Especial III

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Sé que prometí que serían los últimos capítulos, pero la verdad quería escribir esto. Los dos capítulos siguientes son acerca de lo que hubiera pasado si nuestros protagonistas no hubieran nacido con sus recuerdos, también hay una explicación más detallada acerca de como sucede todo para empezar. No es necesario leerlos, pero tal vez puede resolver algunas preguntas.

Asi que sí, básicamente acabo de hacer un fanfic de mi propia historia :u, aunque probablemente como lo escribí yo es más canon que un fanfic normal. Lo escribí meramente por entretenimiento (y por que la idea no dejaba mi cabeza), asi que si hay graves agujeros de guión la culpa es de la cuarentena.

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El primer recuerdo de Áine es el de su hermano dándole un pedazo de su postre.

Tenía cuatro años, tal vez tres. El recuerdo no era nada más que una mancha borrosa, luces desapareciendo con la piedra de fondo, pero Áine podría reconocer el cabello rojo de su hermano en cualquier lado.

Había estado molesta por algo... tampoco recordaba de qué exactamente, pero esa noche su madre la mandó a su cuarto sin postre, algo que para una pequeña princesa de cuatro años era horrible y una total injusticia. Una afirmación que en la soledad de su cuarto se repetía una y otra vez como una tortura.

Brais goleó la puerta con suavidad, sabiendo que estaba haciendo algo que estaba mal. Después de todo, si los descubrían, ambos se quedarían sin postre y eso ya no sería una tortura, sino una tragedia.

Áine tampoco recordaba la conversación, solo sabía que había terminado con ambos zampándose el postre en menos de un minuto. Cuando el último pedazo de pastel desapareció ambos se miraron y se rieron al unísono al ver las caras llenas de azúcar. Se lo limpiaron como pudieron con la ropa, que quedó toda manchada. Nunca supo si las criadas encargadas de lavar sus faldas encontraron su travesura después, aunque lo más probable era que también lo mantuvieran en secreto.

Ese era el primer recuerdo de Áine Acacio, dulce y breve. Era una imagen que mantendría cerca de su corazón para siempre.

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La guerra no era dulce.

Áine lo sabía por la expresión dolida de su padre mientras se preparaba para montar su caballo. Lo sabía por la cara de los soldados que no volvería a ver en su vida.

Lo sabía por los rumores que recorrían el castillo en un tono lúgubre, la derrota flotando en el aire: Un dragón de fuego ha despertado.

—Un dragón puede ser derrotado fácilmente, con inteligencia y tenacidad —le había dicho su padre la última noche en la que lo había visto con la corona en su cabeza—. Dos dragones son un enemigo temible y solo pueden ser derrotados con caos y destrucción.

La niña no comprendía como el caos podría derrotar a una bestia escupe fuego, pero su padre era el Rey, así que él tenía que estar bien. Se preguntaba constantemente si Brais sería igual cuando fuera mayor.

—¿Por eso te vas? —preguntó—. ¿Para causar caos y destrucción?

Y su padre sonrió. Era tan raro que Áine tuvo que parpadear varias veces para creerlo.

—Oh, siempre los he causado —le besó la mejilla y Áine se lo limpió juguetonamente con la manga—. Simplemente los dirigiré al lugar correcto.

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Tiempo después de la despedida de su padre se dio cuenta de que era muy buena con los animales.

Arcoíris de FuegoWhere stories live. Discover now