CAPÍTULO 14

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Media hora después, y tras insistirle varias veces al darme cuenta de que él también lleva un pijama de hospital y eso solo puede significar una cosa..., finalmente me deja saber qué le ha ocurrido a su pierna. Su rodilla se ha roto de mala forma y es posible que lo tengan que operar. Definitivamente, Gorka está hecho de otra pasta. Si fuera yo quien estuviese en su lugar no pararía de llorar, y más sabiendo que tengo que pasar por el quirófano, pero a él parece darle igual porque no deja de quitarle importancia.

—¡Deja de preocuparte ya! —dice al ver que estoy haciendo un drama.

—¿Cómo quieres que deje de hacerlo? ¡Estás así por mi culpa!

—Estoy así porque se me ha caído una pared encima. Sería culpa tuya si hubieses sido tú quien la empujara.

—¿Por qué no quieres entenderme?

—¿Por qué no quieres entenderme tú?

En medio de nuestra ridícula discusión, la puerta se abre y veo aparecer a mis padres.

—Mariajo, cariño. —Mi madre viene corriendo hacia mí y mi padre no tarda en hacer lo mismo. Ambos parecen bastante preocupados y me apena saber que les acabo de dar el mayor susto de sus vidas—. ¿Cómo estás, cielo? —Se colocan uno a cada lado de la cama y mientras les explico que ya estoy mucho mejor, me doy cuenta de que no quitan el ojo de encima a Gorka—. Disculpa, chico. —Mi madre ya no puede callarse más y llama su atención—. Con los nervios ni siquiera te hemos saludado al entrar. Eres amigo de Mariajo, ¿verdad? —deduce al habernos encontrado en medio de una disputa.

—Bueno... —Chasquea su lengua—. En realidad soy su novio. Me llamo Gorka. Encantado. —Les extiende la mano y mis ojos se abren como platos. A mis padres les pasa lo mismo y tras tomársela, confusos, me miran buscando una explicación. Sin embargo, lejos de dársela, pongo la mano sobre mi frente y resoplo. No tengo ganas ni fuerza para discutir más.

—¿Su novio? —Noto la mirada asesina de mi madre sobre mí y mentalmente juro venganza—. Mariajo no me había dicho nada... —Mi padre es más listo y al ver lo que está ocurriendo se excusa para ir al baño y desaparece.

—Ya imagino. Es que es muy tímida. —Ahora es Gorka quien me mira travieso, y si no fuese porque me han prohibido moverme lo estrangularía con mis propias manos. No imagina el problema que, con la tontería, me acaba de ocasionar. Ahora, por su culpa, mi madre me preguntará cada vez que tenga la oportunidad.

—¿Y a qué te dedicas? Si se puede saber... —Ya tardaba en hacerle esa pregunta.

—Soy estríper, señora.

—¡Oh, Dios mío! —espeto desde la cama y las miradas vuelven a mí—. Por el amor de Dios. Gorka ¿quieres parar?

—¿Qué? Es un trabajo tan digno como otro cualquiera. ¿Acaso te avergüenzas de mí?

—Mamá, en realidad es bombero. —Me adelanto para calmarla. Tiene los ojos tan fuera de las órbitas que temo que en cualquier momento se le caigan—. Un bombero tocapelotas... —digo con tonito—, pero un bombero, a fin de cuentas.

—Creo que en esta habitación hay alguien más tocapelotas que yo —suelta con mofa y comienzo a hiperventilar tanto que estoy tentada a quitarme la mascarilla. Será capullo... Por suerte mi madre no sabe de qué habla.

—¿Y cómo te has hecho eso? —señala su pierna—. ¿Estabas con ella en la farmacia cuando ha ocurrido todo? —Al verlo herido intenta hilar pero está tan desconcertada que no es capaz.

—Él fue quien me rescató. Él y sus compañeros, pero mientras lo hacía una pared aplastó su pierna —resumo para evitar dar más explicaciones. Cuanto más diga más querrá saber.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora