—¿Mariajo? ¡Dios mío! ¿Qué ha pasado? —Siempre tan adivina... Si quisiese podría ganarse la vida todavía mejor que la bruja que visité el otro día. Al pensar en ella algo viene a mi mente, pero cuando estoy a punto de darle forma mi madre continúa—. ¿Estás bien? ¿Por qué no me llamas desde tu teléfono?

—Verás... —Sigo sin saber cómo contárselo. Sé que se alterará, suele ponerse muy nerviosa y después le afecta a la tensión—. He sufrido un pequeño percance.

—¿Un percance? ¿Por qué hablas así? ¿Qué es eso que suena? —Debe de estar oyendo la presión del oxígeno en mi cara. No se le escapa nada.

—La farmacia se ha quemado —digo del tirón para no andarme con rodeos. Total, se va a enterar igual y es mejor hacerlo sin pensar, como la cera de las piernas.

—¿Quééé? ¿Estás tratando de gastarme una broma? ¡Dime que es eso!

—No, mamá. Ojalá fuese así, pero no. No ha quedado nada... Se ha quemado absolutamente todo. —Por alguna razón, y aunque hasta ahora había logrado mantenerme serena, me vengo abajo y comienzo a llorar. Escucharme decirlo en voz alta me ha hecho ser consciente de la gravedad que el shock no me estaba dejando ver.

—¡Santo Cristo! ¿Cómo ha sido? ¿Qué ha ocurrido?

—No lo sé —hipeo—. Cuando entré al almacén hubo una especie de explosión en el cuadro de luz y apenas puedo recordar nada más.

—Pero ¿tú estás bien? —Se preocupa por fin. Cuando se altera le cuesta mucho centrarse después.

—Bueno, creo que sí. El médico me ha dicho...

—¿El médico? —No me deja acabar—. ¿Te ha tenido que ver un médico?

—Sí... —Apuesto a que como me está oyendo hablar no creía que la cosa hubiese sido tan grave—. Me van a dejar unos días en observación, pero estoy bien —digo antes de que se exalte—. Es solo que he inhalado un poco de humo.

Evito decirle que me he golpeado la cabeza también para que no se altere más. Prefiero contarle esa parte cuando venga a verme y así compruebe con sus propios ojos que estoy bien.

—¡Madre mía! ¡Madre mía! ¡Madre mía! —continúa con su drama—. Dime en qué hospital estás que vamos ahora mismo para allá.

Se lo indico y justo en el momento en que nos despedimos oigo a alguien golpear la puerta.

—Adelante —digo desde la cama convencida de que es mi doctor, pero cuando se abre veo a Gorka sobre una silla de ruedas con la pierna estirada y no puedo disimular mi sorpresa. Durante el tiempo que estuve en la sala de urgencias no pude dejar de preguntarme qué habría sido de él.

—Hola, Blancanieves. —Sonríe y sé que lo dice porque me han ayudado a asearme. Cuando me vio antes parecía que me había maquillado con pomada de zapatos. Empuja con sus manos las ruedas y entra a la habitación.

—¿Qué te han dicho? ¿Estás bien? —No puedo evitar echar un ojo a sus vendajes, parecen bastante gruesos y tiene una especie de plancha de acero debajo del muslo.

—Ahora mismo estoy mejor que nunca. Me han inyectado una cosita que me ha quitado todos los dolores de un plumazo. Ojalá mi compañero, al que esterilizaste, hubiese conseguido un poco de esa mierda la noche de la despedida. —Levanta las cejas como si le pesaran dos kilos y deduzco que lo que le han inyectado ha sido morfina o alguno de sus derivados—. Desde entonces habla con voz de pito y me mira raro —río por sus bobadas y cuando intento hablar estira su mano para detenerme y continúa—. Por cierto, me ha dado recuerdos antes para ti.

—Ah, ¿sí? —pregunto convencida de que se lo está inventando—. ¿Y dónde lo has visto?

—Trabajo con él. —Se encoge de hombros. Cada vez parece estar más colocado.

—¿Acaso acabáis de hacer alguno de vuestros shows juntos? —apunto con sarcasmo.

—¿Te parece poco el que nos has hecho hacer tú hace un rato? —Ladea una sonrisa y no acabo de entender a qué se refiere—. ¿Quién crees que fue el que tiró de ti entre los escombros? —ríe ahora más ampliamente y creo entenderlo todo.

—¿Cómo? ¿Él también es bombero? —pregunto impresionada y asiente.

—¿De dónde crees que sacamos los uniformes para la despedida?

—¿En serio? —Por eso se veían tan reales... —¿Así que sois estríperes de noche y bomberos de día? —comento divagando en mis pensamientos.

—Somos bomberos de día y de noche. Todo depende de cómo nos organicen los cuadrantes y las guardias. Lo de ser estríperes es solo para sacarnos un dinerillo extra.

—Y yo que creí cuando me dijiste que viniste a Sevilla por trabajo era para desnudarte delante de las féminas... —río a la vez que toso, aunque parece que ya estoy mucho mejor todavía tengo el pecho bastante cargado.

—Más bien para apagar sus fuegos. —Me guiña uno de sus ojos y ese simple gesto hace que en mi estómago comiencen a revolotear mariposas.

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¡Espero que esta historia os esté gustando! Recordad que es cortita, así que, si sabéis de alguien a quien le pueda gustar, ¡recomerdársela cuando antes!

Gracias por aguantar siempre con tanto humor mis bromas, ¡sois l@s mejores!

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Where stories live. Discover now