Capitulo 56

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  Alguien golpeó la puerta una de esas noches en la habitación de Julieta. Estaba intentando concentrarse en sus estudios. Días atrás, Lucas le había traído las carpetas con lo último que habían hecho en varias materias. En un rato más se acostaría, ya tenía el pijama puesto, y pocas, muy pocas ganas de continuar con eso.

—Es Fernando —dijo su madre cuando Julieta abrió la puerta. Sorprendida, tomó el teléfono que le extendía impacientemente y se lo llevó a la oreja. Cerró la puerta tras de sí, porque odiaba que Amanda se quedara allí tratando de escuchar algo. Por suerte, sus pasos resonaron hacia la escalera, alejándose de su habitación.

—Hola, ¿Fer cómo estás? —preguntó imaginándose a su amigo hablando con su viejo teléfono. Pero nadie contestó—. ¿Hola? —la última vez que la llamaron de esa forma misteriosa había sido Leonel. Un escalofrío le recorrió la columna, al recordar.

—Hola, Julieta —le dijo una voz, pero no era la de Fernando. Tampoco la del mal recuerdo de Leonel. Rápidamente intentó dibujar el rostro dueño de esa voz grave. ¿Cómo estás?

Respiró profundamente antes de contestar, porque el corazón ya se le había saltado horrible dentro del pecho provocándole taquicardia. Aferró su mano al respaldo de la silla para no caerse, las piernas eran gelatina.

—Ariel... hola. Creí que...

—Una mentira piadosa —rio—. Si Fernando llamara para saber de vos, tu mamá iría corriendo a llevarte el teléfono. ¿O no pasó así? —contestó en tono de burla, pero no sonaba enfadado. ¿Qué hacías? —repitió.

Julieta sonrió por la actitud que efectivamente había tomado su madre. Ni que Ariel la conociera mejor que ella.

—Los deberes. Estoy tratando de estudiar para presentarme libre el mes que viene —contestó, se paseaba de una punta a la otra de la habitación, mientras que con su mano libre jugaba con el mechón de cabello que se había escapado de la hebilla.

—Creo que me estás mintiendo —contestó con una sonrisa en su voz.

—¡Es cierto! Intentaba hacer algunos ejercicios de matemáticas —se fastidió de que no le creyera, estaba recluida en una habitación como una enferma, ¿qué podría hacer de divertido más que los deberes del colegio?

—Bueno, más que para hacer ejercicios de matemáticas, estaría para hacer ejercicio caminando. La noche es preciosa. ¿No?

—Ja, ja —hizo como si riera—. ¿Sos gracioso? No conocía esa faceta tuya —se mofó Julieta—. Sabés que no puedo salir. Además...

—¿Además?

—Además es tardísimo.

—Son las diez de la noche, ¡nada más!

—Creo que no entendés, no es gracioso. No te burles porque estoy encerrada, y no me dejan salir, estaba por acostarme a dormir —cambió el tono de su voz de fastidio a la angustia, intentaría no llorar.

—Solamente tendrías que quitarte ese pijama lila que llevás puesto, por otra ropa... Sería como un secreto, entre nosotros dos. Yo se que querés huir a alguna parte —la incitó con tono de burla.

—Sí... Tengo muchas ga... Esperá: ¿¡cómo sabés que mi pijama es lila!?

—Sé eso..., y sé que mientras hablás conmigo te estás haciendo un bucle en el pelo. No sé si es una manía común, o lo hacés porque te ponés nerviosa cuando hablás conmigo —rio de forma sonora—..., te queda lindo.

© Tardes de Olvido [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora