Capítulo 98.

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Max.

Miro a Ainhoa mientras duerme. Su pelo castaño tapa la mitad de su cara y su boca está abierta. Aún así, es preciosa.

La alarma de su móvil comienza a sonar y la chica, inmediatamente, se despierta. Estira sus brazos lo máximo posible mientras bosteza y se gira hasta encima mía.

-¡Uy, que encuentro más incómodo!- dice divertida aún con los ojos cerrados.

Suelto una carcajada.- Ya no sabes como insinuarte.

Los dos reímos.

Ainhoa me mira, agarra mis dos mejillas juntándolas y, a continuación, me besa.- Ya no es necesario insinuarme contigo.- me besa de nuevo.- ¡Buenos díaas!

Rodeo su cuerpo entre mis brazos.- ¡Buenos díaas!- grito como ella acaba de hacer.

Ainhoa apoya su cabeza en mi pecho y se va escondiendo cada vez más entre mi cuello y las sábanas.

-¿Por qué tengo que ir a trabajar?- pregunta divertida.

Suelto una carcajada.- Esa pregunta creo que nos la hacemos todos, cariño.

Me mira alzando una ceja.- Gracias, me voy a duchar.- dice divertida.

La chica sale de la cama y entra en el baño.

Espero en la cama hasta que escucho el sonido del agua caer en la ducha. Me levanto y bajo a la planta principal del piso para preparar el desayuno.

Hoy había decidido no trabajar. Me quedaría limpiando y recogiendo todo el piso, además de que tenía algunos trabajos pendientes que tenía que terminar esta misma semana para no ir retrasado en el trabajo.

Un descanso de vez en cuando no viene mal...

Aproximadamente diez minutos más tarde, saco las tostadas que he preparado para desayunar con Ainhoa y las coloco en un plato sobre la isleta.

Mientras sirvo el café en las tazas, siento como los tacones golpean cada uno de los escalones. Miro hacia el salón y veo como Ainhoa camina hacia la cocina. Sonrío. Que es preciosa, no era ninguna novedad pero hoy, está un poco más que ayer. Aunque eso podía deberse a que la veía mejor con el paso de los días.

-¿Qué hacías espiándome desde la cocina?- pregunta divertida.

Río.- ¿Yo? Ver lo guapa que estás.

Ainhoa suelta una carcajada. Da una vuelta alrededor de sí misma y ríe de nuevo.

La chica lleva una camisa blanca larga y, por encima de esta, un jersey verde. Sus zapatos de tacón alto también son verdes y se ha ondulado el pelo como tanto me gusta.

Aunque no quería adelantarme a algo que podría salir mal, se podría decir que vivimos juntos. No era oficial y cada uno tenía su casa porque a veces, simplemente ella tenía cosas que hacer allí y yo aquí pero su armario es el mío, mi baño es el suyo y mi piso, podía serlo también.

No me disgusta para nada esa idea pero, si algo quería hacer, era ir paso a paso.

***

Dejo caer mi cuerpo sobre el sofá del salón. Estoy cansado de haber limpiado todo el piso y, lo peor de todo ello, es que no encuentro una explicación a que hubiese tanto que limpiar y ordenar.

En estos últimos meses, aunque fuese una responsabilidad más y algo que no ayudará en que el piso esté más limpio o recogido, me he planteado muchas veces la opción de comprar o adoptar una mascota porque, sinceramente, echaba de menos la presencia de Izan. Después de la boda de Sam y Raquel me he dado cuenta de lo mucho que me divertía con el, además de lo mucho que lo quería.

Los Que Se Pelean ¿Se Desean?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora