Capítulo 19: Unión

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Cuando el Rey salió de la habitación Elm me abrazó, cuando se separó me miró seriamente.

— ¿Por qué quieres volver si te hicieron eso en nuestro mundo?

—Porque ahí todo se arreglaba más fácil—murmuré, ahora que el Rey se había ido no tenía sentido ocultar mi vergüenza—. Maté para sobrevivir en ese mundo, y al final acabé muriendo. Es como si hubiera dado mi humanidad por nada.

—Sigues siendo humana—me acarició las mejillas—. Yo también tengo cicatrices invisibles de ese mundo, y creo que sabes dónde se encuentran. Eso no nos hace menos humanos.

Tomé su mano con delicadeza y besé sus muñecas.

—Una asesina y un suicida—me reí—. El que nos trajo aquí no sabía lo que hacía.

—O lo sabía perfectamente.

Nos quedamos callados, con nuestra respiración siendo el único sonido del cuarto.

—Elm, vamos a casarnos en tres meses.

—Por fin—sonrió.

—Y entonces comenzaremos una guerra—suspiré—. Los nobles esperaran que tengamos descendencia, pero siento que no es sabio tener bebés en época de guerra.

—Supongo que lo entenderán, yo tampoco quiero poner en riesgo a mis hijos—hizo una mueca—. Si no quieres consumar el matrimonio solo tienes que decirlo. Sabes que no te forzaría a nada, ¿verdad?

—Sé que tú nunca me harías daño.

Sonó un golpe en la puerta y Elm y yo nos miramos extrañados. Afuera empezaba a amanecer y me di cuenta de que no habíamos dormido nada. Me levanté a regañadientes y abrí la puerta con una sonrisa en el rostro. A fuera había una señora de unos treinta años, con cabello negro y ojos azules. Era muy bonita y supuse que sería la madre de Elm. La Reina de Ignis.

Puse los tres dedos en mi frente y la miré fijamente.

—No esperábamos su visita, Rania—Elm se asomó y le sonrió cálidamente a su madre antes de meterse de nuevo mientras murmuraba algo de que estaba muy cansado—. ¿Qué se le ofrece?

La Reina extendió su brazo.

—He querido tomar un paseo con usted desde que llegó, Áine. Pero mi esposo insistió en que tenía asuntos pendientes con ustedes. Vine para asegurarme de que ya hubieran terminado.

Tomé el brazo de la mujer y empezamos a caminar por los extraños pasillos. Todo esto era muy diferente a Aaltem, la gente parecía más cálida, más abierta.

—No me llames Rania, puedes llamarme madre. Siempre quise una hija.

Era apenas unas pulgadas más alta que yo y en su cabeza tenía una corona de plata.

— ¿Sus cuatro hijos son hombres?—hace mucho que no estudiaba los miembros delas familias reales, tal vez fuera un momento para empezar.

—¡Oh! ¡Claro que no! Me sentiría desgraciada si así fuera—la Reina lanzó una carcajada y sonrió aun más al ver mi cara impasible—. Los que dicen de las personas de Aaltem es cierto, por lo que veo. Tan fríos como ese trono de mármol que poseen. Sonríe más, de seguro te ves más bonita cuando sonríes. Volviendo a lo anterior... Tengo una hija, pero le gustan más los caballeros que las flores y las danzas.

A mí tampoco me gustaban tanto, pero mi papel de princesa disfrutaba de ellas.

—Me temó que de cualquier forma ya no tendré tiempo para eso.

Arcoíris de FuegoWhere stories live. Discover now