—Entonces... ¿Me has mentido? ¿Dónde ha quedado eso de "quiero tener un poco más de contacto con vuestras raíces"?

—En realidad nunca te mentí. Visitar un tablao sevillano era algo que tenía pendiente y aquí estoy. —Sube sus hombros—. ¿Hay algo más vuestro que esto?

—Imagino que no. —No puedo rebatirlo, tiene razón—. Por cierto. ¿Algún día me dirás cómo te llamas? —Él sabe mi nombre pero jamás me dijo el suyo.

—Elver Galarga, para servirla.

—¿Elver? ¿De dónde viene ese nombre? —Se encoge de hombros y sigo pronunciándolo—. Elver Galarga... ¡El verga larga! ¡Idiota! —río. Casi logra engañarme.

—Nah, en realidad me llamo Jorge Nitales.

—Ya no cuela. —Lo miro con la frente arrugada.

—Pues entonces... ¿Benito Camelo?

—¿Piensas seguir con la tontería mucho rato? Perdió la gracia la segunda vez.

Me cruzo de brazos como si fuese una niña pequeña y se carcajea.

—Podría haberte dicho también Elvi Olado Porti, que te viene al pelo después de... —Frunzo el ceño y cambia de tema—. Pero no. Mejor no. Ya paro... Mi nombre es Gorka —Lo miro desconfiada y continúa—. Mi padre es del norte, así que cuando nací quiso hacer honor a su tierra poniéndome un nombre típico de allí.

—No está mal —respondo con miedo al tiempo que observo su reacción. Ya no me fío de él. No sé cuándo habla en serio.

La canción cambia y con disimulo desvío los ojos al papel para descubrir que el título de esta es Toledo. Por su acento podría jurar que viene de ahí, y si a eso le sumamos que antes comentó que son de su tierra... Para no quedarme con las ganas, le pregunto.

—¿De dónde eres?

—¿No lo has adivinado todavía? —Curva su boca y mis ojos traicioneros van directos hacia ella—. Soy toledano.

—Tenía una leve intuición —contesto dándome palmaditas mentales en la espalda. Ojalá mi intuición se portara siempre así.

Mientras el grupo sigue deleitándonos me permite conocerlo un poco más. Vuelve a explicarme que vino hasta aquí por cuestión de trabajo y me cuesta imaginar que tenga más sesiones de estriptis en Sevilla que en su comunidad. Al mismo tiempo me deja saber que está buscando piso y que por el momento vive con el hermano de Anabel. Ahora entiendo por qué ella dijo que lo conocía. No sabía a qué se dedicaba Ignacio, pero si son compañeros como el estríper me asegura... ¿Significa que él también lo es? Me cuesta imaginarlo. Hemos coincidido varias veces y se me hace demasiado tímido para ese papel.

Cuando el primer concierto termina, todos los miembros del grupo se levantan, menos el guitarrista que, haciéndose cargo del micrófono, nos explica que es el miembro fundador de las dos formaciones y mientras toca en solitario La Malagueña, entran cuatro personas más: Un percusionista, un bajista, un violinista y un flautista.

—Guau —exclamo—. Esto pinta bien.

—¿Verdad? —Asiento mientras observo atenta y cuando continúan con una versión de Paco de Lucía que reconozco al instante por habérsela oído tocar a mi abuelo alguna vez, me arrepiento enseguida de no haberle dado más oportunidades a la música de mi tierra.

Apenas hablamos esta vez y, completamente entregada a lo que estoy viendo, disfruto como una niña pequeña. Los bailes llevados a cabo por dos magníficas bailaoras terminan de enamorarme y, cuando todo acaba, me sabe a poco. No me hubiese importado seguir escuchándolos varias horas más.

LA MANGUERA QUE NOS UNIÓ - (GRATIS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora