Capítulo 12: Ferabes

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Mientras más se alejaba Elm nuestro lazo parecía difuminarse con el viento, como si estuviera hecho de humo. Si jalaba un poco aun lo sentía, pero el pequeño esfuerzo hacía que me doliera la cabeza. Tampoco quería romperlo, ya que los dos habíamos crecido acostumbrados a él, y vernos de repente privados uno del otro probablemente sería muy solo y devastador.

Él se dirigió al sur y yo al norte.

Hacia Ferabes.

El paisaje iba cambiando poco a poco, ya había dejado atrás la Marea Solida y las hojas de los árboles comenzaban a ser de un color diferente. Eran más verdes, comparadas con las que estaban en Aaltem. Incluso los animales eran diferentes, había algunos que por más que me internara en su mente no lograba reconocer. Había uno en particular, que tenían tres ojos tan grandes como mi puño y que por lo demás se le parecía a un mono. No daba miedo, y no parecía peligroso, pero para mí era otra prueba de que estábamos en otro mundo. Un mundo totalmente diferente.

No, lo que más me preocupaba eran los soldados de Tecch que aparecían de vez en cuando; estaban por todo el territorio. A veces me despertaban en la noche, cuando estaba dormida escondida entre los arbustos y tenía que recordarme que no debía hacer ningún ruido.

De día me hacía pasar por una cazadora de Ferabes, yendo hacia mi hogar ante lo ocurrido con Aaltem. Los soldados buscaban a una princesa pelirroja asustada, no a una chica ya crecida con cabello negro y modales groseros. Tenía que cubrirme los brazos y la cara, ya que una cazadora demasiado escuálida y débil no sería muy convincente y, de cualquier forma, si notaba alguna sospecha en su mente les hacía olvidar cualquier cosa relacionada conmigo antes de que volvieran a sus deberes.

Por las noches manipulaba a un par de pájaros para que pudiera comerlos. Los tomaba entre mis manos unos momentos y luego les jalaba la cabeza con fuerza. No era un sentimiento placentero—sobre todo cuando daba las primeras mordidas y los últimos pensamientos del animal se proyectaban en mi cerebro—pero tenía que comer de algún modo. Prender la fogata para quemarlos era un poco más difícil, y el fuego solo me hacía recordar a mi hermano. Hacia todo eso por él, porque lo había amado de verdad y ellos lo habían matado como si fuera una de esas aves que llegaban a mis manos.

Claro, al parecer habían matado a todos los invitados en la fiesta, pero ellos no me habían importado nunca demasiado.

Para llegar a Ferabes tenía que alejarme del río Félix, tenía que tantear el terreno y supe que tal vez debí haberle dicho a mi padre que nos llevara al Reino vecino más seguido. Siempre había insistido a que visitáramos a nuestro tío algún día, pero si Brais y yo aceptábamos Elm se quedaría sólo en el castillo y sin nuestra protección podía pasarlo muy mal.

Aparte, yo no quería ir a Ferabes. ¿Qué pensarían allá de la familia Acacio? ¿Nos verían como enemigos? Si Ferabes no estuviera en manos de mi tío de seguro se habrían unido a Tecch y a Ignis, con el propósito de destruir Aaltem.

De hecho, me sorprendía que aún no desterraran a mi tío. Debía de tenerlos muy bien controlados.

Las primeras semanas caminé sobre puro bosque, a veces encontraba personas que también estaban de viaje, la mayoría huía de Aaltem, seguros de que ya no sería el Reino más rico de Erasas. Huían hacia Ferabes, igual que yo. Eso solo hacía más fácil engañar a todos.

Para la segunda semana llegué por fin a una ciudad. Ciudad de la Luz, la llamaban. Era la ciudad donde se había firmado el tratado entre Aaltem y Ferabes y que había dado fin a la guerra que mis abuelos habían llevado a cabo. Las marullas de la ciudad eran altas y pintadas de gris claro. Estaba segura de que antes habían sido blancas, pero la tierra y el polvo las habían oscurecido. Había muchos soldados, pero me las arreglé para manipular la mente de todos; borré cualquier sospecha que pudieron haber tenido, y al final de nuestro encuentro apenas tenían un leve recuerdo de mí. El único problema fue que, una vez dentro de la ciudad, la nariz me empezó a sangrar y la cabeza me dolió. Por dentro la ciudad no era tan diferente a la que estaba cerca del castillo, la tierra estaba un poco más seca por la ausencia del rio y la zona estaba infinitamente más segura, pero por lo demás se seguía notando que era una ciudad de Aaltem.

Arcoíris de FuegoWhere stories live. Discover now