Capítulo 4: Elmias de la casa Malgore (II)

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Lo esperamos en el salón del trono. Había unos cuantos nobles que susurraban entre ellos, impacientes. Todos querían conocer al niño con ojos de fuego. Habían acercado cuatro sillas al trono, donde se sentó mi padre. En las otras estaban mi madre, mi hermana, mi gemelo y yo, pero la que se seguía acaparando toda la habitación era la de mi padre.

Me preocupaba que los nobles estuvieran ahí, el pobre niño se sentiría agobiado. Brais me volteaba a ver preocupado. A él tampoco le gustaba la idea de que me comprometiera tan joven, y sobre todo con alguien al quien él no conocía.

—Si te hace algo lo quemaré yo mismo—me había prometido—. Y me encargaré de que sufra.

Por otra parte, mis manos cosquilleaban dolorosamente, como si estuvieran dormidas. Me las frotaba constantemente en el vestido tratando de quitar la sensación, pero esta persistía. También Brais se frotaba las manos en su pantalón, como si sintiera mi nerviosismo. Era claro que teníamos un tipo de conexión que solo los gemelos podríamos tener, era reconfortante y no brusca, como la que tenía con el Rey de Ignis.

La puerta se abrió y todos contuvimos el aliento.

—Su Alteza Elmias de la casa Malgore perteneciente a Ignis—me había dicho Salo, era un título igual de largo que él mío, y no correspondía con el niño que ahora entraba a la habitación.

Elmias Malgore.

Era más alto que yo, eso sí. Tenía el mismo pelo oscuro de su padre y esos ojos de fuego de los que tanto hablaban, sólo que a diferencia del Rey los suyos parecían de ámbar brillante en vez del color del sol poniente. No pude descifrar la expresión de su rostro. Mientras lo miraba la sensación en mis manos se hacía cada vez más fuerte. A su lado iba un soldado, era el único que mi padre le había dejado traer. Aparte de ser mi esposo ese niño se convertiría en un rehén.

Entonces algo voló desde el montón de nobles para estrellarse en el suelo en frente del niño, este se detuvo y miró abajo, sorprendido, justo al momento de que otro objeto volador chocaba más cerca en sus pies. Y le fueron lloviendo más y más... Uno le dio en el brazo, manchando el jubón de color negro que traía puesto, el soldado a su lado ladró algo antes de cubrir al niño como podía con su cuerpo.

Ugh, esto no es un buen comienzo...

Si el niño en serio llegaba a odiarnos se desquitaría conmigo después. Tomé aire profundamente y abrí la boca.

—¡Basta!—para mi sorpresa mi voz resonó en las paredes —. ¿Es que acaso no sienten vergüenza de ustedes mismos al culpar a un niño que ni siquiera peleo en la guerra? ¿Qué es lo que obtienen ustedes lanzándole fruta?—Todos me miraban como si no esperaran que interrumpiera y supe que mi valentía se iría, mis mejillas ya se estaban poniendo rojas y rogué para que la iluminación tapara el color de mi rostro—. Ese niño es ahora mi prometido, y la próxima persona que lo ofenda... será la última vez que podrá ofender a alguien.

Me mordí el labio y esperé que amenazar a los nobles no fuera otro motivo de castigo para mi padre.

Sin embargo él se rio, parecía mirarme con algo parecido a orgullo.

—Ya oyeron a mi hija. Ahora... ¿Podrían por favor dejar que el niño llegue hasta el frente?

Elmias Malgore se había erguido y comenzaba a caminar de nuevo, como si nada hubiera pasado. Antes en su recorrido había estado mirando los adornos del salón, pero ahora me miraba a mí. Me estaba analizando. Sus ojos se movían de arriba para abajo, observándome completamente. Yo hice lo mismo con él y cuando llegó junto a mí mis ojos se detuvieron en la mancha que había dejado la fruta en su jubón.

Arcoíris de FuegoWhere stories live. Discover now