CAPÍTULO 34

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Con ayuda de los brazos eleva su cuerpo y, apoyándose en una sola rodilla, se aparta de mí para quitarse la camiseta. La deja a un lado y, mientras lo hace, lo observo. Hay tanta belleza y esplendor en su torso que no puedo quitarle los ojos de encima. Miro idiotizada como se mueve y aunque sé que debería de disimular un poco mi babosería, no puedo. Es tan perfecto que cada uno de sus músculos merece una escultura. ¿Cómo se puede estar tan bueno?

Cuando termina vuelve a echarse sobre mí y el calor que desprende su cuerpo envuelve el mío en llamas.

«¡Ay, santa Bárbara!» rezo para mis adentros. ¿Qué es todo esto que estoy sintiendo?

Una de sus manos comienza a deslizarse por debajo de mi ropa y aunque en otro momento no dudaría en detenerle por parecerme demasiado pronto, sorprendentemente le dejo hacer. Tenerlo sobre mí me está excitando tanto que hasta mi yo mojigata está disfrutando. Antes de que sus dedos alcancen mis grandes pechos, mis pezones se endurecen cuando los roza por encima del sujetador y una fuerte corriente eléctrica fluye entre mis piernas.

—¡Oh! —exclamo casi sin darme cuenta y cuando lo repite por segunda vez me contengo.

Sé que debería dejarme llevar y todas esas cosas que siempre aconsejan, pero estoy demasiado nerviosa y me cuesta. Es la primera vez que le permito llegar tan lejos y pensar en lo que seguramente quiere hacerme con ese... bate de beisbol, me asusta.

Sus manos buscan ahora la forma de soltar mi sostén y cuando se asegura de que mis pechos han quedado libres, me mira fijamente. Muy despacio, y sin cortar el contacto visual, levanta mi ropa con los dientes y resbala su lengua por mi abdomen haciéndome enloquecer. Su mirada es mi punto débil y lo sabe.

Mientras besa mi estómago recreándose en mi ombligo, varias imágenes de lo más provocativas se forman en mi mente. Si no fuera tan retraída tomaría el control de la situación para llevarlas a cabo, sin embargo, no me veo capaz y me dedico a esperar.

Poco a poco, y a medida que mi excitación avanza, esa idea pasa a un segundo plano y, como si no fuese yo, me implico más. Mis manos aprietan su cuerpo para sentirlo más cerca y cuando su boca se pierde en mi escote lanzo un fuerte suspiro que responde de la misma forma. Acto seguido, levanta mis brazos arrastrando por ellos mi camiseta y cuando queda sobre mi cabeza presiona mis muñecas para inmovilizarme con una de sus manos.

—Voy a devorarte enterita —susurra con la boca relajada y sus carnosos labios vuelven a la carga, pero esta vez no lo hacen solos y, acompañados de sus afilados dientes, pellizca con delicadeza mis pechos, provocándome un torrente de placer que no había sentido hasta ahora.

—Oh, Dios —El calor se vuelve casi insoportable y al intentar soltar mis manos las aprieta más fuerte contra la cama para indicarme que estoy a su entera disposición. Eso me enciende todavía más. Nunca nadie había logrado hacerme alcanzar este estado.

—¿Quieres seguir? —Se preocupa antes de continuar y asiento con rapidez mientras muerdo mi labio inferior. Con la mano libre desabrocha su cinturón y vuelve a mirarme—. ¿Estás segura? —Levanta una ceja y vuelvo a asentir. No he estado más segura en mi vida. Ni siquiera me preocupa ya su tamaño. De un solo tirón se hace con la tira de cuero que hasta ahora rodeaba su cintura y, tras mostrármela, comienza a acariciarme con ella—. ¿Te gusta?

—Sí —lanzo en forma de bufido disfrutando bajo ella.

La fría hebilla hace el mismo recorrido que hizo antes su lengua y cuando llega a mis pezones se endurecen tanto que tengo que tensar la mandíbula para soportarlo. La tortura a la que me está sometiendo es demasiado excitante.

Se inclina sobre mí y cuando deja de hacer presión en mis manos algo en mi interior protesta. Como si pudiese leer mi mente, rodea mis manos con el cinturón y, tras apretarlo para que no pueda separarlas, con gran destreza ata el otro cabo al cabecero de la cama. En lo único que puedo pensar es en que su trabajo como estríper le ha dotado de ciertas habilidades que estoy dispuesta a explorar.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora