Capítulo 17: Reina

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Los nobles apenas y nos dejaron desmontar. Empezaron a hacer tantas preguntas que por un momento me replanteé la idea de salir corriendo de ahí, dejando al Reino con sus propios problemas. Oh, sí. Cuanto deseaba hacer eso. Pero por ahora deseaba más acostarme en mi cama. Mi hermosa cama. Mis piernas incluso temblaron al pensar en ella.

—Señores—repliqué molesta al darme cuenta de que mi hermano y Elm no iban a quitar del camino a todas esas personas—. Creo que hablo por todos cuando digo que estamos muy cansados para dar explicaciones, mañana a primera hora podemos discutir todos los asuntos. Lo prometo—me giré hacia los soldados de Ignis, que miraban con odio a los soldados de Aaltem y viceversa—. Lamentablemente no tenemos mucho espacio en el castillo, por lo que lamento decir que los soldados de Ignis tendrán que acampar afuera.

Además, aun no me confió mucho de ellos.

Sin embargo, los nobles de Aaltem parecían ser más desconfiados que yo. Después de un rato por fin los nobles dejaron de murmurar entre si e hicieron un camino para que pasáramos. Yo casi corrí deseosa de salir de su vista, y mientras pasábamos me estremecí al oír que la mayoría hacia una reverencia cuando pasábamos. Pensé que el peligro había pasado cuando por fin logramos salir de las escaleras, pero la voz de Altar hizo que mis esperanzas se hicieran añicos.

—Su Alteza Áine, que gusto verla—me tomó de la mano y la beso. Yo, por mi parte, me contuve de gritar groserías a los cuatro vientos.

—Es una dicha ver que sobrevivió, Altar Alou. ¿Cómo es que el Rey de Tecch le dejo vivir?

Altar le hizo una reverencia a Elm y a Brais antes de posar sus ojos en mí de nuevo.

«Le gustas». La voz de Elm casi hizo que pegara un brinco.

«Pues claro, tonto. Soy hermosa, y aparte soy la princesa». Dejé que la irritación se mezclara en mis palabras. «Ahora déjame concentrarme en la conversación para poder terminar rápido con ella».

—Mi hermana no vino a la boda—estaba diciendo Altar—, por lo que ella era la heredera de Puerta de Mar en el caso de que yo muriera. Planeaban utilizarme como rehén, en caso de que ella planeara algo. Después de que recuperaron el castillo ella viajó hasta acá para hablar con ustedes.

—Pero fue tu hermano bastardo quien ayudó, no ella—me recordé a mí misma que después tendríamos que agradecerle a ese hermano por toda su ayuda.

Sin embargo, la cara de Altar se puso pálida.

—Mi hermano... No, su Alteza. No es alguien en el que pueda confiar.

Quise gritar; todavía no llevábamos ni cinco minutos aquí y ya nos estaban llenando con los problemas del reino. Está bien, termina de esto de una vez. Uno que quiere descansar y no lo dejan. Elm hizo una mueca intentando ocultar su sonrisa, divertido con mis pensamientos.

—Tu hermano fue de mucha ayuda—insistió Brais. Yo, sin embargo, sabía que no podría opinar nada del hermano hasta que lo viera por mí misma. Sabía lo mucho que odiaban a los bastardos en este mundo, un odio del que no siempre eran merecedores.

Tomé de las manos a Altar y le sonreí dulcemente, traté de poner una cara de desesperación y de cansancio, pero nunca había fingido esa cara y no supe si estaba haciendo un buen trabajo.

—Estoy segura de que mañana podremos lidiar con tu hermano, pero en este momento no puedo ni siquiera formar un pensamiento coherente.

Altar asintió, inseguro.

—Entonces la dejo descansar, su Alteza—hizo una reverencia antes de bajar por las escaleras. Yo me volteé, decidida a seguir hasta mi cuarto.

—Eres buena actriz—se asombró Brais—. No me había dado cuenta hasta ahora.

Arcoíris de FuegoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt