Capítulo 18: Ignis (I)

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El pueblo de Ignis era muy diferente al de Aaltem. El de Aaltem, por ejemplo, tenía muchas calles pequeñas y callejones, ahí era donde Elm y yo nos habíamos escondido cuando salimos del castillo. En Ignis, en cambio, las calles eran amplias, había casi un espacio de veinte metros entre cada casa, cada casa tenía sólo un piso y las ventanas eran grandes, lo único que era parecido era que las casas estaban hechas de concreto. Suponía que era así porque antes la mitad de la población era un dragón de fuego, las calles eran amplias para que los dragones pudieran volar con tranquilidad, las casas eran de concreto para que no se quemaran con facilidad.

Otra diferencia era la gente, las cosas que realizaban. Aaltem como un país rico no tenía que trabajar mucho, todos tenían un trabajo y todos tenían una buena calidad de vida. La guerra había dejado muy mal a Ignis en ese entonces y Aaltem tenía que compartir parte de su economía con Ignis, pero aun así era muy diferente: la gente en Ignis siempre parecía tener algo que hacer

—Yo no lo podía creer cuando regresé—dijo Elm—. Ignis ahora parece más rico ahora de lo que era antes.

—Una de las cosas buenas de que Aaltem nos haya conquistado—contestó su hermano Isaac—. De hecho la única cosa mala que podía ver yo era que mi hermano estaba alejado de nosotros, y que se tenía que casar contigo.

Ouch. Aunque supongo que era de esperarse.

—Yo tampoco estaba de acuerdo al principio, créeme.

—Ni yo—intervino Elm.

—Ni siquiera mi padre al final—suspiré y miré a Isaac acusadoramente mientras el carruaje en el que estábamos daba un salto—. ¿Por qué el Rey de Ignis renunciará a su título, para empezar?

—No estoy seguro, Su Majestad—antes de que viniéramos a Ignis yo había investigado como quitar el hechizo que había provocado con mi Habilidad, resulta que solo tenía que revertirlo, como si estuviera enrollando un hilo nuevamente en su lugar. Desde entonces el odio de Isaac parecía haber disminuido un poco más, poco a poco íbamos progresando.

Yo seguía teniendo mis dudas sobre todo esto: tal vez lo que planeaba el Rey era matarme cuando llegara, para que Elm fuera heredero de Aaltem. Por eso había dejado a Brais allá, así el Rey sabría que cualquier movimiento realizado en contra mía sería en vano, aparte de que también estaría matando a su propio hijo.

Desde afuera del carruaje se oyó un grito ensordecedor, y supe que estábamos en la parte del pueblo que colindaba con la Fortaleza Negra, donde vivía el gobernante de Ignis.

Estiré la mano y bajé las cortinas. Elm me miró extrañado.

—Es mejor que no sepan que vengo con ustedes—expliqué.

—No te preocupes, aquí no le lanzamos fruta a niños-refunfuñó Isaac de mala gana.

Estuve a punto de contestarle cruelmente, pero recordé que por ahora estaba en su territorio y que tenía que ser cautelosa. Además, Isaac parecía ignorar el hecho de que había sido yo quien había detenido ese abuso contra Elm. Se lo diré en otro momento. Tal vez cuando las cosas se estuvieran poniendo demasiado feas. Ya sabía que esa decisión me serviría para más tarde.

Cuando los gritos se detuvieron estiré la mano para abrir la ventana y me asomé para poder ver la Fortaleza Negra.

Nunca me había imaginado un castillo negro, pero ahora lo tenía ante mis ojos. ¡Y era hermoso! Relucía con los rayos de la tarde y contrastaba muy fuertemente con el cielo anaranjado. En lo alto del castillo estaba colgada la bandera de la familia Malgore: un dragón anaranjado sobre un fondo negro, y que hasta abajo tenía una parte de verde, representando que ellos pertenecían tanto a la tierra como al aire. Hasta que llegué yo y les quité su derecho sobre el aire. Y lo volveré a hacer si en verdad son un peligro.

Arcoíris de FuegoWhere stories live. Discover now