El Arquero del Fin del Mundo

By diana_herondale

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Vanessa Stride es una chica de origen latino, tiene un pasado oculto entre pesadillas que la atormentarán has... More

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By diana_herondale

Hola, no morí, ni nada, ya regrese con nuevo capitulo y temática! Esta vez vamos a hacer un retroceso a la historia de Vanessa, desde sus comienzos con la epidemia hasta la pérdida de su familia.

Espero les guste y así conozcan más a mi querida protagonista.

Por cierto, este capítulo contiene lo de dos, pero por problemas con mi celular que anda mal de la pantalla y no lo he podido arreglar, tuve que dejarlos juntos.

Otra cosa, si no han leído, la edición será después de terminada la obra, aunque agradezco sus comentarios sobre correcciones.

En fin, disfruten!

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–Les pedimos a todos que permanezcan en sus casas y que obedezcan al ejército que ira evacuando a todos los ciudadanos a zonas seguras… Las autoridades aún no dan razón sobre la situación actual, nos solicitan informar que… –apagué el televisor y miré a mi madre.

–No sé qué está ocurriendo, pero está en todas las noticias y en internet, no creo que sea algo solo de Estados Unidos, ¿recuerdas en el vuelo? Lo que hablaban esas personas en el pasillo…

–Vanessa, tranquila, no es nada ¿sí? Todo irá bien, tu padre llegará en dos días aquí y podremos irnos todos juntos…

–¡Mamá, reacciona! Si esta situación continua, no podrá llegar desde donde está con su maldita exposición…

–Aunque no es la mejor forma de decirlo –me interrumpió mi cuñado Gustavo–, Vanessa tiene razón, nosotros deberíamos irnos y contactarlo en el camino, ir a una zona segura como todos, estamos muy cerca de la ciudad…

–No nos iremos aún, los oficiales no han llegado a evacuarnos ¿A dónde quieren ir? Es nuestra primera vez aquí, no conocemos las calles y tampoco tenemos auto.

–Mamá, sabes tan bien como yo que sé arrancar un coche sin llaves, además…

–No vas a volver a robar ¿quieres que te deporten y no puedas volver a este país jamás?

–Sabes que yo no quería venir, si Jonathan estaba tan interesado en saber de nosotros, bien pudo ir a México, pero claro, sus peces son lo más preciado que tiene…

¡Bang!

Un disparo calles abajo hizo que me callara y me levantara rápidamente para ir a abrazar a mi madre, quien me hizo agacharme.

–¿Dónde está Javier? –preguntó en un susurro.

–Arriba, ha estado allí desde hace dos horas –respondió mi cuñado acercándose con cuidado a la ventana y echando un vistazo discreto–. Parece que no fue cerca y lo que haya sido, ya pasó.

–¡¿Están todos bien?! –preguntó a gritos mi hermano mientras bajaba las escaleras rápidamente.

–¡Calla! –lo regañe.

–Bajen la voz los dos –nos reprendió mi madre–. Javier ¿qué estabas haciendo?

–Tenemos que irnos, estuve haciendo algunas investigaciones y sé que no me lo van a creer, es especial tú, Vanessa –añadió mirándome, le dedique una cara de pocos amigos–, pero parece que hay un brote de una enfermedad mortal que está haciendo que los muertos se levanten y…

Una sonora carcajada salió de mi boca.

–¡Esto es en serio! –me reprendió.

–Hermano, no debes de creer todo lo que lees en internet, ¿sabes? Dios, no puedo creer que eres mayor que yo.

–¿No me crees? Bien, ven acá –dijo mientras me tomaba del brazo y me arrastraba escaleras arriba.

–Suéltame, idiota, me lastimas –proteste.

–Deja de ser tan infantil, Vanessa, sé que no querías venir a este viaje, sé que odias a nuestro padre por no estar cuando le sucedió eso a Luz y sé que sientes que se desentendió de nosotros por muchos años, pero vas a tener que dejar todos esos pensamientos de lado por ahora ya que tenemos que lidiar con problemas más grandes –me dejó en claro mientras entrabamos a la recamara que compartía con Gustavo, me hizo sentarme en su cama y me pasó su computadora con un vídeo en pausa–. Tuve que descargarlo, internet los está sacando del servidor casi apenas se publican, están cubriendo todo esto.

–Javier…

–Míralo, Vanessa –me ordenó, suspiré y reproduje el video, que al parecer era de un soldado del ejército.

–Aquí el sargento Sanders de la unidad K–28, en estos momentos estoy reportando desde las instalaciones del Departamento de Salud en Washington, mi unidad… Carajo, mi unidad está muerta y dentro de unas horas lo más probable es que yo esté igual… Escuchen allá afuera: Esto no es una enfermedad cualquiera. Mi equipo tuvo que ir a la zona residencial a evacuar a las personas, pero en el último viaje atrajimos la atención de esas cosas, nos rodearon… Primero derribaron a Roster y a Wert y… y esas cosas se los comieron, diablos, les dispare, lo juro, pero no funcionaba. Sánchez le dio a uno en la cabeza y funcionó, si se topan con ellos, corran, son lentos, pero peligrosos en manada y si no tiene más opción, destruyan su cabeza, eso los detendrá… Descuiden, ya no son personas como ustedes, están muertos, como lo oyen, son cadáveres que se mueven, no cometerán ningún delito si los rematan, háganlo por su propia seguridad, nadie los detendrá… –un ataque de tos hizo que el hombre dejará de hablar, sangre escurría de su boca–. Mi último hombre fue mordido y el día de ayer se trasformó luego de morir y me ha mordido, yo no voy a caminar sin un alma… ¿Quieren el consejo de un hombre muerto? Huyan, llévense a su familia lejos, no hagan ruido y no vayan a las ciudades, esas cosas no son lo único por lo que deben de preocuparse… –otro ataque de tos lo hizo detenerse–. Al diablo, no voy a esperar a quedar inconsciente –dijo y de la nada apareció una pistola, él abrió la boca y disparó, la cámara cayó, le iba a devolver la computadora a mi hermano, pero él negó y me señalo una esquina en la pantalla, fijé mi atención y vi un par de pies arrastrándose, también alcance a oír un quejido lastimero en el fondo.

–¿Crees que estoy equivocado aún? –me preguntó, yo me quedé callada y traté de controlarme, las manos me temblaban.

El ruido de camiones en la calle hizo que volviera a la realidad, me asome a la ventana y vi al ejército bajar, pero sus movimientos eran raros, miraban en todas las direcciones, como si esperaran que esas cosas, de existir, los rodearan.

Sin responderle a Javier, baje con mi madre, cuando la vi mirando por la ventana, fui y la aleje de allí.

–Mamá, escucha, no sé qué ocurre, pero debes de confiar en mí: No vamos a ir con ellos.

–¿Qué? –preguntó bastante confundida mientras veía a mi hermano a mis espaldas bajar con nuestro equipaje.

–Tenemos que irnos, hay reportes de la ciudad vecina y son de hace dos horas.

–No podemos llevar todo, hay que sacar algo de ropa y meter comida, agua, linternas, baterías y necesitamos con qué defendernos.

–Están los regalos de papá.

–¿Qué sucede? –nos cuestionó Gustavo al ver cómo mi hermano sacaba la ropa de las maletas.

–Tenemos que irnos y… –una serie de golpes en la puerta me hizo callar, mi mamá avanzó, pero yo negué, aun así, continuo su paso.

Apenas abrió la puerta, dos oficiales la recibieron con las armas en alto.

–¿Está usted a cargo de este hogar? –le cuestiono uno.

–Ehh… sí.

–Estamos aquí para evacuar a todos los civiles de la zona, tenemos dos camiones listos abajo, partirán en quince minutos, si no están listos para ese momento, tendrán que esperar dos horas a que vengan los siguientes.

–¿A dónde nos llevan?

–A un campamento para refugiados –respondió el otro–. Todas las preguntas que tenga serán contestadas en el destino de estos camiones, por el momento deben apresurarse –finalizaron mientras daban media vuelta y continuaban con su recorrido.

–Muchachos… iremos con ellos –sentenció mi madre.

–¡No! Será peligroso, por favor, mamá, escúchame… –le rogué.

–No, Vanessa, iremos. Hijos míos, saben que confío en ustedes, pero ahora ustedes deben de confiar en mí, no podemos ir por ahí sin saber la situación a la que nos enfrentamos, en el campamento sabremos qué ocurre, qué hacer y tal vez hagamos contacto con su padre y…

–¡No! Mira, mamá, ¿lo quieres ver? Perfecto, vamos al jodido zoológico, lo recogemos y nos vamos, pero si vamos ahora mismo con esas personas, no lo vamos a poder ver –replique.

–Eres terca, Vanessa –me concedió, yo sonreí, sabía que había ganado.

–No he visto a los ancianos vecinos desde hace días y ellos tienen una camioneta, podemos ir en ella –ofreció mi cuñado.

–Perfecto, ¿Javier? –lo llamé.

–Ustedes hagan las maletas, yo iré por las llaves, los veo afuera de su cochera y en serio, Vanessa, lleva los regalos de papá –me ordenó mientras salía de la casa.

A regañadientes fui al armario detrás de la puerta mientras mi mamá ordenaba la ropa y Gustavo iba por comida, allí, arrumbados en un rincón estaban las cajas de la ofrenda de paz de nuestro padre para con nosotros: Un arco profesional con veinte flechas y una katana de doble filo, el primero era para mí, el segundo para mi hermano, ¿quién iba a decir que Jonathan Stride finalmente les daría a sus hijos algo de utilidad?

–Ya estamos listos, Vanessa –me avisó mi madre, yo asentí mientras tomaba ambas armas y las colgaba en mi hombro.

–Bien, Javier ya salió, vamos a alcanzarlo, no estoy segura de que los oficiales estén tan de acuerdo en que nos vayamos por nuestra cuenta –dije y abrí la puerta de la entrada.

Asomando mi cabeza, mire a ambos lados de la calle, algunas familias estaban apuradas, podía escucharlas y los soldados con el camión se encontraban al final de la calle, los podríamos evadir si íbamos al otro lado.

–Bien, despejado. Andando –susurré y salí de la casa.

Mi mamá y Gustavo me siguieron de cerca, en el garaje del vecino, el cual ya estaba abierto, las luces de su vehículo me dieron la señal para que saliera de la casa.

–Javier ya está allá, vamos –dije y comencé a caminar.

En cuanto llegamos al garaje, metí rápidamente mis cosas en la cajuela, mi mamá subió el equipaje y mi cuñado la comida, cuando terminamos, subimos en el auto, pero un ruido seco hizo que todos nos quedáramos quietos.

–¿Qué fue eso? –pregunté en un susurro.

–No lo sé… –respondió de igual modo mi hermano, que estaba de piloto, yo de copiloto.

–¿Por qué no cerraste la puerta? La rapiña comenzará en las casas en breve –regaño Gustavo a mi hermano, quien miro por el espejo retrovisor.

–La manija está rota, pero… Yo sí había cerrado la puerta… Eh… Vanessa –me llamó, cuando lo miré, vi que señaló mi ventana, allí parada afuera estaba nuestra anciana vecina.

–Demonios… –maldije en español–. Hola, señora, lamentamos haber tomado su auto –empecé mientras quitaba el seguro de la puerta y comenzaba a abrirla–. Verá…

–¡Ciérrala! –gritó de repente mi hermano, pues apenas y con una rendija de la puerta abierta él había podido escuchar lo que yo no y eso era ese maldito quejido que emitían los infectados.

No hizo falta que yo cerrara la puerta, pues aquella mujer que había sido mi vecina se lanzó contra esta, cerrándola de paso y manchando mi vidrio con saliva y sangre.

Mi madre gritó, mi cuñado gritó, mi hermano también y por supuesto que yo igual.

–Conduce, conduce –apuró mi madre a Javier, a ella no le habíamos explicado nuestras averiguaciones, pero tal parecía que su simple instinto de supervivencia le decía que esas criaturas eran peligrosas.

–¡No avanza! –se quejó él.

–¿Revisaste que tuviera gasolina? –le pregunté, él miro la pantalla.

–¡Sí tiene! –protestó.

Miré rápidamente los controles y vi puesto el freno de mano.

–Javier –me quejé mientras lo quitaba y ahora sí que nos movimos.

Lo cual fue bueno, porque nuestro querido vecino infectado se le unió a la primera mujer para perseguirnos.

–Listo, ¿adonde? –preguntó mi hermano.

–Bueno, su padre estaba en… ¡Adelante! –gritó ella y mi hermano frenó de golpe.

Ante nosotros, al final de la calle, alrededor de cincuenta personas tambaleantes y sangrantes se dirigían a paso lento directamente hacia nosotros.

–No, no, no… –susurré.

Justo al mismo tiempo, un golpe en mi ventana me hizo dar un pequeño salto en mi lugar, apenas me gire vi a un oficial.

–¡Bajen del vehículo y suban al camión! –nos ordenó mientras comenzaba a disparar.

–Vanessa, tenemos que irnos –sentenció mi hermano mientras abría su puerta y bajaba del auto.

Desechando mi plan, lo imité y ayudé a bajar nuestro equipaje mientras a nuestro alrededor una serie de gritos nos iban cercando poco a poco, acompañados de los gemidos de ultratumba de aquellos seres infectados.

Con prisas subimos al camión que ya estaba en movimiento, rápidamente un oficial reviso nuestro cuello y brazos buscando mordidas, en el proceso yo traté de mirar detrás de mí, pero mi madre apenas lo noto me abrazo cubriendo mis ojos.

–No veas, Vanessa, no veas –repetía mientras me sostenía fuerte de ella, como si tuviera miedo que, de soltarme, me perdería en este mundo apocalíptico que poco a poco iba levantándose entre nosotros.












2

-Aqui no es seguro -susurro mi hermano frente a mi, yo asenti.

-Pero mama no se quiere ir... Debemos de conseguir un celular con señal para que le marque marque papa y se calmo -respondí mientras mientras miraba, en esos momentos estaba consiguiendo nuestra ración de comida junto con Gustavo-. Confiscaron todo cuando llegamos, mi arco y la espada a llevaron a la armeria.

-Lo se, pero tambien se que tu puedes abrir candados -replico, yo frunci los labios.

¿Quien iba a pensar que mis desvios de la juventud nos ayudaron?

-Pero tambien necesitamos un auto y comida. Este refugio esta a cuatro horas del barrio donde nos encontrabamos, ¿crees que esas cosas no vienen en nuestra direccion? No se que los motiva, el soldado del video dijo que era era ruido, tiene sentido, es el ultimo sentido que se pierde al morir... Si es que se les puede decir muertos. De cualquier forma, los soldados dispararon todos el camino hacia aca, no dudo que tengamos a esas cosas pisandonos los talones.

-Entonces tenemos que irnos hoy.

-Esta noche... Si esperamos mas, podria ser peligroso. Tal parece que podemos contagiarnos de la infeccion y aqui no revisaron a todos cuando llegamos, entonces es probable que alguien de aqui este infectado -le dije mirando a todos a mi alrededor, habia una tos seca en la lejania.

-¿Que propones? De los dos, se te da mejor romper las reglas de manera astuta.

-Cuando todos vayan a dormi, iremos por las cosas, despues te esperare en el auto que robaremos y tu volveras por ellos... Despues ya veremos -conteste mientras mi madre llegaba.

-Una botella de agua para cada quien y algo de arroz con carne -dijo mientras nos extendía los platos.

-Nosotros trajimos mas comida que esto -me queje comiéndolo de mala gana, el arroz estaba demasiado cocido.

-Concuerdo contigo -comento Gustavo-. Chicos... ¿Creen que nos dejen salir de aqui? Tengo unos amigos que viven cerca de aqui, no los he visto en años, pero no se habran mudado.

-No lo creo, oi que nos van a poner en una especie de cuarentena -respondio Javier.

-Tal vez sea lo mejor -opino mi mama.

Yo mire callada mi plato mientras jugaba con un pedazo de carne duro, tal vez era mi pequeño sindrome de ansiedad, pero comenzaba a sentirme cada vez mas insegura en este lugar.



-Es hora -le dije a mi hermano cuando ya habian pasado dos horas desde que todos se fueron a dormir.

Me levante del catre que me habian dado y compartía con mi mama, ella estaba plácidamente dormida.

Tome mis zapatos y camine descalza hasta salir de la tienda comunitaria, mi hermano me seguia de cerca.

-Vi que llevaron las armas por aca -le susurré tan bajo como pude.

-Yo te cubro. Continua -me indico, asentí y avance.

Apenas llegamos a la armeria, vi que estaban dos guardias alli parados, no tenia alguna proteccion es especial, solo estaba cerrado tal vez con seguro.

-¿Que hacemos? -le pregunte.

-Yo los distraere.

-Javier...

-No, Vanessa... De los dos, tu tienes mas posibilidad de robar las armas y el auto, dejare que me escolten de nuevo a la tienda, en cuanto se vayan, iremos contigo, todos.

-Debe de...

-¡No! ¡Ayuda, ayuda! -grito Javier, rapidamente me empujo fuera de la vista de los guardias.

Era una fortuna que nuestra hermana pequeña hubiera sido sonámbula y muchas veces el calmara ese tipo de ataques que le daban, sabia imitarlos perfectamente.

-¿Que te sucede? -lo interrogo un guardia yendo hacia el.

-Ayuda... Ayuda... -siguio repitiendo mientras miraba la pared en blanco.

-Hijo, despierta, hijo -le dijo uno sacudiendolo.

Javier actuó desubicado y como si se desmayara sobre los guardias. Aproveche esa distracción para avanzar rápidamente a la armería.

-Yo... Lo lamento, tengo pesadillas y soy sonámbulo, pero nunca me despiertan en medio de los ataques... Necesito sentarme y un poco de agua -les dijo.

Antes de que se lo llevaran, yo ya estaba abriendo la puerta, para mi fortuna todo estaba alli, no quería llevar nada que hiciera ruido, asi que me aleje de las armas grandes y tome una pistola con tres cargadores, ademas de un cuchillo, la espada de mi hermano y mi arco con las flechas.

Apenas me gire, la puerta se abrio, revelando un oficial asustado, le devolvi la mirada de igual modo hasta que vi por encima de su hombro una mujer que abrazaba a un bebe y llevaba a otro niño de la mano.

-No lleve armas grandes, el ruido los atraer -le dije, el asintio y me dejo salir.

-Gracias y suerte -me dijo aquella mujer, yo asentí y fui de inmediato a la zona de vehiculos.

En mi juventud habia sido arrestada tres veces por robo de autos, pero mi madre siempre pagaba la fianza con ayuda de mi padre, aun asi, mi talento era admirable, porque lo habia hecho cerca de veinte veces y solo me atraparon en tres por olvidar desconectar el rastreador de los modelos caros.

Ya que no podia darme el lujo de buscar las llaves, fui a un jeep cerca de la reja, con la suficiente velocidad podria derribarla.

Con el cuchillo logre abrir la cajuela, alli meti todo y quitando la proteccion, luego de cerrar la puerta, avance por entrar los asientos hasta llegar al asiento del piloto.

-Tu puedes, Vanessa -me dije a mi misma mientras me agachaba y comenzaba a hacer mi trabajo con los cables.

No habia elegido el jeep solo por su facilidad de movimiento, sino también porque era el modelo que mejor conocia su cableado.

Cuando estuve segura de que estaba con los cables correctos, me toco el tiempo de esperar a mi familia mientras me mantenia agachada por si algun guardia llegaba.

Tal vez era mi imaginacion, pero estaba segura de estar escuchando gemidos lastimeros cerca.

Un toquido en la ventana me hizo dar un pequeño salto, era mi madre, con un suspiro de alivio abri la puerta y ella entro.

-¿Como supiste donde estaba?

-Eres mi hija, te conozco desde que estabas en mi vientre, ademas, de las veces que fui a pagar tu fianza, todas fueron por Jeeps.

Sonrei con ganas.

-¿Donde estan los muchachos?

-Fueron por provisiones.

-Ya veo  -susurre.

-Vanessa... Se que no quieres ver a tu padre porque sientes que nos abandono cuando mas lo necesitábamos, pero no fue asi, el tampoco pudo viajar... En esto momentos debemos de reunirnos, el ha vivido mas tiempo aqui, podriamos...

-Si es lo que quieres, lo encontraremos, pero no me pidas que salte a sus brazos brincando de felicidad -condicione, ella asintio.

-Supongo que es lo mejor que sacare de ti, pero prometeme algo, cuando lo veas, trata de arreglar las cosas con el, hazlo por mi, ¿si?

-Solo por ti, mama.

-¡Vanessa, enciende el auto! -grito mi hermano mientras lo veia correr junto con Gustavo.

-Carajo, de seguro los vieron -maldije y encendido las luces al tiempo que hacia arrancar el motor.

Apenas Javier miro el auto donde estabamos, tomo a Gustavo de la ropa y lo guio, subieron corriendo con dos bolsas de comida y un botiquín de primero auxilios.

-¿Que sucede? -les pregunto mi madre.

-¡Estan aqui! -respondio Gustavo mientras miraba el campamento.

De pronto, superando el ruido del motor del auto, una serie de gritos lo supero, pero estos no iban solos, pues el ruido de los infectados les siguio.

-Vamonos... Vamonos -me pidio mi mama en un susurro, yo asentí e hice avanzar el auto mientras nos alejabamos de aquel lugar maldito.

Ya no me importo romper la reja del estacionamiento, esas cosas habian venido de adentro, dejar pasar o hacer una salida extra no iba a hacer ninguna diferencia en esos momentos, solo me quedaba manejar por la noche, hasta encontrar un lugar a salvo o hasta que fuera seguro parar.

-¿Quieres que conduzca yo? -me pregunto Javier poniendo su mano en mi hombro, a causa del brinco que di en mi lugar, pero percate del temblor que recorría mi cuerpo.

Estaba asustada, de haber sido mas lentos, nosotros nos habríamos vuelto envuelto en aquel mar de gritos y desesperación.

-Lo hare por un rato mas... Estoy bi... Estoy viva -dije, el asunto y me palma el hombro como consuelo.

-¿Donde esta la casa de tus amigos? -le pregunto mi madre a Gustavo.

-A las afueras de la ciudad, cerca de unos campos de cultivo, podremos pasar alli la noche, pero es un largo camino.

-Okey, primero buscaremos gasolina -les dije y ellos asintieron.

Sabia que habia una duda rondando en nuestras cabezas en esos momentos, pero por salud mental nadie se atrevía a hacerla en voz alta, aun asi, no podia dejar de pensarla.

¿Habia alguna lugar a salvo todavia?

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