Capítulo 28: Victorum

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Cuando llegué a mi cuarto dejé la corona sobre la mesa y suspiré, cansada. Me le quedé viendo al círculo de oro un momento antes de llamar a las criadas para que me ayudaran a quitarme el vestido lleno de sangre. Mis zapatos también estaban manchados, por lo que me los quité y pisé descalza el frio suelo.

Cuando oí que la puerta se abría apreté los labios, preparándome para la discusión que estaba a punto de suceder.

—Ai —Elm me puso una mano en el hombro—. ¿Estás bien?

Me giré y lo miré a los ojos. Lentamente fui formando una sonrisa pequeña en mi rostro.

—Sí —me senté en una silla mientras le hacía señas a dos sirvientas para que trajeran a mis hijos al cuarto—. No es el primer hombre que mato, y no será el último.

Elm frunció el ceño, claramente incómodo.

— ¿Y era necesario? —siseó él. Se sentó a mi lado con una mueca desaprobatoria en su cara. Era la misma que había tenido en la sala del trono, pero como ahora no podía escapar de él resultaba más dolorosa.

— ¿Qué era necesario? Todo lo que hice, Elm, tiene un fin.

— ¿Por qué invitaste a su madre? No era necesario que Silene viera la muerte de su hijo.

— ¿Entonces querías mandarle sus huesos, así sin más? Les di la oportunidad de verse una última vez.

—No es el modo correcto, Ai.

— ¿El modo correcto? —me reí—. ¿Acaso hay modo correcto? Estoy jugando con sus reglas, Elm. Es lo que debí haber hecho desde el principio.

—No, Ai. En ese caso no somos mejores que ellos.

Las criadas llegaron con Vera y con Calem. Como apenas estábamos a mediados de invierno los bebés tenían miles de cobijas encima, de modo que solo se alcanzaban a ver sus ojos. Mi corazón saltó de emoción ante la visión; ambos niños me recordaban tanto a Brais y a mí a esa edad que dolía verlo.

—Yo no quiero se mejor que ellos, Elm —bufé—. Solo quiero vivir más que ellos —y venganza, pero si eso lo digo en voz alta será demasiado peligroso. Ya era tarde; los últimos rayos de sol se colaban por la ventaba, dándole a la habitación una iluminación azul. Calem abrió sus ojos y empezó a lloriquear, como si supiera que su padre y yo estábamos discutiendo—. Ven a dormir, Elm. Después podremos discutir sobre todo esto.

Elm me dirigió una mirada de reproche, antes de acostarse a un lado de nuestros hijos, que volvían a estar dormidos.

—Son muy pequeños.

—Son hermosos, ¿no? —murmuré.

—Sí —parecía culpable mientras decía las palabras, y supe que mi manipulación había funcionado a la perfección.

Más tarde, casi a medianoche, un murmullo me despertó de mi sueño. Elm tenía a Calem en brazos, mientras le cantaba una canción de cuna que recordaba haber escuchado en nuestro mundo. Su voz era melodiosa, y Calem parecía coincidir conmigo ya que se reía mientras estiraba los bracitos para tocar la cara de su papa.

La imagen hizo que el corazón me doliera, así que me volví a dormir rápidamente.



Cuando pasaron las dos semanas partimos hacia Numis. El camino fue más tardado que el anterior, ya que ahora teníamos todo un ejército a nuestras espaldas, cosa que estaba segura no pasaría desapercibido para los espías del Rey de Numis. Aun así, no había nada más gratificante que maldecir a Edmund por su estupidez.

Arcoíris de FuegoWhere stories live. Discover now