CAPÍTULO 45

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—De momento tu abogada no sabe nada más hasta que vuelvan a ponerse en contacto con ella. Lo único que le han dicho es que la policía ha ido a buscarlos a su casa y ahora mismo están con ellos.

—¿Cómo puede ser eso? ¿Han descubierto algo que no sepamos? —Necesito más información, tengo demasiadas preguntas en mi cabeza.

—No lo sabemos, Mariajo. Nos llamará en cuanto consiga más información.

—¡Ay, Dios! —Un repentino calor me recorre el cuerpo y muevo mis manos buscando aire.

—Tranquila, cielo. Sea como sea, eso es bueno para nosotros. —Me abraza y cuando le devuelvo el abrazo me doy cuenta de que todo mi cuerpo está en tensión.

—Bueno, relajaos mientras termino con la comida.

Gorka asiente y me guía hasta el sillón.

—¿Quieres un poco de agua? —me pregunta preocupado y niego con la cabeza.

—Si les están interrogando es porque algo no les cuadra, ¿verdad? —comento incrédula y Gorka sonríe.

—Sí, cariño. —Besa mi cabeza y se detiene unos segundos para oler mi cabello—. Todo va a salir bien, ya verás. —Sus dedos buscan mi mentón y, con cuidado, tira de él para que nuestros ojos se encuentren—. Te quiero. —Esas dos palabras tan inesperadas logran despertar cientos de emociones en el centro de mi pecho y me siento más viva que nunca.

—Yo también te quiero —confieso sin dudar y soy consciente de que es cierto. Ya no puedo imaginarme el día a día sin él. Es la única persona con la que desearía pasar el resto de mi vida.

Sus labios se posan con gran delicadeza en los míos buscando sellar nuestras palabras y me besa con tanta entrega que puedo sentir su deleite.

—No me faltes nunca. —Suspira al apartarse y casi siento ganas de llorar. Sé que todavía guarda en su cuerpo la angustia del hospital. Si hubiese sido al contrario yo estaría exactamente igual. Ha debido de ser muy duro para él.

—No tengo intención de hacerlo —respondo para tranquilizarle y acaricia mi rostro con la misma suavidad que me besó antes.

—¿Comemos? —Rebeca aparece con los platos y nos ponemos en pie para echarle una mano.

Cuando nos sentamos a la mesa ellos hablan de sus cosas mientras que yo jugueteo con la comida sin poder parar de darle vueltas a la llamada. ¿Por qué la policía les está interrogando? ¿Será por las pruebas que han logrado recopilar Rebeca y mi abogada? ¿Significa eso que sospechan de ellos?

—Tenemos varias pruebas en nuestro poder que hablan en su contra —comenta Rebeca mientras corta un trozo de pan y parece estar dándole vueltas a lo mismo que yo—, pero con esto nunca se sabe. Si tienen una buena coartada o inventan una excusa convincente no hay nada que hacer.

—¿Eso puede pasar? —le pregunto preocupada.

—Por supuesto. —Bebe un poco de agua—. Recuerdo el caso de una chica a la que su pareja golpeó hasta provocarle la muerte. En ese caso también había una grabación de una cámara de seguridad en la que se veía con claridad como la había empujado y gritado días antes, algunos mensajes amenazantes en el teléfono y, además, el testimonio de la hermana de la víctima en el que lo acusaba de ser un maltratador, pero el juez, al ser familiar directo, desestimó alegando que una hermana nunca podría ser imparcial. —Se detiene para tomar otro sorbo de agua y continúa—. Al final resultó que la noche en que la chica murió, y gracias a la declaración de los amigos del imputado, a los que el juez esta vez sí aceptó como testigos por no haber parentesco de sangre, pudo supuestamente demostrar que estuvo en una fiesta y, lo demás, por desgracia pasó a un segundo plano. La grabación se tomó como una pelea de pareja al igual que los mensajes y hoy en día el tipo está tan tranquilo en la calle mientras la policía sigue buscando al "verdadero asesino". —Mueve sus dedos simulando comillas—, cuando todos sabemos de sobra que fue él. Sin embargo, no tenemos forma de demostrarlo. El muy cabrón supo esconder muy bien lo que hizo.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora