CAPÍTULO 48

18.9K 3.1K 619
                                    

—No puede ser. ¿Eres tú? ¿Qué..., qué haces aquí? Quiero decir... ¡Dios! Esto parece una jodida broma. —Frota sus ojos como si no creyese lo que está viendo.

—Estoy alucinando. —Rebeca coloca la mano sobre su frente— ¡Qué jodidamente pequeño es el mundo!

—¿Podéis decirme que ocurre? ¿Os conocéis?

—Sí. ¡Sí! ¡Claro que nos conocemos! —exclama mi hermano.

—¿Cómo... estás? —Rebeca parece seguir en shock. Le cuesta hablar.

—Bien, bien. Yo... he pensado mucho en ti. —Rasca su cabeza—. Me hubiese gustado tener al menos tu número.

—Sí, bueno... Ya sabes lo que acordamos. —Sonríe con timidez—. Aunque, a decir verdad, yo también me arrepentí de no habértelo dado.

—Esto debe ser algún tipo de señal. —Kike ríe nervioso y le miro extrañada. Mi hermano nunca se comporta así.

—Guau... ¡Qué impresión! —La hermana de Gorka pone la mano ahora sobre su pecho y Gorka me hace un gesto con los hombros. Él tampoco entiende qué está pasando.

—Yo... eh... —Mi hermano sale de su estado poco a poco y por fin recuerda que estamos ahí—. Rebeca y yo nos conocimos hace un par de años en un local de copas de Madrid. Ambos habíamos viajado a la ciudad por trabajo y, tras presentarnos, estuvimos hablando durante horas.

—¿En serio? —No salgo de mi asombro.

—Hablando y... otras cosas. —Rebeca no duda en revelar lo que mi hermano parece querer ocultar.

—Sí..., bueno. —Vuelve a rascar su cabeza sonrojado—. Y otras cosas... —ríe nervioso.

—Estuvimos juntos todo el fin de semana pero acordamos no volver a vernos nunca más. Yo acababa de salir de una relación muy traumática. La que te conté en el parque, ¿recuerdas? —Asiento—. Y él también había tenido una mala experiencia, así que una cosa llevó a la otra y decidimos aprovechar el momento sin ataduras. —Le mira y Kike peina su cabello mirando hacia el suelo.

Recuerdo que mi hermano estuvo con una chica mayor que él varios meses. La trajo un par de veces a casa, pero nunca llegó a caernos bien. Era demasiado estirada. Fue un alivio saber que la había dejado, no parecía feliz con ella. Nunca nos contó la razón pero las palabras de Rebeca ya me dan alguna pista.

—Y vaya si lo aprovechamos. —El rostro de Kike se ilumina—. ¿Recuerdas lo que ocurrió en la habitación?

—¡Eh! Eh, eh... Parad. Creo no necesitamos saber nada más. —Les interrumpo al ver que no tienen intención de guardarse nada.

—¡Déjales, mujer! —habla Gorka—. Después les contamos nosotros lo que acabamos de hacer en mi cuarto y vemos quien gana.

—¡Gorka! —Un angustioso calor se acumula en mi cara y los oigo reír—. ¡Eres peor que Judas!

Tras la sorpresa inicial, Kike decide quedarse un rato más y el supuesto y rápido refresco que íbamos a tomarnos con él, antes de que regresase a su ciudad, se acaba convirtiendo en una bonita cena familiar. Las horas pasan entre risas, haciendo que me olvide de todo, y aunque Kike sabe que debe marcharse, parece no importarle que se le esté haciendo tarde. Está tan cómodo e ilusionado hablando con ella que no parece llevar ninguna prisa.

—¿Hasta cuándo te quedarás en Sevilla? —le pregunta a Rebeca.

—Hasta que el problema de Mariajo se resuelva. —Me mira y le agradezco con la mirada.

—Um... Pues entonces quizás vuelva el fin de semana.

—Vaya... Creí que tenías mucho trabajo —replico con sarcasmo.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Where stories live. Discover now