CAPÍTULO 22

22.6K 4.1K 1.1K
                                    

Sus besos cada vez se vuelven más vivos y me arrastra al borde del precipicio en el que estamos sumergidos. Su sabor, su calor, su aliento fresco... todo me cautiva de él. Enreda una de sus manos en mi pelo y con la que tiene libre rodea mi cintura para que mi cuerpo quede más cerca del suyo. Con sutileza, nos vamos echando sobre el sillón. Cuando me quiero dar cuenta lo tengo colocado entre las piernas.

—Gorka... —jadeo. Siento que estamos llevando esto demasiado lejos.

—Mmm —me ignora. Está totalmente entregado a la pasión y no tiene intención de perderla.

—¿Qué estamos... haciendo? —Su boca, ansiosa, apenas me deja hablar y aunque debería detenerme, no puedo. Con cada segundo que pasa sus besos se vuelven más adictivos.

—Lo que queremos. —Respira agitado sobre mí sin importarle la postura de su pierna y continúa.

—Gorka... —lo intento una vez más, pero me es realmente difícil parar y él no tiene intención de ayudar.

El cuerpo cada vez me pide más y aunque el sentido común está tratando de ponerse en medio para evitar que cometa una locura, por el momento va perdiendo. Tengo tanto calor que estoy deseando empezar a quitarme la ropa.

—JJJJJ. —Un ruido raro llama mi atención y me detengo por un segundo—. JJJJJ. —Vuelve a sonar y ahora es Gorka quien parece oírlo también.

—¿Qué haces? —me pregunta con los ojos entrecerrados y su cabello llama mi atención. Es la primera vez que lo veo tan despeinado y saber que ha sido por mi culpa me gusta.

—¿Yo? Nada.

Trato de controlar la respiración y antes de conseguirlo se echa sobre mí. Su boca afanosa vuelve a buscar la mía con anhelo y cuando la encuentra el maldito ruido aparece de nuevo.

—JJJJJJJJJ. —Esta vez suena más fuerte y, con cuidado, se separa unos centímetros para mirarme.

—¿Por qué haces eso?

—¿Yo...? Yo no lo he hecho —digo empezando a asustarme. Es un ronquido muy extraño y no parece humano.

—¡Pepe! —grita sobresaltándome y se lanza contra la mesa—. ¡Pepe!

—¿Qué ocurre? —Me levanto casi a la vez que él y, al fijarme mejor, me doy cuenta de que el loro está inconsciente sobre la caja de la pizza.

—¡Se ha atascado! —Mete los dedos temblorosos en su boca—. ¡Pepe! ¡Por tu madre! ¡Respira!

—¿Qué? ¿Con qué? —Logra ponerme tan nerviosa como él y observo sin saber muy bien qué hacer cómo golpea con cuidado su espalda. Vuelve a buscar dentro de su pico y presiona su pecho a la vez.

—¡Pepe! ¡No me dejesss! —grita casi al borde de la histeria y cuando por tercera vez introduce los dedos en su garganta, logra sacarle un trozo de pizza enorme. Entonces el pájaro comienza a moverse.

—¡Hostia puta, macho! Grrr —dice sorprendiéndome y los dos le miramos. Por supuesto, yo con los ojos como platos. ¿El jodido loro acaba de hablar?

—¡Hostia puta, macho! —repite Gorka a la vez que con alivio se echa hacia atrás y empiezo a entenderlo. De tanto como se lo ha escuchado, lo debe de haber aprendido—. ¡Cuántas veces voy a tener que decirte que no te comas mi comida! —lo riñe bastante cabreado—. ¡No eres humano!

—Me la agarras con la mano. Grrr.

—¿Qué? ¿En serio ha dicho lo que creo? —Le miro sabiendo de dónde lo ha sacado y se echa a reír.

—Aunque no te lo creas, eso me lo ha enseñado él a mí.

—Pues estás en lo cierto. No te creo. —Se lo he escuchado más de una vez.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora