Capítulo 35: Anima

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Aren Alou parecía mucho más orgulloso que cuando lo había visto por última vez. Mataste un niño de forma innecesaria, pensé. Necesitaba ese niño. Oh, iba a ser tan bonito destruir sus sueños. Pensaba que estaba seguro como Señor de su isla, pero yo podía quitarle su título tan rápido como se lo había dado. ¿Ves, Edmund? Incluso te estoy entregando todas las cartas en la mesa. Solo tienes que hacer tu trabajo. Una vez que Aren se hubo asentado en el castillo lo mandé a llamar. Le sonreí dulcetemente cuando entró por la puerta, totalmente orgulloso de que la Reina lo llamara a solas en su estudio.

—Me tranquiliza ver que su viaje fue exitoso, Alou —él se sentó después de hacer una reverencia.

—A mi también me alegra, Su Majestad—dijo con una media sonrisa—. La felicito por acabar con la guerra. Nunca dudé en que pondría a los traidores de Tecch en su lugar.

La verdadera guerra no ha terminado.

—Lo dices como si hubiese sido fácil. Es bueno tenerte de regreso; ahora podremos planear nuestro regreso a casa.

Al pronunciar las palabras me di cuenta de lo mucho que quería que se hicieran realidad. Regresar con mis hijos... que ya tendrían tres meses de edad, según mis cuentas. ¿Ya habrían aprendido a sentarse, al menos? ¿O a Vera le dolería tanto el brazo como para intentarlo? Deseché los pensamientos; no me funcionarían de nada ahora.

La cara se Aren había tomado un brillo diferente. No tan alegre y orgulloso ahora, ¿verdad? Sin embargo el hombre era muy cuidadoso como para mostrar cualquier sentimiento; la vida de un bastardo te preparaba para eso.

—Pensé que sería dueño de Vunia hasta mi muerte, Su Majestad.

—Sí. Sí. Dije eso, ¿verdad? Pero resulta que tu objetivo en la isla era encargarte de que el niño heredero creciera leal a nosotros. Ahora que el niño está muerto no le veo el caso a que estés en un lugar tan lejos de nuestro reino.

Sus ojos pasaron a comprensión en unos segundos. Comprensión y pánico. Puede que fuera bueno ocultado las expresiones de su rostro, pero los ojos podían decir mucho del alma de una persona.

—Ya veo —dijo lentamente—. Supongo que mi lealtad también será recompensada allá.

Ugh.

—Claro. Tu hermana decidirá con que premiarte en algún lugar de tu casa. Estoy segura de que ella escogerá bien.

Sabía que a Aren no le agradaría eso; él quería ser Señor de algo, no servirle a su hermana. O tal vez no tenía buena relación con ella tampoco. Que trágico.

—Estoy seguro de que sí —murmuró él distraído.

¿Había sido suficiente? No lo sabía. ¿Qué tanto orgullo tendría Aren Alou como para aliarse con Edmund Malgore? ¿Ya se habría comunicado al menos Edmund? Esperaba que sí, haría todo esto mas fácil, pero por si acaso...

—Bien —me levanté—. Aun así tardaremos al menos un mes para llegar a Aaltem; primero tenemos que pasar a Ignis a recoger a nuestro ejército y a mis hijos. Tristemente aun tendremos que soportar a los dragones un buen rato —casi pude ver como una bombilla en su cabeza se prendía. Bien. Ya podía respirar más tranquila—. Pero no te molestaré más. Puedes irte.

Hizo una reverencia de nuevo y salió de la habitación con un aire muy diferente al que había entrado. Cuando estuve sola hice una mueca y me apoyé en la mesa, cansada. Cerré los ojos y por un momento lo único que pude ver fue la cara de tres niños desconocidos mirándome desaprobatoriamente. No me miren así, era necesario.

— ¿Ai?

Abrí los ojos. Mi hermano estaba en la puerta, mirándome preocupado. ¿Estaba tan pálida?

Arcoíris de FuegoWhere stories live. Discover now