Capítulo 22: Veridicius

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Me di cuenta rápidamente de que el hecho de que no quisiera oír nuestros nombres era una forma sutil de decirnos que él estaba a cargo. Me hizo darme cuenta de que este Rey tal vez era más listo que el antiguo Rey de Tecch y, por lo tanto, más peligroso. De pronto me vi en la necesidad de mostrarles que yo también sabía bailar esa danza de poder. Le ordené a Lay que también saliera del carruaje. Al verlo la Reina de Numis soltó un grito, aferrándose a su esposo con fuerza.

—Tranquilos; no hará daño a nadie y sólo cazará lo que yo le deje cazar—Lay se restregó en mis piernas como para enfatizar el punto.

Rylan miró al animal fríamente y después se fijó en mí con interés.

—No pensé que fénix y dragón fueran a unirse. Son una fuerza demasiado poderosa como para ignorar.

Elm parpadeó. «Veo que van directo al punto».

«Creo que quieren acabar rápidamente con esto». Tuve la esperanza de que se unieran a nosotros, pero sabía que las cosas no eran tan fáciles.

Rylan hizo una seña para que lo siguiéramos y caminamos hacia la entrada de madera. Por dentro el castillo era rústico, no lujoso. De las paredes grises colgaban múltiples velas que iluminaban nuestro camino que se hacía cada vez más oscuro. Si no fuera por el Rey guiándonos ya nos habríamos perdido, una de las cosas, supuse, que ayudaban a que Numis fuera un reino inconquistable.

Pero ahora ellos estaban decidiendo mostrarnos su castillo, sabiendo perfectamente que podríamos utilizar eso a nuestro favor después. Tal vez intentaban masacrarnos a todos ahí abajo, ni siquiera tendrían que ir tan lejos para enterrarnos. Finalmente llegamos a un cuarto que estaba mejor iluminado gracias a un gran candelabro que estaba en el techo. Había varios muebles, principalmente asientos, y la mayoría estaban hechos de cuero café. En las paredes estaban pintados los tres Dioses que tanto adoraban estas personas.

—Deben estar cansados de su viaje. Es prudente que descansen antes de discutir cualquier cosa—el chico señaló vagamente a unas puertas de madera—. Sus guardias, sin embargo, tendrán que quedarse en otra sección del castillo. Como de seguro ya se dieron cuenta nosotros carecemos de una gran cantidad de soldados, y es demasiado injusto que ustedes tengan esa ventaja, ¿verdad?

Asentí. Yo hubiera hecho lo mismo.

Cuando Elm y yo entramos al cuarto él cerró la puerta con seguro y colocó un mueble en frente de la puerta. Los muebles del lugar también eran de cuero café y, aunque estaba demasiado oscuro para mi gusto, era bastante acogedor.

—Si quieren asesinarnos no creo que entren por la puerta, Elm—bufe—. Tal vez hay un pasadizo secreto o algo así. Bajo tierra puede haber cualquier cosa.

Buscamos por todos lugares, pero lo único que encontramos fue una piedra bastante floja en la que alguien había escondido un anillo con una piedra de color índigo. Me le quedé observando con curiosidad; parecía muy viejo, y en el exterior del aro tenía algo grabado en una lengua que no logré entender. Lo dejé donde estaba.

—No hay nada interesante—anunció Elm, después se sentó en la cama y sonrió cuando la encontró de su agrado—. ¿Qué te parecieron los Reyes?

— ¿Cómo quieres que lo deduzca con solo dos frases que dijeron? Por el momento me parecen sabios y pacíficos, lo cual me hace dudar demasiado en la alianza—lo pensé un rato mientras me cambiaba de ropa—. Tal vez logramos convencerlos de que se mantengan neutrales hasta que venzamos a Tecch y después de eso podemos atacar Numis.

—Hitler—recordó él.

—Sí, solo que nosotros sabemos lo fatal que puede ser el invierno—sonreí—. O lo fatal que puede ser el calor del desierto. Además, los dragones no pueden morir de hipertermia.

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