CAPÍTULO 27

21.3K 3.8K 564
                                    

A la mañana siguiente Gorka se levanta temprano y viene hasta mi habitación. Al parecer, mientras estuve detenida mi madre le ofreció la habitación de invitados y desde entonces se ha instalado ahí.

—Voy a necesitar que me hagas un favor —susurra cuando se asegura de que ya estoy despierta.

—¿Cuál? —pregunto todavía adormilada.

—Pepe está solo y aunque siempre le dejo agua y comida suficiente, necesito ir a echarle un vistazo. Me preocupa un poco que vuelva a pasarle algo y no estar allí para ayudarlo. Desde que vinimos de Toledo está mucho más nervioso y no para de hacer trastadas.

—Está bien. —Me giro dándole la espalda y, cuando menos lo espero, vuelvo a quedarme dormida.

—Mariajo. —Se echa a mi lado y en el instante en que rodea mi cintura con su brazo abro los ojos. Nos hemos besado varias veces pero que me abrace así nunca lo había experimentado—, no te duermas... —habla en mi oído y por su aliento mentolado puedo percibir que acaba de lavarse los dientes. ¿Será que mi madre también le ha comprado un cepillo? El disgusto que la pobre se va a llevar cuando descubra la verdad va a ser monumental. Tendré que inventar algo cuando esto termine para que el golpe no le resulte demasiado duro.

Está claro que algo sentimos el uno por el otro, sino él no estaría aquí..., pero otra cosa muy diferente es que lleguemos a mantener algún tipo de relación. Somos dos polos opuestos y, después de todo, él tiene su vida a varios de cientos de kilómetros de aquí. Algún día volverá a su tierra y de esto solo nos quedará un bonito recuerdo. Eso contando con que las cosas terminen bien, porque como acaben como con mi ex de bonito no tendrá nada.

Diez minutos después por fin logro reunir la voluntad suficiente como para salir de la cama y después de pedirle que me espere en el salón, me doy una ducha rápida. Cuando regreso con él recogemos todo lo que nos hará falta y tras despedirnos de mi familia, que están desayunando en la cocina, les avisamos de que no nos esperen para comer ya que lo haremos en su apartamento. Entonces nos ponemos en marcha. Aunque mi cabeza no está todavía como debería, me siento bastante más despejada que ayer y puedo conducir sin problema. Estaba tan agotada que, aunque dormí gran parte del día, al caer la noche no tardé en conciliar el sueño de nuevo.

Subimos los tramos de escalera como lo hicimos todas las veces anteriores y Gorka, una vez más, parece que vuela mientras que yo voy detrás con la lengua fuera. ¿Cómo puede tener unos brazos tan fuertes? Es increíble lo poco que le cuesta. Saca la llave para abrir mientras busca un lugar donde apoyar las muletas y cuando estiro mi mano para ayudarlo nuestros dedos se rozan haciendo que una corriente eléctrica me recorra entera. Por instinto, levanto la mirada para buscar la suya y al encontrármela de frente, lo primero que pasa por mi cabeza es si él habrá sentido lo mismo, pero viendo que actúa normal lo descarto. Tengo la impresión de que estoy esperando demasiado y al final la desilusionada terminaré siendo yo y no mi madre.

—Pepe, ¿dónde estás? —lo llama nada más entrar y veo que viene corriendo por el pasillo. Me resulta tan extraño ver a un pájaro sin plumas que creo que no podré acostumbrarme jamás. Se inclina ayudándose del mueble de la entrada para colocar la mano en el suelo y Pepe sube con confianza por su brazo hasta colocarse en su hombro—. ¿Me has echado de menos? —Besa su pronunciado pico y este emite un sonido como si hiciese lo mismo. Nunca pensé que un pájaro pudiese llegar a ser tan inteligente—. ¿Tienes comida? —le pregunta y, como si supiese lo que le está preguntando, habla:

—Comida, ummm. ¡Qué rica! Pepe ven, toma tu comida. Ummm. Comida.

Debe de haberle escuchado decir esas frases muchas veces para que haya aprendido a repetirlas con tanta claridad.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora