Capítulo 42

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Después de ese viaje extraño, fascinante, donde todos sus temores se alejaron al sonido de una música imaginaria, y con fines absolutamente terapéuticos, solo Julieta Fellon podría decir que se encontraba bien. Casi podría pensar que había sido el producto de un sueño mágico. Su temor fue superado, con ayuda de él. Raramente Ariel podría haber sido más amable, más divertido, más compañero que en esa ocasión. Fue totalmente real.

Era la mañana para volver al colegio, después de un fin de semana eterno. Enfrentaría sus demonios y fantasmas de carne y hueso y las miradas que la acompañarían después del incidente con Carolina. Su examiga. Hasta le sonó gracioso. Estaban divorciadas, por decirlo de alguna manera que no sonara tan trágica. En la escuela no habría otro comentario. Solo lo que había vivido con Ariel estos últimos días la armaron de valor. Se sintió acompañada.

La primavera se estaba acercando velozmente, aunque el aire frío escarchaba aún todo a su paso, y quedaban resabios de nieve sobre las ramas de los árboles, otro hálito de calidez por detrás barría con el invierno, dejando sembrados nuevos brotes verdes en las ramas secas y en las plantas de las plazas y los jardines de las casas.

El aire de la primavera crecía y se respiraba en cada uno de los pobladores de Carillanca. Incluso en Julieta. Incluso en Ariel. Era más que evidente que no era gracias al clima que su relación había cambiado. Cada vez se acercaban más el uno al otro.

Ariel, en su interior, sintió que esto nuevo le pesaba, porque sus planes se veían modificados. Más no podía evitar sentir felicidad. Por una parte, su padre se había marchado sin dejar noticias de su evolución, eso dejó a su cargo ciertas responsabilidades como el heredero que era de los negocios inmobiliarios, y el supermercado, no responsabilidades administrativas, pero sí morales. Como un deber. Y ahora, además de eso, había una persona, solo una persona, que estaba presente y formaba parte de su vida y sus pensamientos, todo dio un giro y lo obligó a anclarse allí sin proponérselo, ni desearlo, aunque extrañamente se sentía a gusto con lo sucedido. Hasta apreciaba ir al colegio porque sabía que se iba a encontrar con ella, Julieta alivianaba esa obligación que le era incómoda, y ahora ya no inquietaba tanto.

Y Julieta salió aquella mañana de su casa con una sonrisa en el rostro. La sombra de Sergio caminaba cada vez más y más lejos de ella. Miró hacia atrás, convencida de que realmente él se alejaba de su espalda. Creyó que lo estaba olvidando.

Jamás lo dejaría de lado del todo, pues él había sido la persona más importante de su vida a su escasa edad, pero no negaba que se sentía bien como hacía tiempo. Haber descubierto la razón que la atormentaba y poder tratar de mejorarla, la puso contenta, era capaz de enfrentar su temor. Cada vez sería más fuerte que la anterior, hasta que se borrara y desapareciera, llevándose consigo todos los malos recuerdos. Todas las situaciones angustiantes.

El sonido de una bocina cortita llamó su atención, desconcentrándola de todos los pensamientos que la sacudían en su camino al colegio. Al girar la cabeza hacia la izquierda, reconoció el auto de Ariel, que marchaba a bajísima velocidad a su par. Estaban apenas a una escasa cuadra de distancia de la casa de Julieta. Bajó la ventanilla derecha y sonrió complaciente, a modo de saludo.

—¿Te llevo hasta la escuela?

Julieta también esbozó una sonrisa, pero una que jamás había hecho: esa que decía que estaba feliz por verlo, como si hiciese mil años que se hubieran separado. ¿Desde cuándo le saltaba así el corazón?, pensó mientras trataba de ocultar aquello cerrando el sobretodo
hasta la nariz. Era una idiota.

—Bueno... —aceptó—. Si no te es molestia... —se mordió el labio.

—Creo que los dos estamos yendo hacia el mismo lugar, si me molestara, no te invitaría —dijo poniendo sus ojos en blanco, lo que decía era obvio y encima le causaba gracia, Julieta se sintió más nerviosa todavía—. Buen día.

© Tardes de Olvido [En Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora