¿Contigo sin Internet? (TERMI...

By KatQuezada

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¿Puede un adolescente vivir sin Internet? Para Zachary Blackelee eso es pan comido, él nunca ha usado el Wi... More

Prólogo
1.- Tanactofobia.
2.- Mobilfilia.
3.- Nomofobia compartida.
4.- Alektorofobia.
5.- Internet Best Friend.
6.- Mensajes subliminales.
7.- Reportes.
8.-Tecnofobia Vs Nomofobia
9.- Editiovultafobia
11-. Celulares defectuosos.
12.- Primera lección: Nuestra comunicación.
13.- El físico sí importa.
14-. Segunda lección: Aceptar.
15.- Alergia al Wi-Fi.
16.- Mi biblioteca eres tú.
17.-Máquinas de escribir.
18. Sin conexión
19.-La última canción y me voy.
20.-Astronautas.
21.- A kilómetros de distancia.
22.- Nuevos planes.
23.- Pero mínimo unos besos, ¿no?
24-. Un caldito de gallina.
25-. Batería al 100%
26-. Menos besos, más lectura.
27.-Como un libro de wattpad.
28.- Lección de emojis.
29. Fonógrafo
30. ¿Contigo sin internet?
31. Ventajas y desventajas de la tecnología
32. La abeja y el murciélago
33. Hora de la verdad
34. Promesas que se desvanecen
35. Desvirtualizando
36. Amigas hasta la muerte
37. Fin de la comunicación
38. Nunca te enamores de un Blackelee
39. Aprender a soltar
40-. Datos agotados.
41. Doppelganger
42. Una llamada entrante
43. Una mariposa para despedirse
44. Un teléfono para recordar
45. Un hospital para seguir
Epílogo
Agradecimientos y NOTICIAS!!

10.- Un secuestrador de gallinas

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By KatQuezada

Una de las desventajas de ser lector son las ojeras, no puedes parar de leer, las noches se vuelven un insomnio lleno de libros.

Su fin de semana de Zachary Blackelee no fue la excepción, concilió el sueño pocas horas, y el domingo por la mañana radicaba acostado; con una almohada encima de su cabeza y un brazo colgando del colchón.

En la yema de sus dedos sintió humedad que poco a poco incrementó hasta llegar a su palma. Adormilado sacudió su mano y continuó percibiendo a su cachorra que lo lamía.

Basta, Europagruñó arrebatando su mano y limpiándola en la sábana. 

Eres adorable, no le hagas caso—se escuchó el murmullo de su hermano.

Zachary abrió un párpado para mirar a Dean que estaba en cuclillas con su mascota.

—¿Por qué no vas a molestar a Nicole, eh? Déjame en pazbufó—, son las seis de la mañana.

—Es que necesito un favor...—expresó con una sonrisa amortiguada. El mayor de los Blackelee hundió su rostro en la almohada para ignorarlo.

Dean se levantó y colocó a Europa en la cama para retirarse de la recámara.

—No, detesto que suelte pelo—dijo despabilado—¡Dean, ven acá!

El chico victorioso asomó su cabeza por la puerta. —¿Ahora sí me ayudas?

—No me queda de otra—soltó Zac sacudiendo sus mantas—. ¿Qué quieres? No estoy dispuesto a aventar otra vez papel higiénico en la casa del nuevo novio de la vecina.

—Admítelo, fue divertido—apuntó con el dedo y su hermano cruzó los brazos—. En fin, conseguí empleo como repartidor de periódicos, jamás imaginé que me traerían toneladas de ellos, no caben en la bicicleta, por eso necesito la camioneta para transportarlos en la ruta. ¿Podrías manejar mientras yo lanzo los diarios?

—¿Por qué no le dices a papá?—arqueó una ceja.

Dean puso los ojos en blanco y dijo: 

—Porque dirán que no necesito el dinero, blah, blah, blah. Se me está haciendo tarde, ya vístete para irnos—hizo un ademán.

Zachary no se creía ese cuento, pero se alistó y despertó a sus padres para recoger las llaves del auto, además, las ocuparía por la tarde, tenía que ir a un museo por un trabajo escolar y por esa razón los Blackelee accedieron. Confiaban plenamente en su hijo mayor, por lo responsable que era. Nada comparado con el menor.

—Ahora dime la verdad—soltó Zac antes de arrancar el auto. Requería saber que le beneficiaba de la excursión.

—Bien, pero guarda el secreto a mamá—suplicó—. En la semana voy a ir con ella al oculista,  pero me gasté el dinero que me dio y tengo que reponerlo...

—¿Compraste dulces como esos?—señaló la paleta azul que había en el costado de la puerta izquierda, y giró el volante mirando el retrovisor.

Dean daba la sensación de no estar escuchando, se dedicaba a lanzar diarios por la ventanilla del copiloto.

—¿No es irónico que deba usar anteojos cuando mi vista no ocupa las tecnologías? —dijo al cabo de cinco cuadras—. Es tan injusta mi vida.

—No, la miopía comienza entre los ocho y catorce años, estás en el rango. Y es producida principalmente por herencia, una alimentación inadecuada especialmente deficiente en vitamina C, la tensión ocular o estrés.

El menor siempre rodaba los ojos cuando su hermano hablaba como veterano. Hizo una mueca y continuó arrojando periódicos, después de tiempo decidió admitir por qué estaba ahí:

—Hace un mes descubrí a una señora que rentaba la televisión de su casa por las tardes, y así gasté mi dinero. Vi mi primera película y fue de Pixar, amé la animación de «Monsters, Inc.» Y su imaginación me asombró, era un mundo donde la luz eléctrica y demás provenía de los gritos de los niños. Entonces pensé que quizá si gritaba podía tener mi propia televisión o al menos un celular y pues nada, la señora me corrió a patadas. ¿Tú crees?

—Es ficción tonto, así no se inventó—soltó un risa conduciendo.

—Como sea, llegué a la conclusión de que así funciona con los libros, son como películas o televisión en tu cabeza. ¿No? —Zachary asintió—, entonces no le veo mal alguno ¿Por qué nuestros padres odian el televisor más que cualquier otra cosa?

—Supongo que es parte de la Tecnofobia—se encogió de hombros, mencionar lo que padecía sólo le hacía recordar lo duro que fue con Hallie, había pensado en lo grotesco y hostil que eran sus acciones y palabras.

Ignoró la voz irritante de su hermano y se sumergió en sus pensamientos hasta que Dean comenzó a exclamar por la ventana:

—¡Una gallina Zach, hay una gallina a mitad del bulevar! No la atropelles, ten piedad.  

Zachary dio un brinco de susto en el asiento y frenó. ¿Era demasiada conciencia pensar que le pertenecía a Hallie? Sí, las cosas no se podían solucionar sólo pensándolas, tenía que actuarse, por arte de magia no cruzaran de nuevo tu camino... ¿O sí?

Dean le hacía señas al pobre animal con plumas, y emitiendo un sonido extraño.

—COOO...COOO...ROO...COO.

—¿Ahora qué haces? —Dijo agitado Zac—. Únicamente deja que se aleje.

— ¿No lo notas? Se ve asustada, no está en su habitad, esto es una ciudad, tenemos que ayudarla a llegar a su hogar —tornó los ojos heroicamente.

Zachary estrelló su mano en su sien cuando vio a su hermano salir del auto para perseguir a esa gallina. ¿Cuándo sería el día en que se podría comportar como un adolescente normal?

—Hey, tiene collar—buscó en su cuello—. Pero no alcanzo a apreciarlo—la gallina no era fácil de atrapar, aleteaba con velocidad —, Mar...Tha. Se llama así, Martha.

El joven tecnófobo reaccionó al nombre, le pertenecía a Hallie, sí. Quizá fingía no ponerle atención cuando hablaba de su nomofobia, pero ciertamente lo hacía.

Y al menos algo era seguro, él no sufría Alektorofobia: el miedo irracional a las gallinas.

Se desabrochó el cinturón de seguridad y salió disparado para corretear al ave junto con su hermano. Dieron algunas vueltas para alcanzarla, la gallina movía sus patas de pollo trotando. Dean brincó para atraparla y fracasó en el intento cayendo en el césped. Zachary no perdió la oportunidad y la agarró en el aire, estiró los brazos hacia el frente para sostenerla bien y llevarla al auto.

—Misión cumplida—limpió el sudor de su frente y chocó el puño con el de su hermano, quien se sentía un súper héroe por haber salvado un animal.

La gallina estaba inquieta en los asientos traseros, rasguñaba los periódicos restantes y deseaba escapar por el vidrio.

—Apresúrate a terminar las entregas para encontrar una solución a Martha—propuso Zachary mirando por el retrovisor a la gallina.

•••

Hallie intentó ser más productiva,  ahora sus tíos había decidido comenzar a salir a trotar los fines de semana, y arrastraron a la chica hacia eso. El plan era correr cinco kilómetros por la mañana y desayunar hot cakes en su restaurante preferido que quedaba de paso.

Hallie usaba sus audífonos escuchando un playlist de los Jonas Brothers  para aminorar la carga. 

—Se terminó mi agua—dijo su tía agitando su botella para la última gota—. Iré al Oxxo a comprar una ¿vienes?

—No, qué flojera gastar más energías—bromeó la rubia haciendo un ademán.

La señora Santini asintió y fue a la tienda. Hallie sacó su móvil del bolsillo para subir el volumen a la música y siguió escuchando de fondo Sorry. Los audífonos eran su chaleco anti blah blah blah.

El clima radicaba nublado tanto como en los oídos de la chica. Lleno de pena, lleno de dolor. Sabiendo que soy yo quien tiene la culpa por dejar tu corazón afuera en la lluvia. La letra de la canción provocaba sentimientos profundos en la chica, se manifestaba tan concentrada en ello hasta que...

—¡Por todas las lombrices de la tierra, me asustaste!—se sobresaltó cuando sintió por la espalda a su ave picoteando y a un chico discutiendo con el animal por el movimiento brusco—. Ah, ahora eres un secuestrador de gallinas, lo que me faltaba.

Zachary abrió la boca para alegar sobre los audífonos de la chica, eso a la larga provocaba cáncer y su tecnofobia le gritaba que se lo dijera, pero se contuvo. Martha se escapó de sus brazos y corrió a los pies de Hallie como un pollito pidiendo protección.

—¡Mascota del mal, te traje sana y salva ante tu dueña! Exijo tu agradecimiento.

—¿Eres consciente de que estás discutiendo con una gallina, Zac?—arqueó una ceja Hall.

—Perdón—soltó con sinceridad cerrando los ojos y tras segundos después los abrió—. Eh, no, yo no le digo a esa mugrosa gallina, bueno sí... pero no. Primero tenía que disculparme contigo. Ah, sobre, mmmmh, la última vez que, hablam-os. El cel...

—Lo entiendo—interrumpió Hallie haciendo un ademán—. Comprendo lo que quieres decir.

—¿Segura? Porque ni yo sé lo que quiero decir.

Ambos se ruborizaron y apartaron la mirada en dirección al suelo sin agregar más.

—Sólo acepta mis sinceras disculpas ¿sí?—dijo Zach encogiendo los hombros después de un largo silencio.

—No te preocupes Zachary, empecemos desde cero—había estado reflexionando con Leila por su comportamiento—. Yo también me dejé llevar por la nomofobia, tanto tú con la tecnofobia, por eso reñíamos. Lo lamento.

Su amiga le había dicho que para perdonar alguien tenía que ponerse en los zapatos de esa persona, no sería fácil entenderlo si nada más se pensaba la historia contada desde su un punto de vista. Además, Hallie también había tenido errores.

—Bien, ¿entonces tenía cara de que necesitaba un celular?

—En realidad tienes cara de pocos amigos así que por eso pensé que requerías uno—bromeó Hall.

La tía de la joven llegó con su nueva botella del lado costado y observó con determinación al chico. —¿Hola?

Hallie reaccionó y presentó a Zachary.

—¿Éste es el chico ingrato al cuál le regalaste el móvil?—le susurró al oído.

—Mucho gusto—dijo él ofreciendo su mano—. Con todo respeto, la escuché y usted no conoce mis razones. Además planeo regresárselo a Hall. ¿Verdad?

La señora Santini con una mueca estrechó su mano, y se dirigió a su hija para decirle:
—No demores, seguro tu padre nos espera.

Después prefirió dejarlos a solas ya que no deseaba ser grosera o hipócrita con él.

—Creo que no le agradé—mencionó Zachary con tristeza, con los adultos era amistoso. ¿Por qué no había funcionado?

—No—intentó justificarse—, se enfadó conmigo porque Martha está aquí. En el edificio no aceptan animales, y mis padres hacían todo lo posible por esconderla, ahora sé que escapó por mi culpa pues dejé la puerta entreabierta cuando regresé por un suéter. Posiblemente tengamos problemas con el gerente.

—Eureka—esbozó una sonrisa—. Vives en apartamentos ¿No es así? Yo resido en los suburbios, tenemos un jardín. Si quieres puedo cuidar a Martha hasta que transmitas un permiso para tener una mascota en el edificio...

—Me parece fantástico—quiso sonar amigable—, pero no sé si estará en buenas manos, no pareces una persona aficionada por los animales.

—Yo no, pero mi hermano sí, será un placer cuidarla, cuando la encontramos a la deriva él ya quería adoptarla—río.

—Bien, espero que Martha no cambie de dueño—le devolvió una pequeña risa—. Y sobre el celular, ¿mañana me lo entregas en el colegio?

Zachary rodó los ojos —Preferiría que vinieras conmigo al lugar donde lo escondí, para poder explicarte mejor.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿A qué hora? ¿Cómo te confiaré mi gallina si no sé lo que le hiciste a un inofensivo smartphone?

•••

—¿No sabes lo que sientes por esa persona? Imagínala haciendo del baño, si te sigue pareciendo atractiva después de eso, felicidades, estás enamorado—dijo Dean acariciando a Martha que radicaba en su regazo.

—Tú me das miedo—espetó manejando en dirección a casa.

—¿Entonces la chica te gusta o no?—arqueó una ceja.

—Ya no importa, Dean. Arruiné las cosas con ella desde hace tiempo, sólo me estoy redimiendo—explicó los planes de Martha.

—La gallina eres tú, podrías intentarlo hasta lograrlo. Te lo demostraré cuando me veas de la mano de Nicole, tendré novia antes que tú, perdedor.

—Eso es casi imposible—se mofó.

—Puede convertirse posible—resopló—. Siento una fuerte conexión con ella... Como si fuera mi WiFi.

Zachary frenó en seco, la Tecnofobia también implicaba el miedo a internet. —¡Retráctate ahora mismo!

Dean no lo haría y por eso miró a su ventanilla, donde encontró una paleta de Mora azul y no dudó ni un momento para llevársela a la boca, así daría por concluida la conversación. No volvieron a hablar el resto del camino.

Al llegar a su unidad encontraron a sus vecinos Carter bajando sus maletas de la cochera, habían regresado de unos días de campo.

El mayor de los Blackelee estacionó la camioneta con tiempo y delicadeza, pues así torturaría a Dean con la presencia de Nicole.

—¿Qué esperas para salir?—anunció Zachary quitando la llave del auto.

—Ah, esperaré a que ellos entren a casa—tenía miedo de pasar caminando a lado de su vecina y ser ignorado.

—¿Seguro? Creí que me darías clases de cómo conquistar a la chica.

—Sí, pero cobraré mis lecciones y como ahora tengo dinero no lo necesito, gracias.

Zachary soltó una risa por lo «astuto» que era su hermano con tan sólo catorce años. Pero no tanto como él, le dedicó una sonrisa amortiguadora y salió del auto para hablar con los Carter.

—¡Hey! —Se aproximó a ellos— ¿Qué tal estuvo su fin de semana?

—¿Quiénes son, mamá?—murmuró Nicole a su madre que cerraba la cajuela.

—Nuestros vecinos extraños, Ana. Recuérdalo—musitó y ambas dieron una sonrisa falsa girando sobre sus talones hacia Zachary.

El joven no se desalentó por ese cuchicheo —Nicole ¿ya conoces a Deanvergente?

—¿No?—se preguntó a sí misma. Lo único que quería era correr a su habitación para descansar.

—Es mi hermano, y no puede ser controlado—lo señaló—. Por eso está adentro del carro—Dean se manifestaba perplejo— ¡Ven, no te escondas!

La chica cruzó los brazos impaciente. Dean agachó aun más la cabeza, de modo que en la ventana solo parecían notarse sus rizos voluminosos. 

—Dame un segundo—hizo un ademán y volvió a Dean—. ¿Quieres bajar? Tu Nicole te está esperando.

—Te odio—resopló desabrochándose el cinturón. Zachary palmeó su espalda y lo acompañó agarrando de su hombro como si fuera un niño pequeño que se presentaba.

—Es adorable—frotó sus mejillas y las giró de un lado a otro—, hoy salvó a una gallina—presumió.

—Interesante—se limitó a decir la chica, nada más esperaba a que su madre le hablará por el porche.

—Vamos, dile cómo pasó—apuntó Zachary con la mirada.

Por más que lo deseaba Dean, no podía articular sus palabras. Se sentía minúsculo con la presencia de Nicole, era tan radiante y él solo un tonto chico que estaba enamorado. No la merecía, antes tenía que ser mejor persona para ella.

En un intento formó una sonrisa mostrando sus dientes, lamentablemente se percibieron azules por el dulce que venía comiendo en el auto.

Nicole era como una sonrisa Colgate. Y Dean como una sonrisa acaramelada, literal.

—¡Ana, te habla por teléfono tu novio! —anunció la señora Carter desde el porche.

Esa era la señal para espantar a los buitres. Nicole asintió y se despidió con velocidad de sus vecinos. —Adiós.

Zach y su hermano se quedaron de pie observando su acción.

—Bueno, es un progreso—soltó Zachary caminando a su residencia.

—¡Madura, por favor!—bufó el menor—. Sólo arruinaste más las cosas.

—¿Me hablas de madurez a mí? Mírate en un espejo—Dean puso los ojos en blanco y se dirigió a la calle—. ¿A dónde crees que vas? Aún no nos han visto nuestros padres.

—Exacto—le dedicó una sonrisa amortiguadora—. Diles que no he llegado.

Zachary llevó un dedo a su lagrimal. —Oye, en verdad lo siento, no quería que salieran así las cosas...

—Me da igual—dijo serio Dean—. Me buscas cuando madurez, estaré en los columpios.

El mayor de los Blackelee apretó los labios para no reír por la ironía que soltó el menor. Sin embargo, su semblante cambio cuando la gallina caminaba atrás de Dean como si también estuviera apoyándolo.

Zachary entró a casa y saludó a sus padres, después fue a su habitación para leer un poco, necesitaba despejarse de lo que estaba a punto de llevar acabo: sacar al celular de su escondite.

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¿Teorías del escondite del celular? La persona que lo adivine se gana el próximo capítulo dedicado. Por fin se sabrá.

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