Una niña de una melena castaña hasta los hombros reía incesantemente cada vez que el joven pelirrojo la cogía y la tumbaba de nuevo en el sofá.
- Ten cuidado, le vas a hacer daño – le recriminó su novia.
- ¡Claro que no! – la volvió a levantar sobre su cabeza, la pequeña soltó un melodioso gorgojeo – Mira cómo se ríe.
- Se te dan muy bien los niños – le comenté al hermano del que fuese mi mejor amigo.
- Bueno, es que entre mi hermana y mis primos siempre he estado rodeado de niños – se justificó el pelirrojo.
- Pues a tu hermano mayor se le da fatal – le comenté refiriéndome al ahora marido de mi mejor amiga.
El otro chico que los acompañaba también se veía bastante divertido con la presente escena.
- Toma, Harry – Ron Weasley le pasó a su mejor amigo la niña de poco más de un año de vida.
El chico de cabello desordenado se quedó absolutamente rígido mientras buscaba con la mirada mi aprobación.
A pesar de haber coincidido un par de veces con el ojiverde en casa de Andromeda Tonks y de ser compadres del pequeño Teddy, apenas había cruzado palabra con él desde el juicio de Snape, cosa por lo que le estaría eternamente agradecida.
Hacía un año Severus me animó a cursar medimagia. Pese a ser mi sueño, me mostraba muy reticente debida a la corta edad de Lilit, pero tras muchas discusiones consiguió convencerme. Él se encargaría de ella hasta mi vuelta y yo la velaba cuando trabajaba o, simplemente, descansaba un rato.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando me topé allí el primer día con la única fémina del trio de oro. Ambas partíamos de un ambiente similar: con algunos conocimientos previos, ella por la situación que le había tocado vivir y yo por vocación hacia lo boticario, y el ansia por profundizar y asentar aquello cogido con pinzas nos sobrepasaba. No tardamos demasiado en establecer una relación de amistad.
Lilit comenzó a corretear sobre los cojines del largo sofá, entre ambos jóvenes sentados y pasando por encima de Hermione.
- ¡Papi! – chilló la niña alegremente de un momento a otro aupándose sobre el respaldo del sofá – ¡Papi! – volvió a exclamar extasiada de felicidad.
Al escuchar aquellas palabras los dos jóvenes palidecieron al instante. Por la gran puerta de entrada al salón apareció un desaliñado Snape bostezando.
Cuando Severus pudo abrir los ojos igualmente se quedó paralizado ante la inesperada visita del Trío de Oro al completo en su salón. Con un rápido movimiento de muñeca su apariencia se adecentó lo suficiente para estar presentable, pero su cara no era precisamente de buenos amigos.
- Buenas tardes, Señor – comentó Granger con tono casual.
Severus asintió secamente y con amargura se acercó al sofá, ya que a Lilith estaba berreando palabras ininteligibles y al borde del llanto por la falta de atención de su padre. Claramente, él era el favorito entre los dos.
Una vez en brazos de su progenitor, apoyó la cabeza sobre su cuello y se quedó callada. Los tres jóvenes se quedaron impactados por el cambio de actitud de la infante, pero Snape tenía la habilidad de tranquilizar a su hija con el mero hecho de su cercanía, cosa que sucedía desde apenas sus primeras semanas de vida.
Igualmente, para los más cercanos a él no era ningún secreto lo mucho que apreciaba a Lilit. Estaba segura de que ni siquiera él pensaba que pudiera desarrollar un instinto tan fuerte hacia su heredera.
Cuando Severus se sentó junto a mí en el sofá colocó a la infante entre ambos, esta hizo volar uno de sus juguetes a sus manos.
- ¡Vaya! – comentó impresionado el Niño-Que-Sobrevivió – ¿Eso lo ha hecho ella sola?
- Sí – comenté con pesadez –, su primer brote fue hace apenas unas semanas, pero ya es capaz de controlarlo para traer lo que le plazca.
- Es muy pronto, ¿no? – preguntó Hermione confundida.
- Es raro, pero incluso hay niños capaces de realizar magia antes de nacer – le respondió su propia pareja – Sí que es su hija – comentó al ver su cara de concentración con su juguete.
- ¿Lo dudabas? – el apelado puso su característica cara de pocos amigos, con la boca apretada en una fina línea y en la que levantaba una sola ceja por encima de su homóloga.
- Lilit, Lilit, haz como papá – Snape agrió aún más su cara ante mis palabras - ¿Cómo hace papi cuando se enfada?
La niña dejó lo que estaba haciendo y levantó la cabeza replicando a los mismos rasgos que su padre había presentado hace apenas unos segundos.
- Que miedo – comentó totalmente blanco Potter.
- Que linda – dijo Hermione casi a la par de su amigo.
- Lo siento Herms, tengo que coincidir con Harry, es como una bizarra pesadilla – secundó el pelirrojo.
Riendo y felicitándola cargué a Lilit y le di un cariñoso apretón entre mis brazos, quien se partía de risa, antes de dejarla de nuevo entre ambos.
Severus sonrió con suficiencia mientras se cruzaba de brazos orgulloso, si había dejado esas marcas en sus alumnos es que había realizado bien su trabajo de mierda.
Con un "plof" en la mesa entre sofás surgieron diversos bocados y pasteles, sumado a una cafetera y una tetera humeantes y una jarra de zumo.
- Al fin – me agarré mi vacío estómago –, ya iba siendo hora – la boca se me hacía agua ante tal agradable olor –. Lilit, ¡hora de la merienda! – la niña levantó los brazos feliz, como si entendiera lo que eso significaba.
- Sé que ya hemos hablado de esto muchas veces, pero verlo aún se le hace raro – comentó la dueña de aquellos ojos avellana.
- A tu cuñada también le costó asimilarlo – sonreí mientras miraba aquella extraña escena.
Llevaban cerca de una hora con aquella partida de ajedrez mágico. Severus estaba haciendo claramente "trampa", cada vez que dudaba entre dos maniobras le señalaba a una somnolienta Lilit, sentada sobre su regazo, las dos piezas a mover. La estrategia no le estaba saliendo nada mal.
- Sin embargo – volví la cabeza hacia la castaña – ella lo tuvo más difícil porque se pasó varios años teniéndolo de profesor.
- Suena complicado.
- Con Fred sí que lo fue – mi voz se rompió al pronunciar su nombre –, el resto me daba igual, solo nos incumbía a nosotros. Y por suerte, siempre pasábamos mucho tiempo juntos.
- Siempre me he preguntado, ¿no te molesta su mal humor?
- Mucho – le aseguré – pero dudo que nadie más sea capaz de aguantarme. Además – me dejé recostar en el respaldo de la silla de mimbre –, tampoco es que esté todo el día refunfuñando. Con la cara larga sí, pero que le voy a hacer si es su cara, venía así de fábrica.
- Sabes que te estoy escuchando, ¿cierto? – gruñó Snape desde varios metros de distancia.
- ¡Sí! Y me da completamente igual – alcé la voz para que se enterara.
La joven de pelo rizado le llevó las manos a la boca intentando, en vano, ocultar su pegadiza risa. Poco después nos unimos a la casi finalizada partida.
- ¿Has perdido? – le pregunté con curiosidad a Severus, masajeando su cuero cabelludo, a pocos centímetros de la nuca
- Claro que no – se cruzó de brazos –. Tablas – refunfuñó irascible.
- Oh, pobre Slytherin orgulloso – pasé los brazos alrededor de su cuello, y apreté su nuca contra mi pecho.
- Vas a despertar a Lilit – se quejó, posando la mirada sobre la infante dormida a su lado.
- Mientras esté en tus brazos, ya puede pasar una Banshee que no se despertará. ¿Crees que deberíamos acostarla? – me agaché de cuclillas, quedando a pocos centímetros de ella.
- ¿Tu crees que dormirá si la dejamos sola?
- La verdad es que lo dudo – acaricié su fino y suave cabello.
- ¡Aquí fuera hace muchísimo calor! – mustió el pelirrojo sofocado y rompiendo el tierno momento con Lilit.
- Si queréis, allí está la piscina – señalé tras ellos una vez me hube puesto de pie.
- Es muy amable de tu parte – agradeció la castaña –, pero deberíamos...
- ¿Una piscina? Eso suena genial.
No pude evitar reírme ante la auténtica mirada de muerte que le dirigió Hermione a su pareja. Lilith se despertó por el escándalo, llevando sus manos a los ojos y gesticulando pucheros.
- Pobre, se ha despertado – mustió Hermione con ternura.
- Igual de melodramática que su madre – rodó los ojos con fastidio tras ver el espectáculo que montaba su hija.
- Oye – le di un golpe juguetón en el brazo, lo que me hizo perder el equilibrio y caerme hacia atrás de culo.
Ante la atónita mirada de todos, fui la primera en comenzar a reírme.
- Tan torpe como siempre – la voz de Severus era seria, pero una incipiente sonrisa traviesa en su rostro lo delataba.
«Nos leemos pronto».
Esta vez prometo que será pronto de verdad.
ABRAZOS, Urria.