CAPÍTULO 23

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Al llegar la noche insiste para que me quede a dormir alegando que no puede moverse y que le duele la pierna, pero me niego. Sé que todo forma parte de un plan para presionarme y conseguir lo que quiere. Apenas le ha dolido mientras ha estado en el hospital y después de todo lo que le he visto hacer en un rato, sé que hoy tampoco. No teniendo escapatoria, y con bastante reparo, al final le dejo mi número de teléfono anotado en un papel por si ocurriese algo. Solo espero que no se comporte como un capullo y se pase la noche molestándome con sus bromas. Ya lo conozco lo suficiente como para saber que no tendría ningún problema en hacerlo.

—No puedes dejarme así, ¡mala mujer! —lloriquea cuando me despido—. Se lo diré a mi suegra en cuanto la vea.

—Lo único que tendrás que hacer mientras no esté es ir al baño como has estado haciendo mientras he estado aquí y no veo que te haya ocasionado ningún problema, pero si quieres... puedo dejarte una ensaladera debajo de la cama para que ni siquiera tengas que moverte —bromeo.

—¡Eres cruel! —En medio de su drama veo un atisbo de sonrisa y eso hace que me marche más tranquila.

—Y más que lo pienso ser como sigas portándote así.

Cierro la puerta a la vez que cierro mis ojos y suspiro. Está loco, completamente loco, pero, por desgracia, me encanta. Todavía no sé cómo diablos he llegado a esto. Yo, una persona tan cerrada y poco sociable cuidando a un hombre como él... Vuelvo a suspirar y me pongo en marcha. Solo espero que esta tontería se me pase pronto.

Cuando estoy bajando las largas escaleras mi teléfono comienza a sonar y al ver que es mi padre descuelgo rápido. Si él me llama es que algo pasa.

—Dime, papá.

—¿Te han llamado los del seguro?

—No, ¿por qué?

—No, por nada. —Noto nerviosismo en su voz y eso me preocupa.

—¿Qué ocurre? —insisto. Podría esperar hasta llegar a casa, pero la preocupación no me lo permite.

—Parece que... —Carraspea—, bueno... —No sabe cómo empezar y eso me asusta todavía más—. Parece que han encontrado pruebas de que el incendio.... Bueno..., ha sido provocado y creo que el mismo seguro va a demandarte por intento de fraude.

—¿Quéééé?

—Tranquila, cariño. —Vuelve a carraspear y aunque intenta disimular como puede, noto que está tan alterado como yo—. Vamos a solucionarlo, ya verás. Debe de tratarse de un error.

—¡Madre mía! —Pongo la mano sobre mi frente y la masajeo—. ¿Cómo voy a hacer yo eso? ¿Están locos o qué les pasa? —No puedo creerlo. Ya no sé qué más puede ir mal.

—Creen que como el negocio es nuevo y no factura lo suficiente..., has podido inventar todo esto para cobrar la indemnización.

—¡Eso es mentira! —exclamo. Es increíble que me estén acusando de algo tan grave.

—Lo sé, cielo, y por eso te digo que todo se arreglará. No debes preocuparte.

—¿Qué pruebas han encontrado? ¿En qué se basan para decir que ha sido provocado?

—No lo sé, solo me han comunicado eso, pero no sé más. Esta semana nos llamará la policía e imagino que nos contará todo.

—Está bien. —Puedo notar como el corazón me late con fuerza—. Voy ya para casa, ahora hablamos.

Nos despedimos y cuando cuelgo tengo que hacer un esfuerzo para controlar las lágrimas. ¿Cómo narices voy a manipular yo algo que no me atrevo ni a tocar con un palo por miedo a electrocutarme?

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora