar a la que experimentaba cuando lo hacía Severus.
Lo miré y lo besé metiendo la lengua en su boca. Como ya estábamos recuperados, el pelinegro cubrió nuestros cuerpos con una fina sábana.
- Buenas noches pequeña.
- Buenas noches amor.