CAPÍTULO 41

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MARIAJO

—Sabes... ¿sabes quién soy? —me extraña su pregunta.

—Em... ¿por qué dices eso? —Mi garganta duele una barbaridad cada vez que intento vocalizar. ¿Qué me pasa en el cuello? Siento como si algo me lo estuviese oprimiendo. Miro a mi alrededor y veo que tengo varios cables colgando de mis brazos—. ¿Qué... tengo? ¿Por qué estoy en un hospital? —carraspeo masajeando mi tráquea y un desagradable sabor metálico inunda mi boca.

—¿Cómo me llamo? —me dice como si estuviese viendo a un fantasma y le miro con la frente arrugada.

—¿Qué? —Pero ¿qué le está pasando? ¿Por qué diablos se comporta así?

—Voy a por el médico. —Se gira para volver por donde vino y le llamo.

—Espera, Gorka. —Se detiene al oírme y vuelve a mirarme, pero esta vez sorprendido.

—¿Sabes mi nombre? —pregunta con los ojos muy abiertos. No entiendo nada.

—¿Estás bromeando de nuevo? —Por un momento pienso que es otra de sus tonterías, sin embargo, cuando se echa sobre mí y me abraza con fuerza, sé que habla en serio.

—Dios mío... gracias. Dios mío —repite temblando y comienzo a preocuparme—. Llevo horas creyendo que te perdía. —Se aparta para buscar mis ojos y veo que los suyos están inundados de lágrimas—. Alguien quiso matarte y...

—¿¡Qué!? —Un ataque de tos me interrumpe.

—Cuando volví a por ti estabas inconsciente en el suelo. —Su voz tiembla.

—¿Volver de dónde?

—Ayer, cuando te quedaste frente a lo que era tu farmacia mientras yo regresaba al baño del restaurante. ¿No lo recuerdas? —Niego con la cabeza. ¿Cuándo hemos estado allí?—. Vimos unas grabaciones con Rebeca y Celia, y después comimos juntos. —Vuelvo a negar y por más que intento buscar esa escena en mis recuerdos, no la encuentro.

—Estuvimos en... La Judería. —Froto mi garganta, cada vez me arde más—, y... ¡alguien quería saltar! —De nuevo la tos me ataca y tengo que hacer una pausa—. Tú lo salvaste.

—¡Sí! ¿Te acuerdas de algo más?

—No. —Miro al vacío—. Lo siguiente está en blanco. —Empiezo a asustarme—. ¿Qué pasó?

—¿Recuerdas el cuarto?

—¿Qué cuarto?

—Cuando rescaté al chico, viniste a buscarme y entramos a un cuarto que había bajo la escalera del edificio.

—No, eso no está en mi memoria. No... no recuerdo ningún cuarto. —Trago saliva con dificultad y parece confuso—. Solo recuerdo que... lo salvaste y después me he despertado aquí.

—Vale... deja que avise al médico, él nos dirá qué está pasando— asiento, ahora mucho más preocupada, y se marcha.

Mientras esperamos a que venga, Gorka responde a todas mis preguntas y siento que estoy viviendo en una película. ¿Cómo es posible que mi cerebro haya eliminado todo lo que hemos vivido estas últimas horas?

Tras hacerme varias pruebas neurológicas, el doctor llega a la conclusión de que estoy sufriendo algún tipo de amnesia debido a la falta de oxígeno y, al preguntarle angustiada si recuperaré mis recuerdos, niega con la cabeza.

—Eso nunca se sabe —dice mientras anota algo—. He visto casos peores donde sí lo han hecho, y otros más leves que los han perdido por completo. Quizás con un estímulo..., o una palabra, tu cerebro lance la chispa que necesitas y haga que todo arranque, pero hasta entonces nosotros ya no podemos hacer nada. —Se acerca a mí de nuevo y mueve una pequeña ruedecita del gotero para que el líquido caiga más rápido—. Con esto notarás que se suavizan tus molestias. Has tenido suerte, María José. Mucha gente no sobrevive a algo así —dice antes de despedirse, y cuando sale de la habitación Gorka y yo nos quedamos en silencio.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang