CAPÍTULO 26

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Los minutos pasan y no logro calmarme. Es tanto el lastre que acumulo dentro que necesito sacarlo de alguna forma. Si hasta Gorka desconfía de mí, ¿qué puedo esperar en el juicio? Estoy convencida de que el juez me declarará culpable y no podré hacer nada. ¿Qué va a ser de mí? No quiero acabar en la cárcel.

La impotencia vuelve a torturarme y lo único que hago es llorar, como si de esa forma pudiera desahogarme, pero solo consigo que me duela la cabeza. ¿Cómo voy a demostrar mi inocencia si las únicas pruebas que tenía han perdido su fuerza? Según mi abogada, la policía sospecha que llamé al técnico y a la compañía para usarlo como tapadera una vez provocado el incendio y aunque traté de explicarle a los agentes que los cables ya estaban cruzados para entonces y que el técnico fue testigo de ello, no sirvió de nada. Siento que creen que los he estado manipulando yo precisamente para eso.

—Dios mío...

El agobio y la angustia son cada vez mayores. «¿Cómo han podido hacerme algo así Margarita y su sobrino? ¿Cómo, sabiendo que el incendio se ha generado por su culpa, me culpan a mí? ¿Acaso no tienen remordimientos ni sentimientos? Me van a arruinar la vida. ¿Cómo pueden existir personas así?». Cubro mi cabeza con las sábanas para así evitar la poca luz que entra por la ventana y continúo lamentándome. Estoy acabada.

Un pequeño tirón de la sábana llama mi atención y cuando el colchón se hunde hacia un lado, saco la cabeza para buscar la causa.

—¿Estás mejor? —Los ojos de Gorka me observan.

—¿Qué haces aquí? ¿No te ha quedado claro ya que no quiero verte? —Siento tanta rabia hacia él que lo único que quiero es que desaparezca de mi vista.

Nunca me habían hecho tanto daño ni defraudado de esa forma. Sé que no le faltan razones para pensarlo, pero me ha dolido demasiado. Jamás hubiese esperado que eso fuese a salir de su boca y menos en un momento tan delicado como el que me está tocando vivir.

—Toma. —Extiende su mano hacia mí y puedo ver una pequeña botella de agua.

—Vete de una vez, por favor. —No entiendo por qué ha vuelto.

—Ya te dije que no pensaba irme. Voy a quedarme contigo. —Vuelve a ofrecérmela y al ver que no la cojo la coloca con cuidado en la mesilla—. Sé que mis palabras no han sido las más acertadas y quiero disculparme. —continúa mirando al frente.

—Pues ya lo has hecho. Ahora, por favor, lárgate de una vez. —Mi paciencia está llegando al límite y temo perder el control. Estoy empezando a sentirme realmente mal y su presencia no me ayuda. Necesito mi espacio.

—Antes... no supe. —Traga saliva—. A veces me cuesta mucho expresar mis sentimientos y, como habrás podido comprobar, es costumbre en mí meter la pata. —Me busca con la mirada y evito el contacto visual. Estoy demasiado enfadada—. Mariajo, una vez me vi en un caso parecido y... —Al notar cuánto le cuesta hablar le presto atención—. Y... bueno. Todos creyeron una cosa y al final fue otra. No sé... no sé cómo explicártelo. —Vuelve a mirarme y esta vez nuestros ojos se encuentran—. Sé que tú no has sido y no entiendo por qué te pregunté eso antes. Imagino... imagino que mi yo interior me ha jugado una mala pasada. —Aprieta sus labios—. Hay algo que está mal en mí y que todavía no he logrado superar, y bueno... —Su mirada al vacío me llena de curiosidad. ¿Tendrá que ver con lo que dijo la bruja? —Aunque sé que ahora solo puede sonar como una excusa, te juro que creo en ti —responde mientras rasca la palma de su mano—. Sé que tú no has sido y de verdad que siento haberte hecho sentir mal. —Me mira y al ver que no digo nada, continúa—. Todavía no he logrado sacarme de la cabeza el momento en que entré a la farmacia y te encontré tendida en el suelo. —Por la expresión de su cara sé que dice la verdad y eso me remueve por dentro. Realmente le afectó y no está tratando de ocultarlo—. No creo que haya alguien tan bobo como para provocar un incendio y quedarse dentro, ¿verdad? —Sonríe, pero sus ojos dicen lo contrario—. ¿Podrás perdonarme?

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora