CAPÍTULO 31

21.6K 3.7K 1K
                                    


Mientras conduzco hasta la tienda de informática la sensación poco a poco desaparece, y aunque trato de olvidarlo, no puedo dejar de pensar en lo que me ocurrió cuando estuve con la bruja. Sabía que ir a visitarla sería un gran error y, aun así, Lucrecia me convenció. Desde que lo hice no paro de comerme la cabeza y hubiese preferido vivir en la ignorancia. Sea verdad o mentira, no estamos preparados para saber qué nos deparará el futuro. Conozco a muchas personas que practican rituales o que visitan regularmente estas consultas y no parece que les vaya muy bien. Sobre todo, porque ya sea por sugestión o por obsesión casi todas acaban angustiadas. Solo espero que no sea demasiado tarde para mí y esto se me pase pronto. Siempre me han dado mucho miedo este tipo de cosas.

Cuando salgo de la tienda noto que la desagradable sensación está por regresar y sacudo la cabeza. Lo último que quiero es que se vuelva una costumbre. Tras guardar la fuente de alimentación en la guantera, pongo un poco de música para distraerme y conduzco más tranquila hasta que llego a la casa de mis padres.

Kike me está esperando en la cocina mientras come algo y cuando le entrego lo que me ha pedido, noto la boca seca. Camino hasta el grifo para beber un poco de agua y en el momento en que lo abro para llenar el vaso, me doy cuenta de que en el fregadero hay una especie de tela manchada de grasa y recuerdo algo.

—Mierda... ¡Cucufato! —Bebo con rapidez y subo a mi cuarto. De nuevo he vuelto a olvidarme de él. Abro el cajón donde lo tengo guardado y, de un tirón, saco el pañuelo para soltar los nudos—. Perdóname... —Miro al cielo como si pudiese escucharme—. San Cucufato, San Cucufato, los cojones te desato. Ha sido un olvido, no te enfades conmigo —relato buscando una rima. La bruja lo hizo así y espero que a mí también me funcione. Estiro el pañuelo sobre la cama, lo doblo y decido volver a guardarlo. Gorka se molestó mucho en conservarlo y, solo por eso, se quedará conmigo.

La melodía de mi teléfono me indica que tengo una llamada y, al ver que es de mi abogada, descuelgo sin pensar.

—Buenas tardes —saludo nerviosa. Si está queriendo contactarme a estas horas es importante.

—Buenas tardes, María José. —Oír mi nombre pronunciado de esa manera me impone. Solo me llaman así por gestiones serias—. Quería saber si podríamos concertar una reunión para mañana.

—Oh..., claro. ¿Ocurre algo? —Mi estómago se anuda a la vez que mi mente suplica para que no sea otra piedra en el camino.

—En teoría no, pero ya sabes cómo son estas cosas. No podemos relajarnos. —Sus palabras no me ayudan—. Como supongo que ya sabe, he hablado hoy con Rebeca, la hermana de su pareja—. ¿Será posible? Es igual que su hermano. ¿Por qué le ha dicho que somos pareja si hasta hace un rato no lo sabía ni yo?—. Y, al parecer, va a ayudarnos con el caso.

—Sí, así es.

—Bien. Voy a realizar algunos trámites importantes y necesito todas las pruebas que puedas reunir.

—¿Qué tipo de pruebas? —No sé a qué se refiere con eso. Ya le conté todo lo que sabía.

—Las facturas de teléfono donde aparezcan reflejadas las llamadas que hiciste a los técnicos, los nombres de testigos que hayan podido ver algo, amigos a quienes les hayas comentado lo sucedido..., pero es importante que no tengan ningún parentesco contigo o los descartarán. —Al decir "testigos" recuerdo a la chica a quien vendí el succionador y un pálpito llega hasta mi garganta. Ella estaba allí y vio una de las intervenciones del sobrino de Margarita. El audio que este presentó es fácilmente manipulable y puede llevar a engaños. Es cierto que me dijo aquello, pero antes hubo otros actos que él omitió y que ella puede testimoniar. Incluso llegó a exponer que le parecía un idiota. Debo localizarla—. Cualquier cosa que consideres importante nos vendrá bien —continúa.

—Trataré de conseguir todo lo que me pides. ¿A qué hora nos vemos?

—A última. Tengo demasiado trabajo acumulado y necesito quitármelo de encima.

—Ok. Hasta mañana entonces.

En cuanto nos despedimos comienzo a buscar en la aplicación de la compañía las llamadas que hice a los técnicos y hago varias capturas de pantalla a las facturas. Envío un mensaje a Lucrecia explicándole lo que ocurre y, como imaginaba, se ofrece para lo que haga falta. Ahora solo me queda encontrar a la chica, y más o menos la tengo localizada. Sé que vive cerca de la farmacia, aunque realmente no conozco la casa. Si tan solo pudiese acceder a la base de datos que guardaba en el ordenador que se quemó... allí tenía todos sus datos de cliente, incluido el número de teléfono.

Unas fuertes voces en la calle llaman mi atención y, llevada por la curiosidad, me asomo al balcón.

—¿Quién hay contigo? ¿Por qué no me abrías? —le grita mi ex a mi vecina en medio de la calle. ¿Es que no se cansan de dar espectáculos?

—¡Nadie! —responde cubierta solo por una camiseta—. ¡Iba a ducharme!

—No te creo, ¡no me engañes!

—¡Es cierto! —asegura, y en ese momento un movimiento extraño en su fachada lateral hace que descubra a un tipo semidesnudo saliendo por una de las ventanas. Entendiendo lo que ocurre no dejo pasar la oportunidad y, ni corta ni perezosa, abro los ventanales del balcón para asomarme.

—¿Quién es ese hombre de ahí? —le señalo sin ningún tipo de reparo—. ¡Se va a caer! —Sé que le estoy delatando pero no puedo contenerme más. Es demasiada satisfacción la que siento y quiero que mi ex lo vea. Me engañó con ella. No le está mal empleado tomar un poco de su propia medicina.

Cuando me aseguro de que se ha dado cuenta, disfruto por unos segundos con su cara y cuando pasan a insultos mayores, regreso a mi habitación con una sonrisa para echarme sobre la cama. La cena todavía no está lista y quiero aprovechar para estirar la espalda.

No sé si será porque le he devuelto el riego a los amigos de Cucufato o por el hecho de haber visto a mi ex tan humillado, pero lo cierto es que después de varias semanas angustiada por fin empiezo a sentirme bien. Cierro los ojos para relajarme y la imagen de Gorka viene a mi mente. Ha sido increíble pasar parte de la tarde con él.

________

________

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora