Estábamos a principios de agosto y el calor era realmente insoportable y pegajosa, aunque más llevadera que el frío.
Bajé las escaleras para ir en busca de un helado a la cocina cuando se abrió el despacho de mi padre, saliendo de él el mismo chaval que veía todos los años en la fiesta de Noche Buena y al cabeza de familia.
- Tranquilo, intentaré sacarle lo que le ocurre – dijo mi padre.
- Te lo juro, está rarísimo, aún no me creo que rechazara... – entonces el me vió – ya sabes, que rechazara aquello. Buenas tardes, joven Lyra – se agachó a besar mi mano y me giñó el ojo, con lo que se ganó un golpe proveniente del bastón de mi padre –. Que sobreprotector, - se acercó un poco a mi oído – ten cuidado con el viejo cascarrabias, si fuera por él te encerraba en una torre como su tesoro que eres.
- Te he escuchado, idiota. ¿Tú no te ibas ya?
- Es verdad, he quedado con una compañera.
- Sí… compañera… seguro.
- Para una vez que es de verdad... - bufó - Bueno me voy familia.
Se encaminó hacia la puerta y antes de salir hizo un gento de “adiós” con la mano. Yo que hasta el momento no había hablado abrí la boca.
- ¿Quién era? – mi padre me miró sorprendido.
- ¿De verdad que no sabes quién es? – negué – Es el hombre más raro que verás jamás, sinceramente es único en su especie.
- ¿Eso es bueno o malo?
- Ambos. Por cierto, ¿qué haces aquí?
- Iba a por un helado.
- ¿Comiendo a deshoras?
- Es la hora de mi merienda.
- Está bien.
Al día siguiente me destapé y me puse un mono negro que parecía un vestido, debido a que me daba pereza vestirme, con algunos detalles en blanco y un poco ajustado. Bajé las escaleras de dos en dos y al llegar al comedor saludé con dos besos a mis padres. Me senté en la mesa y mientras mi padre leía el periódico y mi madre se limaba sus perfectas uñas, yo desayunaba.
- ¿Has dormido bien? – me preguntó mi padre una vez que terminó con el periódico.
- Buenas… "Si soñar con Snape se viera desde mi punto de vista entonces siempre sería bueno", supongo que sí.
- ¿Cómo vas con eso de aprender a tocar el piano?
- Más lento de lo que me imaginaba.
- Solo ten paciencia, ser un Malfoy no te garantiza que salga todo a la primera, hasta nosotros nos equivocamos.
Pasé la mañana dando vueltas en el bosque y por la tarde me di un chapuzón en el lago, que tenía una temperatura perfecta, fresco, pero sin llegar a frío.
A eso de las cinco me metí en una cabaña de la que había hecho mi espacio personal, una persona podría vivir ahí perfectamente, aunque el espacio quizás fuera un poco reducido. Me cambié y volví a la casa, para encontrarme con una sorpresa.
- Buenas tardes.
Me giré y vi a Severus mirándome directamente a los ojos, vestido con una camiseta oscura y unos vaqueros negros. Me quedé en shock por un momento, seguro que él notó que se me estaba cayendo la baba, metafóricamente hablando.
- Buenas tardes – logré articular.
Estaba un poco nerviosa e incómoda, no por encontrarme con él si no por la situación. Mi padre acababa de pasar por detrás de él.
- Ah, veo que ya os habéis visto. Severus, ven, tengo unos archivos en el despacho que…
- Sí, ya voy – rompió el contacto y se fue detrás del Malfoy.
Cuando se acercaba la cena empecé a deambular por la planta baja en señal de que tenía hambre. Sin quererlo escuché una conversación, de los dos hombres que se encontraban reunidos en la casa.
- ¿Y Nic? ¿Cómo está? – preguntó el ojiazul.
- Ni idea, lo vi ayer por la noche por última vez y no sé dónde se habrá metido, supongo que habrá vuelto a España a pasar el día – contestó el pelinegro.
- Qué poco te preocupas por él.
- Él tampoco es que se preocupe mucho por mí.
- Ahora hablando enserio, ¿te pasa algo?
- ¿Por qué me tendría que pasar algo?
- Te noto algo raro… Aunque creo saber lo que es.
- Ah, ¿sí? Dímelo y así me entero yo también de lo que supuestamente tengo.
- No, quiero hacerte sufrir un poco más.
- Perfecto, nunca sabré lo que me pasa, que desgracia más grande es el auto desconocimiento.
- Ja, ja, qué gracioso – pocas veces escuchaba a mi padre utilizando el sarcasmo.
- ¿Yo? Siempre, es gratificante ver que reconocen tu trabajo.
- Eres increíble – rio –. Ahora ya enserio, cuéntamelo.
- Veo que te ha comido la cabeza a ti también.
- No me ha hecho falta, no estoy ciego. Tú estás enamorado – hubo un corto silencio.
- Tienes la cabeza llena de tonterías, ¿cómo se te ocurre pensar eso?
- Ese silencio me lo ha confirmado, ¿quién es? ¿Cómo se llama?
- Eres idiota. Si eso es todo creo que me iré ya, no tengo tiempo suficiente como para escuchar tonterías.
- Cómo quieras, pero te aconsejo que des una vuelta por el bosque antes de marcharte, creo que hay algunas cosas que te podrían interesar.
- Les echaré un vistazo y luego me iré.
Escuché pasos aproximarse y me escondí.
- Sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad?
- Sí, tranquilo. De verdad que no me pasa nada, creo que demasiado calor me está afectando un poco al cerebro.
- Sí, seguro, el calor…
La puerta se abrió y vi a Severus salir de esta.
- Maldito entrometido. A él lo engañas – dijo por lo bajo –, pero a mí no, ¿quieres venir conmigo?
Sabía perfectamente que eso iba dedicado a mí así que cuando salió por la puerta principal enseguida fui detrás de él. Al cerrar la puerta y dar la vuelta me encontré con él.
- ¿No podías resistir la tentación? – me preguntó.
- Claramente no, por algo estoy aquí.
- ¿Me guiarías por el bosque?
- Por supuesto, eso ni se pregunta.
Le tendí la mano y al cabo de unos segundos él me la cogió. Comenzamos a andar, deteniéndonos de vez en cuando para mirar alrededor, hasta que llegamos al lago.
- ¿Cómo es posible que en este terreno que no es grande, pero que tampoco se puede decir que sea pequeño, haya tanta variedad de especies?
- Casualidad.
Ambos estábamos parados en medio del bosque, en completo silencio y cogidos de las manos. En ese momento de la rama de un gran árbol que tenía en frente descendió grácilmente mi Kneazle. Solté la mano de Severus y Norm saltó a mis brazos.
- Eres muy coscón – le acaricié la cabeza y el cuello, ante lo que ronroneó.
- No sabía que te gustaban las bolas de pelo.
- No, solo este individuo peculiar, no es cómo los demás – besé su cabecita peluda.
Lo solté en el suelo y se quedó sentado delante de Snape mirándolo atentamente, como si estuviera examinándolo. Luego se levantó y comenzó a dar ligeros cabezazos contra su espinilla.
- ¿Qué está haciendo?
- Creo que quiere que lo cojas.
- No lo pienso coger.
- Es muy inteligente, siempre acaba saliéndose con la suya.
Después de unos minutos se agachó y con cuidado cogió a Norm. El Kneazle echó la cabeza sobre el hombro de él.
- Quien fuera él – comenté bajo para mí.
- ¿Qué has dicho?
- Nada, solo que nunca se había acercado a nadie así, exceptuándome a mí – indiqué –. No se acerca casi nunca a mi familia y a la única persona que he visto merodear es a Copeland.
- Será que yo soy especial – acaricio su cabeza y el gato ronroneó para luego saltar de sus brazos.
- Sí, muy especial – murmuré dándole la espalda.
- ¿Has dicho algo?
- Nada.
Me giré para mirarlo, pero no me esperé velo a unos centímetros de distancia de mí. Intenté dar un pequeño paso hacia atrás para poder verle mejor, pero me tropecé con una rama que había en el suelo.
Él intentó ayudarme, aunque el resultado fue que ambos caímos y él encima de mí.
- ¿Estás bien? – preguntó levantándose y ofreciéndome una mano.
- Eso creo – agarré su mano y con la otra sobé mi cabeza, donde me había golpeado.
Al levantarme quedé pegada contra su cuerpo. Mis manos descansaban sobre su pecho y las suyas en mi cintura. Ambos nos mirábamos el uno al otro.
- Este lugar es precioso – comentó.
- Sí, muy bello – dije sin romper el contacto.
Alcé el brazo para quitarle una ramita que tenía enredada en el pelo y él colocó mi pelo detrás de la oreja y bajó la mano deslizándola con una caricia sobre mi mejilla.
- Creo que debería irme – me besó la frente con delicadeza y se fue por donde habíamos venido ambos.