CAPÍTULO 13

24.8K 4.4K 1.3K
                                    


El tiempo pasa y mi desesperación crece por momentos. Un par de bomberos más entran a la botica y nadie sale de ella. El que maneja la manguera casi tiene controladas las llamas, pero sigue saliendo una gran nube de humo negro por las puertas y ventanas. Otra ambulancia llega en ese momento y cuando aparca a nuestro lado no puedo evitar pensar en lo peor. Lejos de poder aguantar más la incertidumbre, aprovecho que el médico está centrado en lo que está ocurriendo y me quito la mascarilla para intentar ponerme en pie. Sin embargo, cuando apenas llevo unos segundos sin ella comienzo a sentir un fuerte ahogo y tengo volver a ponérmela. «Por favor, por favor...» suplico al cielo. Necesito que salga vivo de ahí o la culpa me acompañará el resto de mi vida.

—¡Necesitamos ayuda! —grita alguien y al mirar veo a un bombero de los que entró antes haciendo señales desde la puerta. Me inclino un poco más para saber qué ocurre y lo veo correr hacia el camión—. ¡Lo hemos encontrado! —les dice a los que están fuera. Desgraciadamente, la poca esperanza que me transmiten sus palabras dura poco porque su siguiente frase hace que me preocupe mucho más que antes—. ¡Está atrapado! —Trato de quitarme una vez más la mascarilla, pero vuelve a ocurrir lo mismo y tengo que estarme quieta. Mis pulmones todavía siguen afectados y no parece que me vaya a recuperar con tanta facilidad como creía.

Impotente, contemplo como cargan varias herramientas y regresan a lo que queda del local. El médico que está a mi lado camina en dirección hacia ellos y cuando el médico de la ambulancia que acaba de llegar hace lo mismo, mi estómago se encoge. «¿Será que está tan mal?» Quisiera poder preguntarle a alguien pero todos han ido hacia el lugar con intención de ayudar y lo único que puedo hacer ya es rezar.

Veinte minutos después observo como los médicos se colocan unos trajes de protección que les acaban de administrar y tras escuchar con atención las indicaciones de los bomberos, entran al lugar. «Si ellos van a intervenir es porque quizás todavía está vivo» me mezo nerviosa y por el esfuerzo comienzo a toser. Me lleva varios minutos recuperarme pero cuando lo hago observo que ya apenas hay humo en la calle y casi han logrado apagar el incendio. Todo huele a quemado y al fijarme en mis dedos me doy cuenta de que están negros. Varios gritos y silbidos llaman mi atención y cuando busco la causa veo salir a cinco personas de la farmacia, entre ellas los dos médicos, están tan manchados de hollín que casi es imposible reconocerlos. Otras dos personas más salen detrás y apoyado en los hombros de estos un bombero que apenas puede caminar y se desplaza dando pequeños saltitos a la pata coja. Se detienen por un momento para que los médicos puedan revisarlo y cuando le quitan la máscara respiratoria y el casco mi corazón da un salto.

—¡Es él! ¡Es Gorka! —No doy crédito a lo que veo—. ¡Está vivo! —digo como si alguien pudiese oírme y varias lágrimas de emoción comienzan a correr descontroladas por mis mejillas. Soy consciente de que el incendio acaba de arruinarme la vida por completo, pero ver a Gorka con vida me reconforta tanto que ahora mismo eso es en lo que menos pienso. Sé que vienen días horribles y difíciles de digerir, sin embargo, su presencia ha hecho que todo eso pase de golpe a un segundo plano.

Entre varios de sus compañeros lo levantan para evitarle seguir haciendo esfuerzos y lo traen hasta las ambulancias para que los médicos, ya fuera del peligro que supone estar dentro, puedan revisarlo mejor. Con cada paso que dan hacia mí más nerviosa me pongo por saber cómo está y cuando lo escucho hablar mis pulsaciones se aceleran.

—¿Dónde está Mariajo? ¿Está bien? —le pregunta a uno de los doctores y cuando este le señala mi posición levanto una de mis manos como puedo para que me vea. Aunque esboza una gran mueca de dolor en su rostro, puedo apreciar una leve sonrisa—. Llevadme con ella —señala y no tardan en hacer lo que pide—. Hola, preciosa. —Alguien trae una camilla para él y, con gran habilidad, la dobla de forma que pueda estar sentado. Pone una sábana limpia sobre ella y entre todos lo ayudan a subir—. Vaya, qué morenita te veo —bromea cuando me mira y sé que lo dice por las manchas de mi cara. Seguro que la tengo más sucia que las manos—. ¿Cómo estás?

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora