Capítulo 3: Bellum (I)

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Cuando nos recuperamos dejaron de darnos clases acerca de lo que era "apropiado" y se enfocaron a enseñarnos a utilizar nuestras Habilidades. Nos llevaron a un salón vacío, no había las típicas ventanas gigantes de los demás cuartos, solo rendijas pequeñas.

Lo hicieron para que no nos distrajéramos, pero si Brais quema algo, ¿cómo saldremos rápidamente?

Me quedé callada, observando con desagrado el cuarto y con la sombra de la duda en mi pecho.

—Áine. Brais. Vengan aquí.

Mi padre señaló hacia donde estaba un viejo calvo y con una barba blanca, de lejos no lo había reconocido, pero al final recordé que era el sacerdote que nos había bautizado, solo que con la barba crecida. Nos miró con una sonrisa de lado a Brais y a mí, me recordó a las sonrisas que mostraban los científicos locos cuando descubrían material nuevo para experimentar.

—Príncipe, princesa —dado que él era de la religión no fue necesario que hiciera una reverencia—. Estaré gustoso de ser su maestro y serán unas leyendas cuando termine con ustedes.

Yo dudaba mucho que dos niños sobrevivieran a una guerra contra dragones, pero bueno, para empezar yo no tendría que estar aquí.

—Controlar el fuego de los dragones será fácil —murmuró el señor—. Lo difícil será controlarlos a ellos, nunca se ha intentado, que nosotros sepamos.

¿Era en serio? ¿Me llevaban a la guerra sin saber si mis poderes funcionarían contra ellos? Tampoco quería que Brais fuera a la guerra, pero los adultos parecían decididos y no le harían caso a una niña pequeña como yo. No tenía tal poder de manipulación.

—¿Si quiera es posible? —intenté lucir más curiosa que otra cosa—. ¿Ellos pueden considerarse como animales? Me refiero... los pájaros tienen un cerebro muy pequeño comparado al de un dragón ¿no?

No sabía si mi poder tenía algo que ver con cerebros, pero algo tenía que hacer para que la imagen de yo carbonizada no se cumpliera en verdad.

—No lo sabemos hasta que este frente a uno de ellos —pareció no darse cuenta de que eso era lo que menos quería escuchar—. Podemos empezar con pájaros pequeños... después podrás ser capaz de controlar a un elefante.

El cerebro de un elefante no es el mismo que el de un humano convertido en dragón, quería decirles eso, pero no escucharían. Si en verdad quería sobrevivir a esta guerra debía aprender a usar esa condenada Habilidad.

Asentí hacia el sacerdote, de mala gana. Brais me tomó de la mano como si comprendiera mi malestar.

—¿Entonces cómo vamos a empezar? —preguntó.

El sacerdote casi se tropezó cuando corrió hacia una esquina y levantó varios pesados libros mientras se acercaba a nosotros. Mi padre se fue a otra de las esquinas y nos observó desde ahí.

—Con cosas pequeñas. Usted, príncipe, intentaras prender una fogata mientras que usted, princesa, intentará llamar a un pájaro desde el aviario. Estos libros son de Ignis, para que sepan a lo que se enfrentan.

Vaya, y yo que pensé que nos explotarían hasta que pudiéramos controlar nuestras Habilidades como unos maestros y que nos mandarían a la guerra así sin más. Supongo que era un pensamiento estúpido, ya que seguíamos siendo hijos del Rey y Brais aparte era el heredero, aun no podíamos morir.

—¿Y es seguro hacer una fogata aquí? —Brais miró a su alrededor con inseguridad.

—Oh, por supuesto. Habrá cubetas de agua y comida y camas y todo lo que necesiten.

Arcoíris de FuegoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt