CAPÍTULO 47

20.3K 3.2K 683
                                    

Intento hablar pero mi boca está tan seca por las respiraciones agitadas que antes tengo que humedecer mis labios para poder hacerlo.

—Yo también te amo. —Alza su mirada y me regala la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida.

Se echa hacia un lado para no aplastarme más y señala su pecho con intención de que apoye mi cabeza en él. Lo hago y cuando me rodea con su musculoso brazo por primera vez siento que estoy donde de verdad quiero.

Un suspiro traicionero me delata y se ríe.

—¿Estás cómoda?

—No te imaginas cuánto. —Estiro mi mano y abrazo su cintura a la vez que aspiro el aroma de su cuerpo. Es tan relajante y siento tanta protección bajo su brazo que podría dormirme en cualquier momento.

—¿Cómo te sientes? —Su tono cambia.

—Caminaré durante una semana como si hubiese estado montando a caballo tres días seguidos, pero estoy bien —respondo ocultando mi rostro para que no me vea reír.

—¿Te he hecho daño? —pregunta preocupado elevando su cabeza.

—Que todos los daños que sufra a partir de ahora sean así. —Respira aliviado sobre mi cabello y puedo notar sus calientes labios cuando me besa.

—Me encantas.

—Y tú a mí. —Nos quedamos en silencio durante un par de minutos y, aunque sé que no es el momento, necesito preguntarle algo—. Gorka —le llamo.

—Ummm —responde adormilado.

—¿Hablaste en serio cuando dijiste antes que no habías practicado sexo en todo este tiempo?

—¿Por qué iba a mentirte? —responde con otra pregunta.

—No lo sé... La verdad es que me cuesta un poco creerlo. Eres... Eras... —corrijo—. Eras estríper y los estríperes no suelen perder ese tipo de oportunidades.

—Pues entonces yo debo de ser la excepción que rompe la regla porque ese tipo de cosas no van conmigo ni con mis valores. —Acaricia mi pelo—. Prácticamente todas las personas que acuden a los espectáculos tarde o temprano acaban emborrachándose y, sinceramente, no me seduce nada la idea de acostarme con alguien en ese estado. Sentiría que me estoy aprovechando. Aunque, pensándolo bien, creo que sería peor que me vomitasen aceitunas en los pies.

—¡Idiota! —carcajeo. No esperaba esa respuesta—. Reconozco que aquel día se me fue un poco la mano.

—¿Solo un poco? —ríe—. Se te fue mucho y donde no debía. Te pasaste toda la noche tirando de Miniyo como si fueses un cura repicando las campanas.

—Dios mío, ¡cállate! —Cubro mi rostro avergonzada. Nunca superaré aquello. A medida que pasaron los días afloraron los recuerdos y lo pasé realmente mal.

—¿Verdad, bonito? —Ahueca las sábanas para hablarle a su amigo el cabezón—. De tanto como lo estiraste se me fueron hasta las arrugas faciales.

—¡Exagerado! —vuelvo a carcajear.

—Me quedó tanta piel sobrante ahí después que, si hubiese querido, habría podido donarla para que se hiciesen unos párpados nuevos todos los que estaban allí.

—¡Calla! —Comienza a faltarme el aire. ¿De dónde se saca todas esas absurdas ocurrencias?

—Mi pobre compañero me miraba con cara de: "¿Quieres que te pise los huevos para ver si así se te enrolla como el cable de una aspiradora?"

—Paraaa. —Mis carcajadas se vuelven mudas y varias lágrimas comienzan a correr por mi cara mientras me asfixio. Si suelta un solo disparate más acabará conmigo.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora