Capítulo 14: Concesso (I)

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Los sonidos del campamento llegaron a mis oídos. Me erguí lentamente, sacudiendo la pesadez de mi cuerpo y maldije en mi interior al darme cuenta de que me había desmayado. ¿Había sido después de decirle mi nombre a los soldados? Oh, qué gran impresión debiste causar. ¡Demonios! No debí de haber utilizado mi Habilidad antes de que me atraparan. ¡Ni si quiera había podido ver a donde me llevaban! No debía de ser lejos, tal vez aun seguíamos en el campamento que rodeaba Ferabes...

No, no me había desmayado cuando los soldados aparecieron. Ellos me llevaron hasta el campamento y me llevaron ante el rey. ¡El rey de Tecch! Pero este estaba ocupado y les dijo a los soldados que mientras tanto me neutralizaran.

La palabra neutralizar, al parecer, significaba obligarme a beber una gran cantidad de supresor que me noqueó de inmediato. ¿Dónde conseguían este tipo de cosas? Altar había dicho que en las Islas Pétalo. Tendría que investigar después esas islas, ya que su lejanía con Aaltem traía como consecuencia que no se supiera mucho aquí acerca de ellas.

Me dediqué a observar los que había a mi alrededor. La carpa era pequeña, apenas para una persona, solo había una mesa y el catre en el que estaba sentada. Podía ver dos sombras borrosas que estaban parados a fuera de la carpa haciendo guardia, sería mejor que no hiciera ruido, así no podrían saber que estaba despierta.

Sin embargo mis esfuerzos no dieron resultados, el Rey de Tecch entró una hora después. Cuando entró lo primero que hizo fue fijar sus ojos en mí, como si me estuviera analizando; aun no estaba seguro de que fuera la princesa que decía ser. Yo también me quedé callada, observándolo y entonces él sonrió ligeramente.

—Definitivamente te ves diferente, no pareces la princesa que conocí ese día en el castillo.

¿Con que una conversación amistosa? Pues bien.

—Y usted se ve igual que siempre—dibujé una sonrisa encantadora—, Su Majestad. Y debo decirle que me ofende que no me reconozca. Sí, estoy un poco sucia, pero al final eso no es mi culpa, ¿verdad?

Demonios.

—Una princesa tendría una lengua mordaz.

—Su hijo Marc puede desmentir eso con facilidad.

Su sonrisa se hizo más amplia y se movió para sentarse a mi lado en la cama. Era un gesto que pretendía mostrar que no éramos enemigos, si no compañeros. ¿Pensaba que eso iba a funcionar conmigo? Yo sabía manipular tan bien como él.

—Cuando mis soldados te encontraron tenías sangre en la nariz y en los oídos. ¿Con quién te estabas comunicando?

—¿Quién dijo que me estaba comunicando?

—Estoy seguro de que no eres tan tonta. Cuando viste los cascos de vidrio supiste que tus Habilidades no podrían pasar por de ellos—no contesté—. ¿Con quién te estabas comunicando? ¿Con tu hermano?

Mi hermano está muerto, tú lo mataste. ¿Era eso una trampa? ¿Una prueba? Si era así no podía verle el sentido. Pero... No, no era una prueba. Podía ver en sus ojos que estaba hablando con la verdad. ¡Brais estaba vivo! Ordené a mi cara que no mostrara ninguna emoción, tenía que jugar esta carta con sabiduría.

Así que me puse mi mascara de princesa.

—Usted no sabe dónde está  —bajé los ojos a propósito, para que me pensara insegura.

—Estará con sus amigos rebeldes, de seguro. Pensé que estarían en el mismo lugar.

—Mi hermano pensó que sería más seguro que yo me quedara con mi tío, mientras él se ocupaba de todo lo demás—abrí los ojos como platos, como si hubiera hablado de más.

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