¿Contigo sin Internet? (TERMI...

By KatQuezada

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¿Puede un adolescente vivir sin Internet? Para Zachary Blackelee eso es pan comido, él nunca ha usado el Wi... More

Prólogo
1.- Tanactofobia.
2.- Mobilfilia.
3.- Nomofobia compartida.
4.- Alektorofobia.
5.- Internet Best Friend.
6.- Mensajes subliminales.
7.- Reportes.
8.-Tecnofobia Vs Nomofobia
9.- Editiovultafobia
10.- Un secuestrador de gallinas
11-. Celulares defectuosos.
12.- Primera lección: Nuestra comunicación.
13.- El físico sí importa.
14-. Segunda lección: Aceptar.
15.- Alergia al Wi-Fi.
17.-Máquinas de escribir.
18. Sin conexión
19.-La última canción y me voy.
20.-Astronautas.
21.- A kilómetros de distancia.
22.- Nuevos planes.
23.- Pero mínimo unos besos, ¿no?
24-. Un caldito de gallina.
25-. Batería al 100%
26-. Menos besos, más lectura.
27.-Como un libro de wattpad.
28.- Lección de emojis.
29. Fonógrafo
30. ¿Contigo sin internet?
31. Ventajas y desventajas de la tecnología
32. La abeja y el murciélago
33. Hora de la verdad
34. Promesas que se desvanecen
35. Desvirtualizando
36. Amigas hasta la muerte
37. Fin de la comunicación
38. Nunca te enamores de un Blackelee
39. Aprender a soltar
40-. Datos agotados.
41. Doppelganger
42. Una llamada entrante
43. Una mariposa para despedirse
44. Un teléfono para recordar
45. Un hospital para seguir
Epílogo
Agradecimientos y NOTICIAS!!

16.- Mi biblioteca eres tú.

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By KatQuezada

La familia Blackelee estaba a la mesa comiendo patatas con carne. Dean no paraba de hablar sobre la rana que disecó en biología. Mencionó que casi se desmayaba, pero al final optó por vomitar.

—Estamos comiendo—su madre dejó caer sus cubiertos al plato—. ¿Siempre tienes que ser tan asqueroso, piojo?

—No me llames así—Dean habló con boca llena y su madre le aventó una servilleta.

—No hay otra forma de reprenderte—espetó el padre, acariciándole el brazo a su esposa—, si gritamos «Dean» no suena fuerte o seco, parece que nada más estamos emocionados contigo y no enfadados. Y como padre necesito ejercer mi autoridad.

Dean pasó su bocado y comenzó a vocalizar su propio nombre.

—Dean—musitó—Dean, Dean, Dean—iba subiendo de tono—¡Dean!—exclamó a sí mismo.

Sus padres se miraron de reojo y por debajo de la mesa se dieron varios puntapié, peleando por quien se animaría a callarlo. Dean no era alguien que podían controlar.

No como a Zachary, el hijo que antes de que alzaran su voz, entendía y obedecía sin respingar. Tan tranquilo, tan fácil de moldear a su antojo.

Y aquello era el gran temor de Zachary, no ser el hijo que esperen que sea. Decepcionarlos con sus nuevas actitudes, intereses y pensamientos.

Le habían dicho que la tecnofobia era buena, habían dicho que lo hacía diferente y no debía cambiarlo. Repetían esas palabras desde que tenía memoria... Era realmente difícil sacarlas de su cabeza. Más ahora.

—Tienen razón, no importa cómo digan mi nombre, siempre suena bien—soltó Dean al cansarse de gritar—. Nací con nombre artístico, soy fabuloso.

La madre puso los ojos en blanco y giró a Zachary.

—Zachary suena mejor que bien—no se quedó atrás de adular a su hijo ejemplar—. Suena con poder.

Dean también se volvió a su hermano, y enseguida su padre. Todas las miradas se posaron en el chico de los pensamientos perdidos, que no concebía que hablaran sobre él.

—¿Perdón?—pestañeó Zachary, tardó un montón en reaccionar. Aquellas miradas lo intimidaban, aunque fueran familiares.

—¿Estás enfermo, hermano del mal?—Dean pasó su mano a la frente de éste, quien rápidamente aventó su brazo. ¿De cuándo acá checaba su temperatura?

—¿Qué tienes, Zac?—suspiró la madre—. No has tocado el guisado.

De repente Zachary se sacudió y miró su plato. ¿Qué rayos había estado haciendo desde que llegó a casa?

—Ah—pensó un excusa—, es que no tengo hambre.

—¿Y eso?—preguntó su padre.

—Comí con unos amigos después de clases—cubrió el hecho de haberse quedado encerrado.

—Me alegra que por fin hayas conseguido amigos—esbozó una sonrisa su madre—. ¿Cómo se llaman?

—En realidad no es nada—se apresuró a decir. ¿Qué nombre podría inventar? ¿Hall, Hallie, Santini y que más? Todas son la misma persona.

Por cuya respuesta, iba a intervenir la madre, si no fuera porque sonó el timbre. —¿Los invitaste?—recorrió su silla para salir.

–No, seguro es un vendedor—respondió con brusquedad. Luego agarró una larga porción de comida y se la llevó a la boca, entre más rápido terminara, podría huir de aquel interrogatorio tonto.

Dean ya había terminado y subió a su recámara para huir de lavar trastos. Arnold se estaba alistando para volver al trabajo. Solo quedarían en la mesa, Stella y Zachary. Qué miedo hablar a solas con ella.

Stella no tardó en regresar de la puerta, miró a su hijo de arriba hacia abajo y dijo:

—Te doy dos minutos para asearte, ¿o planeas recibir a la chica con esos harapos?

—¿Qué?—dio un largo trago de agua.

—Creo que la he visto antes—soltó haciendo memoria. 

Zachary casi escupe su bocado de escuchar eso. ¿Será posible que Hallie haya dado con su dirección? Se quedó como tonto, ahogándose con la comida.

Era su peor aspecto para recibirla. Hallie pasó por el umbral del comedor cuando él estaba devolviendo la comida a una servilleta. Qué abrumador.

—Hola—ella fingió no haber visto nada, se agarró de las tiras de su mochila.

Zachary enderezó su postura y dio un paso hacia atrás, tirando sin querer la silla.

—Vine a terminar el proyecto de ciencias—guiñó el ojo Hallie.

El joven apretó los labios, no por enfado, sino por temor a que tuviera restos de comida. No le dio tiempo de lavarse los dientes ¿Olerá a patatas si habla?

Como deseaba de escapar, pero estaba en su propia casa. Aquí la intrusa era Hallie.

—Bien, estaré por allá—volvió a mencionar debido a Zachary que seguía como página en blanco. Caminó por la alfombra de la sala y tomó asiento en la punta de un sillón, con su mirada recorrió el lugar.

Regularmente en el recibidor hay algo con qué entretenerse. En esa casa no, arriba de la chimenea solo estaba un arreglo floral. En la pared habían dos cuadros, con títulos universitarios de los señores Blackelee, nada más. No había ningún retrato familiar, alguna pantalla o aparato electrónico.

Suspiró nerviosa, recargando las manos sobre sus rodillas. A su lado izquierdo se encontraba colgado un pizarrón blanco, en él estaba escrito un menú semanal, y una lista de tareas, a Zachary le tocaba lavar los platos mañana. En otro espacio también apuntaba una cuota de dinero para quien soltara una maldición. El costo era de cinco pesos.

—¡Hijo del trueno, ve con ella!—alcanzó a escuchar como la madre le gritaba a Zac.

Entonces compendió por qué  Zachary nunca decía malas palabras y por qué se refería a Dean como «Hermano del mal». O a cualquier otra cosa agregándole aquella palabra. Profesor del mal, chica del mal, mascota del mal... ¡Ah! Su gallina. ¿Dónde estaba?

Su mirada se tornó inquieta, buscaba el paradero de Martha. Alzó su cuello y accidentalmente cruzó los ojos con Zachary.

Se sacudió y apartó la vista a sus zapatos escolares. Luego sintió como la tomaba de su muñeca.

—Vamos—la condujo a la escaleras, antes de subir le habló a su madre—. Descuida, dejaré la puerta abierta.

—No tarden—sonrió la mujer.

Al llegar a su habitación Zac la miró fijamente, sin articular algún vocablo.

—Ya habla, es estresante que no digas nada—soltó Hallie.

— ¡Tú me estresas!—deambulaba agitado, de un lado a otro—. Mis padres te matarán, si no es que mueren antes al enterarse que tienes nomofobia. Te pedí tiempo ¿por qué me presionas? ¿Por qué mentiste diciendo que haremos un proyecto de ciencias? Ni siquiera hemos avanzado con el proyecto que le debemos entregar a la directora.  ¿Cómo supiste donde vivía? ¿No te quieren en casa?

Hallie enumeró las preguntas con los dedos y enseguida contestó:

—No vine aquí para insistir sobre la alergia, vine porque me di cuenta que rayaron tus libros, y se me ocurrió comprarte fundas protectoras de plástico cuando los lleves al colegio, son prácticas y se pueden quitar y poner cuando tú quieras—corrió el cierre de su mochila y enseñó las fundas de tela, bordadas a mano.

Zachary relajó sus hombros y le dedicó una media sonrisa, sentía bonito cuando Hallie hacía este tipo de cosas, algo diminuto, pero ciertamente significativo, con varias horas invertidas. Y eso valía la pena, lo valía todo porque causaba emociones gigantescas.

Dejó de escuchar lo demás, sólo quería guardar ese gesto en su memoria.

—... Y luego seguí la cuerda de la lata—Hallie se lanzó al colchón y sumergió su cara en un cojín—. Mis padres nunca están, llegan hasta tarde, normalmente estoy con mi vecina, o en Internet. Por eso mejor vine a molestarte, digo, a colocar fundas.

Zachary resopló y se sentó al otro extremo de la cama.

— ¿Cómo es tu ombligo?

— ¿Qué? —Hallie se giró, ya no le daba la espalda.

— Tengo curiosidad, hay diez tipos de ombligos, y el mío es ovalado—se levantó la camisa hasta que se apreciara—, mira.

—Esta conversación es rara— soltó una risa cuando se acercó a mirarlo—. No tiene mucho sentido, ¿qué crees que haces?

—No sé, molestarte quizá— arqueó una ceja.

— Eso no me molesta, pero es extraño.

—Es que sólo era una distracción para esto—comenzó a hacerle cosquillas en el estómago.

Hallie dio un grito y cruzó los brazos. Menuda broma, eso no calmaba las cosquillas, estallaba en tortuosas risas.

—No, por favor—moviéndose intentaba cubrirse—, basta—miró de reojo a Zachary, quien parecía divertido—. Te dije que pares—le soltó una patada en el abdomen.

—¡Oye!—alzó sus manos indefensas.

—Tu mamá pensara otra cosa, sí.

Zachary dobló una mueca. —Nada más quería subirte el ánimo, cuando hablaste de tus padres pensé que entristeciste, creo que no funcionó. No soy divertido.

Tenía razón, en lo referentes a sus tíos, claro, pero no estaba preparada para hablar.

—Lo tuyo es ser interesante, así que...—se levantó de un brinco—Vistamos a los libros.

Se refería a ellos con entusiasmo, como si volviera a su niñez, con sus muñecas luciendo nueva ropa. En efecto, era como vestir libros.

Posó las manos en su cadera mientras miraba ese alto y ancho estante, contaba por los menos con ochenta libros. Suspiró.

Era alucinante verlos en perfectas condiciones, sin polvo encima de las páginas, con las puntas de los extremos de los libros intactos. Seguro los pulía constantemente.

—No es necesario lo que traje, ¿verdad?—dijo al cabo de unos segundos.

Zachary asintió levemente y agregó:

—Pero lo usaré cuando los lleve al colegio, así se protegerán de esos muggles. Gracias.

—Bien—Hallie se alzó de hombros sin despegar la mirada del librero—, ya que estoy aquí podríamos acomodarlos de distinta manera. Hay de tantos colores que podríamos formar un arco iris, separarlos por amarillo, verde, azul, rojo, morado...

—No, así soy feliz—interrumpió Zachary.

—Ajá—recorrió con la yema de sus dedos las portadas—. Si fueras feliz compartirías tu felicidad con los demás, así que regálame al menos un libro ¿no?

—Toma el que gustes, es tuyo—sonrió, uniendo por la espalda sus manos.

—Genial—solo bromeaba, cogió el primer título que vio.

—Eh, pensándolo bien ese no—se apresuró a decir Zachary. Hallie asintió y escogió otro—No, tampoco. Mala idea. Sí ese sí... Espera no. Otro.

Hallie apretó los dientes y alzó sus brazos para las columnas superiores.

—Mmmmh no—musitó Zac.

—¡Ni siquiera se alcanza al leer el título del lomo!—se exaltó por tantos rechazos—. ¿Cuál de todos estos no lo consideras como «favorito»?—dijo más tranquila.

Zachary frotó su mentón. —Depende, entre mis libros favoritos, hay preferidos. Luego están los que se dividen por autor, por saga, por edición, por temática, por dedicatoria, por...

—Ya entendí, todos son especial.

—Los libros siempre son especiales y más los que son poco conocidos. Emanan magia, y jamás quieres que desaparezca.

—¿Entonces habrá alguien en el mundo que eligió como favorito a un libro que no sea tan requerido?

—Sí, y lo volvió especial al leerlo—esbozó una sonrisa. 

A Hallie le gustó aquella respuesta. Giró sobre sus talones para observarlo con los párpados bien abiertos.

—¿Qué haces?—preguntó Zachary desviando inevitablemente la mirada al suelo.

—Tratando de leerte—rió bajito.

—Olvídalo, te aburriré.

—Zac...

—¿Sí?

—Mírame—ordenó Hallie.

Con temor, Zachary subió la mirada, poco a poco hasta toparse con el mismísimo azul mar en los ojos.

—Tu mente es como una biblioteca, y estoy dispuesta a leer todos tus libros. Jamás te soltaré, pues los convertí en mis favoritos. Así que no vuelvas a decir que eres aburrido, porque eres la persona más interesante que conozco. Siempre quiero saber más de ti.

—¿De dónde sacas eso? —le asombraba semejantes palabras, era como darle sentido a la oración, ya habían encontrado un dueño.

—No sé, creo que habló mi corazón.

Zachary dibujó una sonrisa, ya podía morir en paz después de aquél momento.

Sentía como si Hallie le caminara hacia el corazón, ya no bombearía solo sangre, ahora también sería amor. Además, dichas palabras las atesoraría para siempre en su mente y alma.

—Ah, y en donde vives es como un museo, me transporta a otra época—concluyó ella.

—Entonces, te daré el recorrido—no podía borrar esa sonrisa de tonto del rostro—. No necesitas papeleta o boleto para entrar a mi vida, serás la única bienvenida—guiñó el ojo.

—Bien, porque detesto hacer fila—bromeó Hall.

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N/a: Este capítulo era más largo pero decidí partirlo jajaja, así que espero subir la otra parte en la semana. Ya salí de vacaciones :D

Me despido con un hermoso gif de Zachary:

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