El camino a Hogwarts se hizo más largo de lo normal, tanto que en el final del recorrido me quedé dormida.
- … Despierta – escuché una voz – Lyra, venga despierta – era la voz de Fred.
Me froté los ojos y luego los abrí.
- ¿Dónde estoy? – me acurruqué en el asiento.
- En el tren, estamos en a un cuarto de hora de llegar a Hogwarts.
Las luces estaban encendidas y afuera la luna brillaba entre la oscuridad de la noche y rodeada de estrellas.
Miré a mi alrededor y no vi ni a George ni a Copeland. Antes de sestear ellos estaban allí.
- ¿Dónde están? – pregunté refiriéndome a ellos.
- Se fueron harán como quince minutos, seguro que han encontrado un compartimento vacío y están haciendo todo lo que no pudieron en las vacaciones.
- Dependen demasiado el uno del otro y eso no es bueno - dije mientras me frotaba los ojos.
- Y menos mal que quedaron un día en vacaciones.
- Creo que va siendo hora de que me cambie. Ayúdame a quitarme esto – tiré de mi jersey
- A tus órdenes – tiró de él hasta que salió por mi cabeza.
Iba con la fada del uniforme y la camisa debajo del jersey, por lo que solo me tenía que poner la corbata y la túnica.
- ¿Por qué siempre vas a medio vestir?
- Porque me da pereza tener que cambiarme luego – reí.
- Ay va, ya se ha despertado la Bella Durmiente – entró con energía Copeland.
- ¿Cómo que bella durmiente? – pregunté extrañada.
- Es un cuento muggle que mi madre me leía. Está escrita por los hermanos Grimm, que son algo así como la versión de Beedle el Bardo muggle. Pero a diferencia de que a ti seguro que no te ha despertado tu príncipe “azul” – gesticuló las comillas con las manos – con un beso.
- Ja, ja, que graciosa – la miré enfadada.
- ¿Quién tiene un príncipe azul? - dijo George entrando.
- Nadie – solté cortante.
- Por Circe, que mal despertar.
- No, es tu novia la que me ha puesto así.
En poco tiempo llegamos a la estación en Hogsmeade y unos carros nos llevaron hasta el castillo.
Después de la cena cada alumno se fue a su correspondiente dormitorio.
En la sala común había mucho ruido así que fuimos al dormitorio de ella, ya que sus compañeras se quedarían fuera al menos una hora más.
- Cuéntame – me senté en su cama.
- George dice que no quiere tocarme hasta que tengamos los 15.
- Lo veo lógico.
- Pues yo no, llevamos más de un año juntos y siento la necesidad de un poco de contacto físico, no quiero acostarme con él aún, pero sí tener algo más íntimo.
- No tengas prisa, eres muy joven aún para entrar en ese mundo.
- Tu llevas dos meses con él y seguro que has hecho muchas más cosas que yo.
- Sí, pero primero, yo soy tres años mayor y, segundo, él y yo habíamos pasado algo inconcluso antes si quiera que vosotros dos empezaseis – contesté tranquila.
- Lyra – preguntó con miedo – ¿sigues siendo virgen?
- Sí, y si estás tan ansiosa piensa que tú la perderás mucho antes de lo que yo lo haré.
- Eso no me tranquiliza, ¿qué tal vuestra escapada?
- Bien, visité por primera vez Irlanda y luego, por casualidad, conocí a su hermano.
- ¡¿Tiene un hermano?! ¿Cómo es?
- Es mono, con el pelo castaño, los ojos negros y la piel algo tostada y muy simpático.
- No me lo llevo a imaginar, ¿Cuántos años tiene?
- Creo recordar que 22, es decir, cinco años más que yo.
- Y estás con el mayor, definitivamente no sabes elegir.
- Lo siento, pero no soy capaz de elegir de quién me enamoro.
- Que filosófico. Por cierto, ahora me has dejado con la intriga de conocerlo, ¿crees que algún día lo veré?
- No veo por qué no, además es otro león, como tu novio.
- ¿Enserio? ¿Seguro que es su hermano?
- Yo me pregunté lo mismo.
- Es que siendo el mayor el jefe de su enemiga secular…
Cuando las compañeras de su cuarto llegaron yo me marché. No pude dormir, hasta que una hora después Norm se levantó de mis pies y se acostó a un lado de la cama.
Me costó volver a hacerme con la rutina y el tema estrella seguía siendo quién era el heredero de Slytherin que estaba abriendo la Cámara de los Secretos.
Después de la cena fui al despacho de Snape y allí pasé varios minutos intentando, sin logro alguno, lanzar un conjuro no verbal.
Cuando al fin lo intenté siguió el enfrentamiento en duelo, donde a medida que pasaban los días aprendía a leer los movimientos del adversario y a analizar la acción.
A principios de febrero todo iba demasiado bien, el primer sábado pude quedar por primera vez en el año con Severus para pasar algo de tiempo a solas y sin clases de por medio. Cuando llegué él estaba sentado en el sofá de su despacho con un libro sobre su regazo.
- Si lees así te vas a fastidiar el cuello.
- Gracias por interrumpir mi lectura – cerró el libro, lo apartó y se puso de pie.
- De nada.
- Tristemente, tenemos dos opciones o nos encerramos en mis habitaciones o vamos a la cabaña que Dumbledore me habilitó en el bosque prohibido. Personalmente creo que sería conveniente ir al bosque en otra fecha, ahora es difícil de acceder.
- Entonces solo hay una opción – me acerqué hasta quedar a su lado –. Aunque cualquier sitio me parecería bien mientras estemos juntos.
- Lamento no poder sacarte de Hogwarts.
- No te preocupes por eso – dije restándole importancia.
Lo seguí hasta su salón y allí nos sentamos uno al lado del otro en su sofá.
- ¿Qué quieres hacer? – acarició la piel de mis muslos.
- Cualquier cosa que se te ocurra irá bien.
- ¿Y si hacemos lo que hiciste con Nik? Creo que podría saber más de ti.
- Está bien, yo comienzo, iré a lo que ya se, ¿edad?
- 32. ¿De dónde sacaste a tu Kneazle?
- Vas a preguntas fijas, ¿eh? Cuando tenía sobre seis años iba andando de vuelta a mi casa con mi padre. En medio del silencio de una noche que comenzaba a teñir el azul del cielo escuché un pequeño maulló. Rápidamente busqué de donde venía y lo vi a él, encogido, con el tamaño más o menos de mi puño y desnutrido. Es mi turno, cuéntame algo de tu familia.
- Te advierto que no va a ser una conversación agradable.
- Solo quiero comprenderte y saber tu pasado – cogí su mano.
- Mi padre era muggle y mi madre una sangre pura, cuando él se enteró de que ella tenía magia comenzó a maltratarla, para ese entonces mi madre ya estaba embarazada de mí. Mis primeros años fueron horribles. Luego, cuando mi madre estaba embarazada de mi hermano, mi padre murió en un accidente. Mis abuelos contactaron con mi madre y nos ayudaron un poco. Poco después, durante la Primera Guerra Mágica, mi madre calló enferma y duró muy poco tiempo. Mis abuelos se hicieron cargo de mi hermano, puesto que era menor, pero murieron el verano después de la caída del Señor Tenebroso. Desde entonces él y yo estamos muy unidos, aunque no lo parezca.
- Lo siento… Por hacerte hablar sobre eso, yo no sabía… - apreté su mano.
- No te preocupes – dijo con su habitual sequedad para luego sorprenderme con un beso – Creo que a lo mejor que vas a molestar un poco con mi siguiente pregunta.
- Da igual, dime.
- ¿Por qué eres tan insegura? Y no trates de negarlo porque se nota a leguas.
- ¿Tanto? – pregunté con miedo.
- No, en verdad no lo dejas ver, pero a veces se te escapan algunos comentarios por lo bajo y yo tengo una audición muy aguda.
- La verdad es que no sé porque no tengo confianza en mí misma, pero es una cosa que me acompaña desde siempre. Es una sensación de miedo e ignorancia que a veces está en mi pecho.
Severus se quedó callado ante mi confesión. Al poco me di cuenta que sobre la mesa había una pluma negra que de manera degradada pasaba a un verde esmeralda en sus puntas. Tenía aspecto de ser cara.
- ¿Y esa pluma? – pregunté curiosa.
- Un regalo.
- ¿De quién?
- No lo sé, pero tengo la ligera impresión de que esa persona es muy cercana a mí.
- ¿Por qué?
- Por la carta que venía dentro de la caja felicitándome mi cumpleaños y porque, indudablemente, era tu letra. Gracias por el regalo, pero no hacía falta.
- Siento no habértelo podido decir en persona.
- No te preocupes por eso.
Pasamos el tiempo con conversaciones banales e incluso discutiendo diversos temas en los que cada uno defendía sus opiniones con los argumentos que la respaldaban.
Era bueno de vez en cuando tener una charla así con alguien, una charla inteligente, donde acabas nutriéndote de otros puntos de vista y adquieres una mayor visión de lo que ocurre a tu alrededor, alimentando el ego de nuestro espíritu crítico.
A la semana siguiente todo el mundo hablaba sobre la celebración que se iba a llevar el próximo domingo 14 en el castillo.
Dicha mañana el comedor estaba decorado con un rosa chillón en sus paredes y confetis azules con forma de corazón y que caían del techo.
- ¿Pero esto que cutrada es? – me quejé sentándome en mi sitio.
- Yo lo veo bonito – opinó Cope.
- Pues creo que necesitas unas gafas.
Lockhart entró vestido de rosa y alardeando de su realización y todas las felicitaciones que había recibido. No pude evitar reírme al ver la cara de asco de Severus.
El colmo fue ver a los gnomos que había contratado como “mensajeros” y que interrumpían cada dos por tres las clases.
Para el final del día había recibido algunas cartas que simplemente guardé, las leería luego por curiosidad.
- Quizás alguna sea de ‘bastian – comento Copeland levantando y bajando las cejas.
- No creo, creo que en ese aspecto somos parecidos, no vemos sentido a esto.
- Pero es San Valentín.
- Un día como otro cualquiera del año, una relación no debería resumirse en un día de afecto y apariencia y 364 vacíos.
- Pero tampoco pasa nada por hacer algo especial un día para salir de la rutina.
- Lo siento, pero yo no estoy de acuerdo en celebraciones tan superfluas.
- Está bien, eres muy cabezota.
- Gracias por el cumplido, y dicho esto me voy a acostar.
Después de leer las cartas las quemé y me fui a dormir preocupada, ya que no había visto a Severus ni en el almuerzo ni en la cena. Además, tenía un sentimiento extraño, a veces me daban pequeñas y cortas punzadas en la cabeza.