Capítulo 29: Isolator

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Le hice una seña a Rylan para que se levantara y miré por el rabillo del ojo como los soldados de Ignis se revolvían incómodamente. Que Rylan se hubiese arrodillado ante mí no era parte de los planes del Rey de Ignis y estaba segura de que sus soldados irían a contarle lo sucedido una vez que saliéramos. Tendría que encargarme de ellos para empezar.

—Ninguna palabra de esto al salir —le dije a mis soldados. Cuando estos asintieron cerré los ojos para manipular los recuerdos de los soldados de Ignis. Para ellos Rylan y yo sólo habíamos platicado con el sonido del rio ahogando nuestras palabras.

Cuando terminé les dirigí a todos ellos una sonrisa triunfal.

—El Rey de Numis ha aceptado una audiencia con Edmund. Va a unirse con nosotros para derrotar a Tecch.

Rylan parecía aburrido, y sospeché que ya sabía desde un principio lo que le pediría hacer. Es muy inteligente. Es una cosa muy buena que este de mi lado, por ahora.

Por otro lado, tendría que hacer un plan por si Rylan llegaba a traicionarme.

Cuando salimos de las murallas de Numis el Rey de Ignis ya nos estaba esperando con el rostro serio. Aun así yo podía ver que estaba emocionado como un niño ante la idea de recibir bajo su poder a otro reino de Erasas. Elm estaba a su lado, pero su cara estaba llena de sospecha. ¿Qué es lo que teme ahora? Tengo todo bajo control. Me puse a su lado y observé en silencio como Rylan se arrodillaba ante el Edmund como lo había hecho antes conmigo.

—Numis es suyo, Su Majestad.

Edmund sonrió, satisfecho. Era uno de sus errores: creer que todo saldría bien desde un principio. Siempre tenías que prepararte para lo peor.

Los soldados de los tres reinos aplaudieron y gritaron; no habría batalla hoy, al menos no una en la que es tuviera que derramar sangre. Salvamos a Numis de convertirse en una montaña de cenizas. ¿Por qué no me sentía satisfecha? Ojalá pudiera hacer lo mismo por Tecch y por las Islas Pétalo... Lástima.

Cuando Edmund me mandó a llamar minutos después para que me encontrar con él en su tienda me dediqué a mandarle la mirada más inocente que pude. Hace unas horas había estado ahí con un plan cuidadosamente elaborado desde hace mucho tiempo, ahora no sabía que era lo que Edmund me podía preguntar.

La expresión de su rostro cuando comenzó a hablar no me tranquilizó para nada.

— ¿Qué es lo que le has dicho? —el Rey lo pensó durante un momento—. ¿Qué es lo que le has prometido?

Apreté los dientes. El hombre también era muy inteligente, cuando quería. Ojala hubiese sido todo el tiempo de ese modo.

—No le di más que palabras —sonreí para darle la sensación de que estaba contando mis secretos más oscuros—. Le prometí poder; es lo que todos los hombres quieren. Ya no será el Rey de su pueblo, pero será alguien de influencia en Erasas.

— ¿Alguien de influencia?

—Se nos ocurrirá un cargo, lo hablaremos cuando termine la guerra.

Para ese entonces ya estarás muerto y podré darle a Rylan lo que le prometí de verdad. Había utilizado la palabra 'nos' a propósito y funcionó, ya que Edmund se recostó en la silla de su asiento con una expresión en su rostro que yo supe era felicidad contenida. ¿Desde cuándo se volvió tan fácil de leer? Cuando era pequeña me daba tanto miedo que él descubriera mi secreto... Ahora soy yo la que sacó los secretos de él.

—Mientas estabas con Rylan llegó una carta de Vunia —Edmund interrumpió mis pensamientos—. No decía a quien estaba dirigida, por lo que la abrí. Silene está muerta, y su hijo de siete año también.

Arcoíris de FuegoWhere stories live. Discover now