Capítulo 30: Prisionero

133 14 32
                                    

Rylan nos miraba confundido a los tres. Elm seguía inconsciente en los brazos de Brais, y sabía que si no nos movíamos rápido mi hermano y yo correríamos la misma suerte en poco tiempo. Teníamos que ir con un doctor, y rápido. Mis planes se hicieron añicos cuando Edmund se levantó con un rostro lleno de furia.

—Nunca dijiste que tu hermano también venía de su mundo —todo mi cuerpo me dolía, por lo que no respondí. Eso pareció enfurecer más al Rey, ya que empezó a agitarme como si fuera una hoja de papel—. ¿Por qué no lo dijiste? Creo recordar que acordamos ser sinceros.

—Nunca preguntaste —respondí entre dientes. Era la única respuesta que se me ocurría por el momento. Si hubiese estado en mis cinco sentidos tal vez le habría dicho que yo tampoco sabía hasta ahora. Fue un error, al parecer, porque el Rey bufó y me dejó caer de nuevo al suelo. Por un momento creí que me mataría ahí mismo, pero Rylan habló antes de que Edmund pudiera hacer cualquier cosa.

—Tenemos que llevarlos a un curandero, si no morirán por esas heridas— el hombre ya ni si quiera parecía sorprendido.

Edmund nos observó unos segundos más con una mueca de desagrado, para después hacerles una seña a unos soldados que estaban cerca. Cuando los soldados de capa naranja se acercaron Edmund nos señaló a los tres.

—Llévenlos con un curandero, no queremos que mueran antes de tiempo.

Bufé mientras los soldados me ayudaban a levantarme. ¿Acaso el Rey acaba de expresar lo mucho que quiere matarnos? Bueno, la verdad yo pensé que se enojaría más cuando llegara a descubrirlo...

Pero ahora tiene un modo de destruirnos a los dos. Por eso no está tan enfadado.

Nos llevaron hasta una carpa donde nos atendieron a los tres. Nos vendaron las heridas y nos dieron un líquido burbujeante que según era para calmar el dolor y para ayudar a dormir, aunque con el sonido de la batalla eso último era imposible. Elm seguía inconsciente y mi hermano dormitaba a su lado cuando Rylan entró a la carpa unos minutos después de que el doctor saliera para atender a más heridos.

—No pensé que el vidrio fuera a derrotarlos de tal forma.

Brais se despertó de su sueño intranquilo y miró a Rylan como si fuera un fantasma, solo para volverse a dormir.

—Somos humanos, Rylan. Lamentablemente —dije. Apenas y lograba formular las oraciones. ¿Perdí tanta sangre?

— ¿Lo son? —se sentó en un catre que estaba desocupado a nuestro lado.

—Sí, Rylan. ¿Qué es lo quieres? En serio, ahora no tengo ganas de jugar con palabras.

— ¿No? —si no hubiese estado tan débil me habría lanzado para golpear su cara—. ¿Desde cuándo tienen ese lazo?

—No sé.

—Lo tres nacieron el mismo día.

—Ya lo sé.

— ¿Y ya sabían de esto antes?

Me detuve un momento. ¿Cuál sería la respuesta correcta?

—Sí —alcé la mano a la que le faltaba el dedo meñique—. A los tres se nos cayó el dedo al mismo tiempo.

—Ya veo —no dijo nada más, y pensé que por fin se iría en cualquier momento—. ¿Y no saben por qué sucede este lazo?

—No, pero supongo que tiene que ver con magia. Ahora, por favor, ya vete.

—Sí —murmuró él mientras se levantaba para salir—. Tres, siempre tres. Tres nacieron entre dos reinos. Tres nacieron de las cenizas de los caídos. Tres serán los que siempre han gobernado, y los que siempre gobernarán.

Arcoíris de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora